Con el nuevo gobierno, se inició en la Argentina una discusión sobre cuál es el sistema monetario que debería regir de aquí en más: basado en el peso, en una competencia de monedas o directamente en el dólar.

El propio Presidente ha venido señalando que, tan pronto como los tiempos se lo permitan, podría llevarse adelante un proceso de dolarización. No es un tema menor puesto que, más allá del corto plazo, esta propuesta puede llegar a definir el futuro de nuestro sistema económico y social.

Por detrás de esa propuesta está la idea de que la desconfianza en el peso va generando un proceso de dolarización espontáneo y que son los propios ciudadanos los que la votan todos los días, cuando guardan sus ahorros en dólares. Por lo tanto, esta sería la única manera de evitar los riesgos futuros que implican confiar el manejo de la política monetaria al Gobierno (algo así como "dejar un canario al cuidado de un gato hambriento").

La dolarización sería, entonces, el instrumento que le impediría al gobierno de turno un manejo arbitrario de la política monetaria y, al mismo tiempo, terminar con una permanente incertidumbre cambiaria.

¿Quién podría no estar de acuerdo con terminar con la incertidumbre cambiaria en la Argentina? Sería como alcanzar una tierra prometida. Sin embargo, podríamos preguntarnos por qué tan pocos países en el mundo han adoptado ese sistema.

"Sistema colonial"

El manejo de la política monetaria y cambiaria cumple un rol fundamental en la economía. No sólo brinda instrumentos contracíclicos para poder enfrentar una recesión, con sus adversos efectos sociales, sino que también ayuda a aislar los impactos negativos sobre nuestra economía frente a situaciones de volatilidad internacional.

Ya hemos experimentado, durante el proceso de convertibilidad, los impactos externos adversos sobre la competitividad de nuestra moneda, especialmente en aquellos tiempos en que el dólar se revaluó fuertemente frente al euro y al yen. O cuando nos enfrentamos ante una fuerte suba de las tasas de interés en Estados Unidos en momentos en que ese país vivía una expansión económica que estaba muy lejos de la realidad de la Argentina.

Es decir que, si no tenemos instrumentos macroeconómicos para aislar a los posibles impactos externos, terminaremos siendo absorbidos por esos impactos a través del sacrificio de los niveles de actividad y del aumento de la pobreza. Por eso, el sistema de convertibilidad fue definido por Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, como "un sistema monetario de la época colonial". Tal vez eso pueda explicarnos por qué no existen en el mundo economías importantes que la hayan adoptado.

Por otro lado, un manejo autónomo de la política macroeconómica se vuelve crucial para permitir una transformación social y productiva que genere una estrategia de desarrollo con equidad. Que además haga posible minimizar los efectos negativos de una posible situación recesiva sobre la inversión y la distribución del ingreso. Sobre todo, que no permita generar un divorcio sobre sus efectos de corto y de largo plazo o sobre las políticas de estabilización y de crecimiento. E implica seleccionar dentro de las políticas de estabilización aquellas que permitan actuar positivamente sobre el empleo, la inversión y la distribución.

Joseph Stiglitz señala que la fortaleza o la confianza en la economía de un país raramente se restablece con políticas que la llevan a una profunda recesión. Es más, llega a cuestionar la aplicación de políticas monetarias y fiscales fuertemente contractivas porque contribuyen a agravar las situaciones recesivas previas.

Capacidades

Una agudización de la situación recesiva puede jugar en forma negativa sobre la recaudación. De hecho, según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), la recaudación habría sufrido en marzo una caída en términos reales del 16 por ciento en relación a marzo del 2023. Esa caída alcanzaría al 24 por ciento si se excluye la recaudación por tributos vinculados al comercio exterior.

Pero la reconstrucción de la moneda en la Argentina es una tarea que, históricamente, se ha mostrado de muy difícil implementación. Uno de los mayores desafíos en ese campo se vincula con la generación de un proceso institucional que apunte a la reconstrucción de las capacidades operativas del Estado.

Es que consideramos que la fortaleza de nuestra moneda está ligada, en una visión opuesta a la del Presidente, a un gobierno que muestre autonomía y capacidad política para arbitrar frente a los diferentes grupos de presión.

Que, por el lado de los ingresos, pueda recuperar su capacidad de cobrar impuestos a aquellos sectores que no pagan montos acordes a sus elevados niveles de ganancias. Se ignoran, por ejemplo, los beneficios impositivos que reciben ciertas empresas por un sistema de secreto fiscal. Existen, además, precios internacionales de transferencia que permiten derivar ingresos a otras localizaciones para evitar su cobro. En contraposición a esa realidad no puede negarse la regresividad de nuestro sistema tributario

Por el lado de los gastos, se vuelve crucial mejorar la asignación de los recursos públicos sin perder una perspectiva de largo plazo. Esto significa revalorizar aquellos que son estratégicos como, por ejemplo, los vinculados a las actividades de ciencia y técnica, que permitan conservar y fortalecer en el país nuestros recursos humanos valiosos. O los destinados a asegurar el presente y futuro de la niñez, donde está la clave de nuestra próxima población activa. O a promover la realización de inversiones claves desde una perspectiva de largo plazo.

Mientras se mantenga la desconfianza en las instituciones locales, no será fácil revertir la situación existente de elevada dolarización y baja monetización. En ese contexto, los temas urgentes a debatir en la Argentina hoy deben orientarse a recuperar el manejo de las políticas macroeconómicas y su vinculación con las políticas de inversión y de distribución para ponerlas al servicio de una estrategia de desarrollo sustentable.

*Profesora Titular Consulta de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires