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Ultima imágen de Melconian en vísperas del naufragio

El economista que Menem había elegido para Economía hizo una exposición autojustificatoria en IDEA.

 Por Cledis Candelaresi

Carlos Melconian sólo pudo compartir con Guillermo Calvo la tribuna caliente preparada por IDEA para el debate central del coloquio empresario. Roberto Lavagna faltó a la cita en la que se esperaban cruzar argumentos en torno a las propuestas económicas para un futuro gobierno. A pesar de reiterar hasta el cansancio que es un técnico, Melconian, en su discurso de despedida como candidato al Palacio de Hacienda fue claramente político. Subrayó las marchas y contramarchas de la política oficial en materia de tarifas, compensaciones a los bancos y otras “peleas y arreglos” acontecidos en el último año. Y admitió que hay cierta recuperación económica, pero la tildó de “discriminatoria”. Frustrando las expectativas, Lavagna no estaba para responderle.
A las 17, puntualmente, Melconian estuvo en el salón de la Bolsa de Comercio de Rosario, contrariando las versiones de que no vendría a explicar en público las líneas de un plan económico que la renuncia de Menem al ballottage transformaban en letra muerta. “Es un día raro. Pero cuando venía para acá pensé que lo que tengo que decirles es independiente de lo que pase el domingo”, admitió al comienzo de su discurso, poco después de que Calvo hablara sobre las buenas perspectivas de la economía latinoamericana.
Antes de señalar las falencias de la política lavagnista, el consultor reiteró en público cómo fue su ligazón con el ex presidente, desde que este lo convocara a La Rioja hace siete meses, hasta el ofrecimiento para ser su ministro de Economía en un virtual tercer mandato. Después de esta explicación, ofrecida casi a modo de disculpa ante el auditorio empresario, Melconian apuntó algunos problemas de la situación económica actual, entre ellos que “el poder de compra está un 30 por ciento debajo del de 1989” y que “la economía produce tanto como en 1992”. Reconoció, sin embargo, cierta recuperación, aunque la consideró “discriminatoria”: “un cuarto del PBI está mejor, pero el resto flota y el superávit fiscal sólo existe porque hay un derrumbe de las importaciones”, advirtió.
Después del diagnóstico, hizo un rápido bosquejo de lo que hubiera sido la receta menemista para mejorar la economía. El programa económico, que ayer no tuvo demasiado tiempo de desgranar y que ya no tendrá posibilidades de intentar, debería construirse sobre las siguientes directrices: independencia del Banco Central, “despolitización” de la Administración Federal de Ingresos Públicos; el ajuste gradual de las tarifas públicas “en función del compromiso de inversión futura de las empresas” y el análisis contrato por contrato de cada privatización. Todas pautas bastante similares a las que podrían haberse escuchado en boca de Lavagna, si hubiese aceptado el convite de debatir ayer en público.
Melconian se reservó para el final una disculpa por no marcar más a fondo las diferencias con Lavagna. “Ustedes saben, el entorno me pide: salí a pegar, salí a pegar. Pero no es mi estilo. A veces, se confunde mi temperamento y vehemencia con agresividad política y no es así.” Fue poco antes de arrancar los últimos aplausos de la jornada empresaria.

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Carlos Melconian, economista bien visto y aplaudido por el establishment pese al traspié político.
 
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