CONTRATAPA

Duscher, criminal de guerra

 Por Raúl Kollmann

El viernes pasado, exactamente a las 11.05, el teléfono sonó en la oficina de Buenos Aires del Centro Simon Wiesenthal, la organización mundial fundada por el más famoso cazador de nazis del mundo.
–Sí, buenos días. Mi nombre es David Brown. Llamo desde Londres –dijo la voz en perfecto inglés británico.
–¿En qué puedo ayudarle –contestó desde la oficina porteña el titular del Centro Wiesenthal de Buenos Aires, Sergio Widder.
–Mire, yo soy periodista del Sunday People, el diario que pertenece al grupo del Daily Mirror (uno de los más conocidos periódicos ingleses). Ya llamé a la oficina del Centro Wiesenthal aquí en Europa pero me dijeron que, como se trata de un caso en la Argentina, me comunicara con usted.
–Lo escucho –asintió Widder.
–Bueno, usted habrá escuchado hablar de Aldo Duscher.
A esa hora del viernes, casi todos los argentinos –aunque no les importara el fútbol– habían escuchado hablar de Aldo Duscher. El jugador del Deportivo La Coruña se había lanzado a los pies del máximo ídolo británico, David Beckham, produciéndole una fractura en uno de los huesos metatarsianos. El diagnóstico es que Beckham –capitán, caudillo y jugador clave del seleccionado inglés, además estruendosamente casado con Victoria, ex líder de las Spice Girls– se perderá todo o una parte del mundial Corea–Japón. Para colmo, Inglaterra debe enfrentar a la Argentina en el segundo partido de ese mundial.
–Sí, efectivamente he escuchado hablar de Aldo Duscher.
–Bueno, hemos averiguado que tiene un pasaporte austríaco –tanteó la voz desde Londres.
–Es muy posible. Son bastantes los jugadores argentinos que juegan en Europa con pasaportes de países de ese continente. Algunos hasta tuvieron problemas. Pero, no entiendo, el Centro se ocupa básicamente de rastrear criminales de guerra nazis y de la lucha contra la discriminación racial.
–Es que según la información que nosotros pudimos obtener, la familia de Duscher llegó a la Argentina en la década de los ‘40, justamente cuando fueron para allá los criminales de guerra.
–Vea, sucede que Duscher debe tener unos 22 o 23 años. Se imaginará que no estaba con vida en la Segunda Guerra Mundial. Es más, supongamos que el papá de Duscher haya tenido a su hijo a una edad muy avanzada para la época y que hoy tenga 70 años: significa que en la Segunda Guerra Mundial tenía 13, o sea que tampoco pudo haber sido un jerarca nazi.
–No, no. Es que queremos averiguar si el abuelo era un jerarca nazi.
Widder prácticamente se quedó sin habla. Un choque entre jugadores de fútbol y una óptica ultranacionalista de una jugada habitual en cualquier partido derivaba en estudiar el árbol genealógico de un pibe y determinar si era igual a Adolf Eichmann, el que implementó la organización de los campos de concentración en toda Europa, o al doctor Joseph Mengele, quien resolvía la vida y la muerte en Auschwitz, o a Gerhard Bohne, el que diseñó las cámaras de gas rodantes para asesinar minusválidos, o a Walter Kutchmann, que ordenó la ejecución de 20.000 judíos. Todos ellos y muchos más pasaron por la Argentina.
El inglés insistió.
–Yo estoy investigando, para publicarlo este domingo. ¿Usted tiene una base de datos donde se pueda chequear si el abuelo de Duscher era un jerarca nazi?
–Mire, en todo caso me tendría que fijar en nuestros registros –le dijo Widder casi tratando de sacárselo de encima–. Usted me llama un viernes a las 11 de la mañana. Nosotros cerramos los viernes más temprano porque se inicia el shabat. Si usted me deja su teléfono y si tengo algo antes de las tres de la tarde, lo llamaré. El hombre del Sunday People no se dio por vencido:
–Y en la embajada de Austria en Buenos Aires, ¿no tendrán información?
–Las relaciones del Centro Wiesenthal con el gobierno austríaco no se mantienen en la Argentina sino en Europa. Y además esas relaciones están bastante congeladas desde que asumió el gobierno el neonazi Jorg Heider. Si quiere, igualmente, le doy el teléfono de la embajada austríaca en Buenos Aires.
–No, no, ya lo tengo. Estoy preparado para una investigación a fondo. Igualmente le pido que si antes de las tres de la tarde consigue alguna información me llame por teléfono inmediatamente. Desde ya, agradezco su amabilidad. Buenos días.
–Buenos días.
En una palabra, se ve que al pibe lo quieren acusar de un genocidio cometido 40 años antes de su nacimiento. Y el encuadre ya está: es El Nuevo Hitler.

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