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Castro sigue peleando contra Castro mientras suma años y aumenta kilos

Locomotora “perdió bien” ante el kazajo Jirov haciendo la suya: dar ventajas de preparación y envergadura, pero poniendo coraje y astucia. No está acabado.

Por Daniel Guiñazú

Después de su previsible derrota ante el kazajo Vassily Jirov, ¿puede afirmarse que llegó a su fin la extensa carrera de Jorge Fernando “Locomotora” Castro? De ninguna manera. Que el santacruceño haya perdido con amplitud el viernes por la noche en Phoenix, Arizona y que haya fracasado en su intento de conseguir el título mundial de los cruceros de la Federación Internacional, ni lo retira para siempre de los rings ni lo aparta de su gran objetivo: volver a ser otra vez campeón del mundo. Que pueda llegar a conseguirlo es materia muy diferente. Pero Castro no va a bajar los brazos, por más que tenga 34 años y 131 peleas profesionales sobre su espalda. Es posible asegurarlo.
“Locomotora” subió dándole ventajas a Jirov. Y era consciente de ello. Sabía de antemano que pegaba menos que el zurdo kazajo y que sus 11 centímetros menos de estatura (1,86 m contra 1,75 m) lo condicionaban a una estrategia de pelea de la media distancia hacia adentro. Pero ni siquiera ese handicap melló su espíritu inagotable de guerrero. Castro se le atrevió a Jirov como si los 27 nocauts sobre 30 victorias que registraba su record, fueran un detalle indigno de tener en cuenta. Y no sólo logró friccionar el trámite. También puso algunas pocas buenas manos. En el sexto round, dos ganchos de zurda desestabilizaron a Jirov y lo obligaron a un retroceso inesperado. Le faltó rollo a Castro para apurar y forzar la definición. Pero su deficiente condición atlética, también figuraba en el libreto previo de un combate que tenía el resultado cantado. Y ese volvió a ser su límite. Contra eso no pudo.
Con el hombro derecho infiltrado, con los nudillos del puño derecho doloridos, con una pierna resentida, con un abdomen demasiado prominente, con escaso aire en los pulmones, la figura inarmónica del santacruceño parecía la de un aficionado ocasionalmente dedicado al boxeo y no la de un ex campeón del mundo aspirante a otra corona. Mientras el físico de Jirov daba la impresión de haber sido especialmente creado para que encaje dentro de los 86,183 kg, límite de los cruceros, el de Castro llegó hasta allí a fuerza de descuidos, cerveza a discreción y de un trabajo poco exigente en el gimnasio. Y lo terminó pagando. Con Julio García y Alberto Andrada en el rincón, estuvo mejor asistido que hace 13 meses cuando en Alemania, dos de sus hermanos y el doctor Walter Quintero lo acompañaron en la derrota ante el cubano Juan Carlos Gómez. Pero Castro es como es. De última, él siempre hace lo que quiere sin escuchar más que a sí mismo. Y las críticas lo traspasan sin dejarle material para la autorreflexión.
Si el objetivo de “Locomotora” era terminar de pie sin hacer papelones y conseguir una derrota digna a cambio de 60 mil dólares de bolsa, la misión quedó cumplida con creces. Ratificó en el exigente mercado de los EE.UU. su condición de guapo como pocos, es uno de los cuatro que pudo finalizar en pie ante Jirov y el traspié, octavo en su carrera, de ninguna manera oscurece una trayectoria impresionante y hasta le mantiene abiertas las puertas rumbo a una nueva chance potencial entre los supermedianos y los mediopesados, categorías en la que su físico da menos ventajas que entre los cruceros.
Ahora, si la idea era venirse con el título del mundo, Castro quedó en falta. El coraje es un requisito necesario, pero no suficiente. Y el santacruceño debería haber pretendido algo más que aguantarle 12 rounds a un noqueador fulminante. Se conformó con poco, una pena.

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