CONTRATAPA

El enemigo del pueblo

Por Juan Gelman

No se trata del drama de Henrik Ibsen. Más bien de la voluntad de la Casa Blanca de militarizar la sociedad civil norteamericana como si fuera su enemiga. Primero el terrorismo, luego Katrina y ahora la amenaza de una pandemia de influenza aviaria abren las puertas para la práctica de esa voluntad. El peligro de la llamada “gripe del pollo” es real. Pero, en vez de fortalecer el ámbito de la salud pública, W. Bush quiere ponerlo bajo el control del Pentágono y exhortó al Congreso a otorgarle plenos poderes para emplear tropas en el caso de que el virus H5N1 invada el país. “Si esto sucediera en alguna parte de EE.UU., ¿no habría que poner en cuarentena esa parte del país? –preguntó en su conferencia de prensa del 4 de octubre pasado–. ¿Y cómo hacerlo? Una opción es el uso de las fuerzas armadas, una cuestión importante que el Congreso debe debatir” (San Francisco Chronicle, 5-10-05). Dicho de otra manera, propuso la anulación de la ley Posse Comitatus de 1878 que prohíbe a los militares ejercer de policías en territorio estadounidense. Sería ésa “una medida draconiana (que) equivale a la ley marcial en EE.UU.”, señaló el Dr. Irwin Redlener, decano asociado de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Columbia (CNN, 6-10-05). El jueves 6, el Senado sumó una partida de mil millones de dólares al presupuesto del Pentágono, no al de los servicios de salud, para enfrentar la amenaza de esa pandemia. Sin debatir la cuestión de fondo, claro.
W. inauguró públicamente el tema a fines de septiembre al referirse a los estragos de Katrina. Scott McLellan, portavoz de la Casa Blanca, lo expresó sin ambages: en caso de catástrofe, natural o terrorista, “el Departamento de Defensa asumiría la responsabilidad de la situación y aportaría una abrumadora cantidad de recursos para estabilizarla”. La idea de un control militar más centralizado de la población civil no es nueva en la cabeza de los “halcones-gallina” y se ha vuelto obsesiva desde los atentados del 11/9. Como otros legisladores que insisten en otorgar a las Fuerzas Armadas la facultad de arrestar a civiles, el demócrata Joseph R. Biden, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, declaró hace años que la Posse Comitatus “debe ser modificada” (The Washington Times, 22-7-02). Por lo pronto, las tropas enviadas a Nueva Orleans podían tirar a matar a saqueadores y otras molestias que aparecieron en la ciudad devastada. Si es verdad, como repiten los ideólogos straussianos de Washington, que los extremistas islámicos hacen lo que hacen porque “odian nuestras libertades”, no tardará en disminuir el terrorismo en todo el mundo.
La enmienda de hecho de la Posse Comitatus comenzó en la década del ‘80. En su documental In 911: The Road to Tiranny (1991), Alex Jones mostró el entrenamiento de efectivos norteamericanos en la detención de compatriotas civiles; un marine retirado confiesa que en 1988 se adiestró tirando abajo puertas en Norfolk, Virginia. En Police State 2000, Jones documentó la “Operación guerrero urbano”: militares y policías irrumpían en casas, detenían a sus habitantes –actores contratados– y los confinaban detrás de alambradas de púa. Los actores debían entonces insistir en sus derechos y exigir su libertad; las tropas, a su vez, debían ignorarlos. “No se tolerará ninguna desobediencia civil”, grita un oficial (www.infowars.com, 28-9-2005). Esa es la idea.
En el 2002, so capa de la “guerra antiterrorista”, se llevaron a cabo simulacros de combate contra eventuales guerrillas urbanas en escala sin precedente en los EE.UU.: unos 13.500 efectivos del ejército, la marina, la fuerza aérea y el cuerpo de marines fueron entrenados para el caso en 26 puntos del país (AFP, 24-7-02). Se han realizado centenares de operativos de esta naturaleza bajo la conducción del Comando conjunto de operaciones especiales del Pentágono. Que, en efecto, ha diseñado “planes de guerra” que ejecutarían el Comando Norte y el Departamento de Seguridad Interior si se produce un nuevo ataque terrorista en suelo norteamericano (prisonplanet.com, 29-1-05). Uno de esos programas, bautizado Power Geyser, data de 1997 y fue ampliado después del 11/9. Sus grupos comando son como los que combaten contra la insurgencia afgana o iraquí, pero su tarea está centrada en el país (The New York Times, 24-1-05).
Esta información se hizo pública por primera vez a mediados de enero de este año: apareció en el libro titulado Code Names: Desciphering U.S. Military Plans, Programs and Operations in the 9/11 World. Su autor, William M. Arkin, ex analista de los servicios de espionaje del ejército estadounidense, advierte que en planes de contingencia como el JCS Conplan 0300-97 se han previsto “misiones extralegales para combatir al terrorismo en EE.UU”. En un artículo publicado en Los Angeles Times (23-11-03), Arkin señalaba ya que “bajo la bandera de la ‘seguridad interior’, las comunidades militares y de Inteligencia están introduciendo cambios de largo alcance que tornan borrosas las fronteras entre el terrorismo y las crisis de otro tipo y que anulan las barreras erigidas hace mucho contra toda acción y vigilancia militares dentro de EE.UU.” Crisis de otro tipo pueden ser las sociales, ¿verdad? Y el complejo militar-industrial, como lo bautizó Eisenhower, afila su tecnología de avanzada para esos fines. En Irak ya se utilizan artefactos acústicos que pueden emitir tonos agudísimos y causar dolor y hasta sorderas permanentes (Los Angeles Times, 8-8-04), pronto habrá pequeños “superdirigibles” de vigilancia que podrán volar más alto que los aviones comerciales (NBC, 27-8-05) y la megaempresa Honda ha fabricado un humanoide con futuro policial. Cubre 100 metros en 2 minutos y quien quiera verlo correr, puede visitar el sitio world.honda.com/HDTV/ASI MO. Comprobará que lo simpático no quita lo siniestro.

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