“Nuestro repertorio siempre es conceptual, siempre hay una trama, un hilo dramático detrás”, reflexiona Lidia Borda. “Acá no radica en una cosa puntual, pero sí el disco lleva un nombre contundente: Puñal de sombra”, plantea sobre la placa que presentarán hoy y el próximo sábado, a las 21, en el Torquato Tasso (Defensa 1575) junto a su banda de siempre, con la dirección musical del pianista Daniel Godfrid. “Al principio no encontraba el nombre, pero sí tenía la sensación de que tenía que ver con claroscuros, con sombras, con la penumbra. Los temas son muy dramáticos y hay una oscuridad en el tango de la que me hago cargo también en la elección de los temas”, comenta la cantante. En ese buscar el nombre apropiado para su séptimo disco, se topó con unos versos que circulan por el disco: “Amor que se abre en cruz / al puñal de luz / de todas las estrellas”, del vals “No nos veremos más”. “Lo del puñal de luz es hermoso, pero esto no es para nada luminoso, sino de sombras, y entre varios posibles nombres me gustó ese y lo acordamos con los chicos”, explica. “El puñal de sombras es que uno va acumulando heridas que no te matan, son oscuridades que tenés y quedan ahí como huellas, cicatrices”.

Pero estas heridas no son sólo personales, observa Borda. “El tango no suele estar tomado como un género social por quienes piensan la música como posibilidad combativa, de protesta o respuesta, y sin embargo me parece que lo es”, considera. “Más allá de lo que subyace como representativo del porteño, de nuestra sociedad, cuando el tango habla de amor no habla sólo de amor, sino de un montón de otras cosas”, ahonda. “Homero Manzi tenía un gran compromiso social, gran participación política, y ninguna de sus letras es panfletaria, pero cuando empezás a leer con cuidado ‘Viejo ciego’ o ‘El último organito’, incluso ‘Romance de barrio’, sus letras tienen una profundidad existencial que te dice que ese tipo no puede ir por otro camino que el de ser comprometido con la sociedad”, ejemplifica.

“Eso me gusta mucho del tango, que haya algo que no se dice, pero que está todo el tiempo latiendo. Y cuando nosotros nos subimos al escenario y hacemos todos estos tangos que hablan del desamor o cosas por el estilo, pareciera que no hay nada que no sea eso pero siento que sí lo hay. Puñal de sombra tiene que ver con este momento en que todos estamos siendo víctimas de las sombras de alguna manera”, amplía la cantante.

–Después de Caramelos surtidos, del dúo siguiente con Dolores, donde exploraba otros géneros, este disco es nuevamente sólo de tango.

–Sí, pero aclararía que no es “después” sino paralelo a Caramelos, que es un proyecto que quiero mantener constante. Sí es cierto que Caramelos, como el dúo con Lola, es una cosa más mixturada entre tango y otras cosas. En un camino puedo irme a lo que quiero, sin límites, y en la otra estoy más acotada al tango porque también la gente a veces pide eso. Este disco tiene una coherencia tanguera también. 

–¿Cómo fue el trabajo?

–Parte del material lo veníamos pensando para este disco. No solemos hacer el disco y después salir a tocarlo. Es un repertorio que hacemos hace tiempo, como “Nada más”. “La guinda” quizás es más reciente pero ya son un par de años. El único tema sin historia interpretativa en nuestro repertorio es “Mano a mano”. “En un feca” tengo una versión del ‘99 grabada con Morgado...

-¡Pero ya prescribió!

–No sé si prescribió, pero sí es otro criterio. Y hubo toda una búsqueda sobre todo en la parte de los arreglos de parte de Daniel.

–¿Cómo fue esa búsqueda?

–Él tiene una intención de armar una especie de banda y no un grupo para tocar. Diferencia las dos ideas a partir de algo conceptual, que el sonido se vaya buscando, ablandando, madurando, y que los arreglos y el criterio estético también pasen ese proceso.

–¿No depende sólo de su composición sino de qué les va pasando, entonces?

–Sí, de los ensayos y lo que cada uno aporta, aunque el que se sienta a escribir los arreglos es él. La unidad conceptual pasa por ese criterio. 

–Antes dijo que “la gente le pide” tango, más que otros géneros. ¿Usted qué “se pide” a sí misma a la hora de cantar?

–A mí el tango no me alcanza, pero lo otro tampoco.

–¿Pero el tango la define?

–Parcialmente. Y todo lo otro también me define parcialmente. Creo que no hay un género que me defina, sino más bien una estética. Hay algo que digo a través de las canciones que se va completando en un repertorio. Ahí encuentro la definición, en la cosa más completa. Yo me dedico a la interpretación, me gusta cantar, pensar el desarrollo de la voz, las posibilidades vocales y expresivas que tienen las canciones. Mi búsqueda fundamental es buscar la máxima posibilidad de expresión a la que pueda llegar. Hay canciones que me dan posibilidades que otras no. El tango tiene una estética técnica, diría, que tiene sus propios límites, códigos. Hablo mucho con mis alumnos y alumnas, que quizás vienen con otra identidad y yo no soy quién para decirles “eso no se hace así”, porque en la interpretación vos rompés o hacés lo que quieras, tiene que ser eso. A mí me gusta conservar cierto tono original en esas interpretaciones porque es una estética que me gusta, entonces rompo por otros lados. Por eso no es una cosa o la otra, sino que corren paralelos y eso me tranquiliza. Cuando empecé me preguntaban qué hacía, no entendían. Ahora ese eclecticismo es más posible, hay mucha gente que mezcla esas cosas.