En apenas dos días, del 29 al 30 de septiembre de 1941, en vísperas de Yom Kippur, el ejército de ocupación nazi que poco antes había invadido Ucrania ejecutó, según sus propios datos, a 33.771 hombres, mujeres y niños de origen judío, en el tristemente célebre barranco de Babi Yar, en las afueras de la ciudad de Kiev. Esa matanza, considerada uno de los mayores asesinatos en masa de la Shoá, es el centro del extraordinario film Babi Yar. Context, del documentalista ucraniano Sergei Loznitsa, que se verá por última vez este sábado a las 16.30 horas en el Cine Gaumont, en el marco del festival FIC.UBA.

Cineasta notable, autor de un cuerpo de obra fuera de lo común, que incluye títulos esenciales como Maidan (2014) y Austerlitz (2016), Loznitsa –que el lunes pasado fue homenajeado con el Doctorado Honoris Causa de la UBA- construyó Babi Yar. Context del mismo modo con el que ya había hecho sus dos obras maestras previas, El proceso (2018) y Funeral de Estado (2019): utilizando únicamente material de archivo, sin acudir a entrevistas ni cabezas parlantes, sino confiando en la elocuencia de las imágenes de la época (meticulosamente restauradas) y en el poder narrativo del montaje, que él mismo tuvo a su cargo junto a su editor habitual, el virtuoso lituano Danielius Kokanauskis.

Tal como indica su título, Babi Yar. Context –que tuvo estreno mundial en el Festival de Cannes 2021- no se limita a esos dos días macabros, de los cuales por otra parte no hay imágenes de ningún tipo, sino que contextualiza la masacre comenzando en junio de 1941, con la invasión alemana a la Ucrania soviética, y finalizando en diciembre de 1952, cuando esa inmensa fosa común que fue Babi Yar se convirtió en los cimientos de un flamante complejo de viviendas populares en los suburbios de Kiev, sin mención alguna a lo que había sucedido en ese predio.

El bombardeo de un puente y las columnas de fuego y humo que se elevan al cielo –y que hoy adquieren una actualidad estremecedora- dan cuenta del ingreso de las tropas nazis por la frontera polaca, mientras en la capital los parlantes callejeros informan de lo sucedido y prometen la resistencia del Ejército Rojo, que empieza a vallar la ciudad con la ayuda de mujeres y niños. Es muy impresionante, sin embargo, comprobar lo que sucedía en Lvov (hoy Leópolis), la ciudad más importante al oeste de Ucrania, cuando los comandantes alemanes son recibidos como libertadores, con vítores y aplausos, mientras milicias civiles ucranianas, armadas con garrotes, salen a la caza de ciudadanos judíos, acusados de colaboración con la policía secreta soviética (NKVD), ejecutora a su vez de supuestos traidores, antes de su partida de la ciudad.

Conocedor de los límites éticos que impone el cine documental, Loznitsa no omite las imágenes más violentas y humillantes que encontró de ese momento, pero para evitar el sensacionalismo las reduce a unos breves flashes en cámara lenta, capaces de dar una idea de la monstruosidad de la situación sin regodearse en ella. Su edición tampoco excluye una manifestación encabezada por carteles que piden por una “Larga vida a Stepán Bandera”, el histórico líder nacionalista ucraniano hoy reivindicado por el siniestro Batallón Azov y otros grupos de extrema derecha. A su vez, Loznitsa recoge imágenes de la destrucción de Kiev cuando el ejército nazi ya había ingresado en la ciudad y los rusos detonaron a distancia una serie de bombas que provocaron bajas civiles.

