ECONOMíA › PROPONEN SANCIONAR A LOS DIRECTIVOS DE LOS BANCOS

Les apuntaron a los “intocables”

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Una de las medidas incluidas en las decisiones adoptadas en París por los 15 países de la eurozona apunta a sancionar a los directivos de los bancos o las instituciones financieras que están o fueron a la quiebra. Esa mención en un documento oficial es inédita. Hasta hora, esos señores de las finanzas eran intocables, gozaban de tales niveles de impunidad que ni siquiera el naufragio de las instituciones que dirigían los alcanzaba. Stanley O’Neal, presidente de Merrill Lynch, se fue de la empresa luego de que, el año pasado, ésta registrara las pérdidas más abismales de su historia. Como regalo por su eficacia, O’Neal se llevó 161 millones de dólares de indemnización. Ni control durante el mandato ni responsabilidad posterior.

Los ejecutivos de estas catedrales de la quiebra universal escapan a las comunes reglas que rigen la conducta humana. Sus sueldos no solo son millonarios sino que también poseen beneficios colaterales bajo la forma de bonos u opciones sobre las acciones, que les permiten sacar jugosos beneficios incluso si la empresa se hunde. Así por ejemplo, el director general del banco francés Société Générale, Daniel Bouton, realizó una jugosa plusvalía de dos millones de dólares en apenas cuatro meses vendiendo las acciones de su grupo conseguidas con el método de la opción sobre las acciones, las llamadas “stock-options”. Detalle esencial: la Société Générale no sólo perdió 25 por ciento de su valor en la Bolsa en los últimos seis meses sino que, además, provocó un colapso financiero. Este año, uno de sus operadores, Jerôme Kerviel, le hizo perder al banco 6 mil millones de euros lanzando operaciones ficticias en los mercados.

Los beneficios “post mortem” de la empresa se llaman “paracaídas de oro”. The Institute for Policy Studies and United for a Fair Economy reveló en un informe que en 1976 los ejecutivos y dirigentes de los gigantes norteamericanos de las finanzas ganaban 36 veces más que el resto de los empleados. En 1989 esa proporción subió a 71 veces y, el año pasado, la ganancia trepó a 275 veces más.

Los beneficiarios de los “paracaídas de oro” están hoy en el centro de la vendetta popular y de los gobiernos. Nicolas Sarkozy consiguió que el director del banco franco belga Dexia, Axel Millar, no cobrara la indemnización de más de tres millones de euros definida en su contrato. El presidente francés condicionó el rescate de la entidad a que ningún miembro de la dirección cobrara recompensas estrafalarias. La misma situación se produjo en otra entidad salvada por la intervención de los Estados, Fortis, el grupo belgaholandés. Su director, Herman Verwilst, iba a irse con más de siete millones de dólares bajo el brazo en momentos en que los Estados europeos estaban financiando con fondos públicos su supervivencia. La desregulación y la impunidad dentro del sistema nunca habían llegado tan lejos como hoy. En los últimos cinco años, Merrill Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers, Bear Stearns y Citigroup, es decir, las cinco firmas financieras más importantes de Wall Street, pagaron cerca de cuatro mil millones de dólares a sus directivos. Son justamente esos ejecutivos quienes embarcaron al mundo en el pantano financiero en el que está hoy.

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