VERANO12

El vespertillo de las Parcas

 Por Arturo Carrera

Vespertillo: pequeño murciélago que sale a pasear al atardecer, y que suele prenderse de las faldas de las mujeres que caminan al borde de la laguna, asustándolas, transformándolas lentamente en Hijas de la Noche.

Las jóvenes Parcas... gritan, ríen, musitan extrañas órdenes; y finalmente, arrastran hacia la penumbra a los pequeños que también ríen, tenuemente pintados por la exigua luz del lugar.

I. PRIMERA LAGUNA

No fue en Sicilia, no fue aquí

I

Los hombres dormían. Los niños

cabeceaban.

Las jóvenes muchachas conversaban y sus risas

iban a la brisa única

de la laguna.

...no fue aquí, no fue en Sicilia.

La huella del pie de un niño

que “paseó” con su madre antes que ella durmiera,

fue lamida apenas por la espuma

de los bordes...

Los perros del anochecer, furiosos,

se mordían.

La misma brisa alza ahora la misma huella,

la nervadura quejumbrosa de la reminiscencia

como un paso en los sueños.

Dos niñas en la arena del mar

construyen su propio circo mínimo, allá,

donde un botín de alfabetos y catástrofes

parecen delatar: “Nosotros somos ese botín

de alfabetos y catástrofes”.

No es en Sicilia, no es aquí.

En gradosluz la insistencia del verano

visita un arco iris oscuro que tenuemente

se disipa.

Las mujeres con su fábrica de noche todavía cierta

cuentan sus probables verdades de amor.

La innoble apariencia no las toca;

no las excluye y

las protege.

II

Dejo esta laguna frente a ti,

esta laguna que nos ignora y sin embargo

nos circunda, nos une por primera vez,

nos va reuniendo.

Nos atrevemos a sentir cómo tantas formas

se adhieren y se apoderan de un cuerpo que ya no es nuestro.

(...)

hay gaviotas en sus nidos todavía quejándose

como si nos reconocieran

(no es aquí, no es en Sicilia...)

esta laguna nos ignora y sin embargo

nos circunda,

no nos aísla.

Me animo a escuchar con qué sigilo

el espacio y tantos sonidos como risas, voces,

se adhieren y se apoderan de un cuerpo

(pero tan adelante

de nosotros).

III

que esta tierra me trague.

que esta naturaleza me trague.

allá van las bandurrias volando hacia la laguna,

otra vez al atardecer, pero sin la rutina

del vuelo.

pasan envueltas en un halo parecido al de la luna,

como una corona anticipada,

como un velo.

paseos, paseos,

paseo de las pequeñas parcas alrededor de la laguna,

no en Sicilia, no aquí, sino

en ese ignoto continente donde los inmigrantes

que me amaron ahora vuelven conmigo a emigrar,

se unen fácilmente, como animales de un arca

al antiguo reclamo,

al antiguo rumor a vida de la laguna

vida sin historia, sin geografía, sin Colón,

sin el reclamo del escudo familiar

que Mandelstam llamó

“el vaso de agua hervida”.

en Monte Hermoso, a pocos pasos del mar,

debajo del mar.

Las huellas de niños que paseaban con sus madres al atardecer están intactas todavía,

como azúcar amarilla, como miel olvidada

que un arqueólogo supo probar

y fijar:

o atender, como el pájaro de los Upanishads

(mientras el otro pájaro gemelo no se contenta sólo con mirar...);

él mira, calca la huella, le saca

fotos

la detiene en otra sospechosa memoria,

¿pero no es ése también el signo de la connivencia, de los amores,

de las uniones caligráficas?

¿Qué me une al paseo,

qué me une a esas misteriosas mujeres tan pequeñas, tan altas como mi madre?

...qué,

sino esos diminutos pasos tras la fugitiva

que memoriza un espacio

y un tiempo siempre entregados para ella

sin materia,

oscuros, en partículas leves

que se disipan en residuos desorganizados,

intangibles,

eso que alguna vez nos pareció la naturaleza

es acaso su Realidad.

...pero Rodolfo González detuvo

ese contorno de polvillo de oro para mí

y detiene

esa usura de presencia para mí.

Y así como la Enana de la muerte se hace pis

en una burbuja de ámbar,

ahora estira nuestra lengua hilándola,

pasándola por ese ojo de aguja donde pasa

la historia de la femineidad.

Oh arena,

arena para todas ellas,

para todos nosotros,

arena para mí

Este viento de lija pule cuidadosamente

nuestra juventud. Se lleva ese residuo

en zig-zags, en puntillos coralinos

que vuelven acaso por última vez

al mar.

Los dioses están juntando almejas.

Han cavado unos pequeños lagos, han fabricado

alrededor unas montañas de chocolate casi líquido.

Tienen cofias ridículas,

bañadores de lana...

...pero vamos en la playa

de la mano de esas madres ojizarcas,

que giran y giran implacables

como sed.

el pie de esos niños

es cada niño en cada niña,

cada criatura que se mueve junto al mar: ¿qué

les dice la sangre que no es todavía

secreto?

No es en Sicilia, no es aquí,

...huellas protegidas por el mar

debajo del mar;

alguien lleva en la mano la carta que una mañana cayó en la estría

de la luz,

aquel mensaje en hojas de limón

hacia Giarre –¿quién dijo que una hoja de limón

es un ticket a Sicilia?–

aquella dicha contenida como en su sobre

el dolor: “...care sorelle uniche...”

Nos une esta laguna que dejo junto a ti,

junto a vos,

el tú y el vos son el fondo de barro y el fondo de arena soldados por esos pies de soldaditos

de oro

que se ríen del mar.

El agua cubrió sus pasos,

selló el tambor de sus pasos

a pocos pies, allá

donde después de siete mil años fuiste el primer verano de huérfano

a festejar:

a pisar toda la lisura de ausencia

en el mar; toda la inexplicable mínima presencia

que tu corazón desconocía aún,

Oh pavor brevecito,

infante pavor

y a las risas con tus primas otras vez, divinas,

sí; parcas maravillosas: en la ola,

junto a su antigua curvatura al romper,

en la flor a reír, a girar

Y después en el borde a hundir, y a probar

tu autito rojo,

el Ford

sin el Da.

con tu desesperación invisible

contenida en tu manita

con un poco de sal.

Y Sara Zurama, y Mirtha Noemí, y Zulma

con sus mallas en nido de abeja de colores

y vos con camiseta,

L: “...22 meses y camiseta: lo dice esta foto, parecés

un “gringuito”, como te solía llamar Arturito (el otro que firmaba las cartas en diminutivo), tu papá.”

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    Por Arturo Carrera
 
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