“Algunas de las imágenes con las que trabajo han estado enterradas en los archivos durante décadas, nadie las ha visto nunca”, explicó Loznitsa en la presentación de Babi Yar. Context en la European Film Academy. “Ni siquiera historiadores, especializados en el Holocausto en la URSS. Uno de esos episodios fueron las explosiones de Kreschatik en septiembre de 1941. La calle central de Kiev fue minada con explosivos a control remoto por el NKVD (servicio secreto soviético) antes de que el Ejército Rojo se retirara de Kiev. Las detonaciones de los explosivos se llevaron a cabo pocos días después de que los alemanes tomaran la ciudad. Hubo víctimas civiles y miles quedaron sin hogar. Los soviéticos, que colocaron las bombas, no consideraron las bajas humanas y la destrucción masiva como un factor significativo en su planificación militar”.

En respuesta a esas explosiones que en septiembre de 1941 devastaron al centro de la ciudad, los alemanes decidieron exterminar a la población judía de Kiev. La película aborda el núcleo de su tema de una manera magistral. Primero, consigna el bando por el cual los judíos fueron conminados a reportarse frente a la autoridad nazi, que decía: “Todos los Yids de la ciudad de Kiev y sus alrededores deben aparecer el lunes 29 de septiembre, a las 8 de la mañana en la esquina de las calles Mel'nikova y Dokterivskaya (cerca del cementerio Viis'kove). Deben traer documentos, dinero y objetos de valor, y también ropa de abrigo, ropa de cama, etc. Cualquier Yids que no siga esta orden y se encuentre en otro lugar será fusilado”.

Luego, una escueta placa del propio film consigna que el 29 y 30 de septiembre de 1941, el Einsatzgruppe C (uno de los escuadrones de ejecución itinerantes especiales formados por la Alemania nazi), con la ayuda de la policía ucraniana, y sin resistencia alguna por parte de la población civil, ejecutó a balazos a 33.771 judíos. Le sigue una secuencia muda -sin música ni sonido de ningún tipo- con fotos fijas en colores de la ropa y las pertenencias que quedaron en el barranco de los ejecutados, muchos de ellos niños y discapacitados. Una cita de un periódico de Kiev da cuenta de que el 5 de octubre “la vida vuelve a la normalidad” en la ciudad, con nuevas deportaciones al barranco de la muerte, “cumpliendo con los deseos de la población ucraniana”. Finalmente, se lee un extenso, estremecedor texto del escritor judeo-ucraniano Vasili Grossman, fechado en noviembre-diciembre de 1943, que da cuenta de que “en Ucrania ya no hay más judíos…”

Ese es el punto de inflexión de Babi Yar. Context, pero no precisamente su punto final. Las imágenes que Loznitsa recuperó de distintos archivos públicos y privados dan cuenta de que –simétricamente- en Kiev en noviembre 1943 y Lvov en julio de 1944 las tropas soviéticas que retoman el control de las ciudades son recibidas con el mismo júbilo y protocolo con que dos años antes habían sido agasajados los nazis. Ahora los civiles arrancan los afiches de Hitler como antes lo habían hecho con los de Stalin.

El epílogo consigna los testimonios de los escasísimos sobrevivientes –entre ellos la actriz Dina Pronicheva- y el de algunos de los perpetradores nazis, que fueron colgados en enero de 1946 en una plaza pública. “Toda la escena tiene un toque muy medieval. O, tal vez, bíblico: ‘ojo por ojo’...”, escribió Loznitsa. Y el remate no podría ser más desolador, cuando a fines de 1952 el barranco de Babi Yar es rellenado con desechos industriales para construir allí un complejo de monoblocks. “Con mi cine, yo estudio la deshumanización, la pérdida de humanidad por parte de los seres humanos”, señaló Loznitsa, que el año pasado continuó su obra con Sobre la historia natural de la destrucción. Pero esa ya es otra película, y otra historia.

  • Babi Yar. Context se verá este sábado 29 a las 16.30 y Sobre la historia natural de la destrucción el domingo 30 a las 16 horas, ambas en el Cine Gaumont. 

Sergei Loznitsa, figura del Festival Internacional de Cine de la UBA