EL MUNDO › MENú DE MARISCOS Y PREGUNTAS INCóMODAS PARA RECIBIR A OBAMA

Piñera respaldó el bombardeo

Obama debió responder sobre la responsabilidad de su país en casos de violaciones de derechos humanos, y en particular sobre el asesinato en Washington del ex canciller Orlando Letelier.

 Por Christian Palma

Desde Santiago

A las 13.10 de ayer, el Air Force One tocó suelo chileno. Trece minutos más tarde, Barack Obama, descendió de la aeronave, convirtiéndose en el quinto presidente de los Estados Unidos en arribar al país más austral del mundo.

Escoltado por su esposa Michelle, sus dos pequeñas hijas y algunos familiares, el líder de la principal economía del mundo recibió honores de Estado en el Aeropuerto Internacional de Santiago; luego, en una numerosa comitiva –rodeada de agentes de seguridad–, se dirigió raudo a La Moneda.

Mientras tanto, dos mil quinientos policías, mezclados con los agentes secretos norteamericanos y algunos francotiradores apostados en los edificios más altos del centro cívico de esta capital, resguardaban las inmediaciones del palacio gubernamental, cuyo perímetro está bloqueado desde la tarde del domingo. Nadie puede acercarse a la casa presidencial a menos que posea las credenciales otorgadas con celo por el Departamento de Comunicaciones del gobierno.

La idea es mantener las protestas espontáneas arrinconadas lejos de las zonas por donde pasará la comitiva diplomática. Ayer, distintos grupos se manifestaron en contra del presidente estadounidense, de su política internacional, del bombardeo de Libia y de la instalación de plantas nucleares en Chile.

En La Moneda, el anfitrión, Sebastián Piñera, no podía ocultar la alegría en su rostro ante la importancia de la visita. Ambos mandatarios caminaron por una alfombra roja, flanqueados por sus esposas, que fuera de protocolo saludaban a los asistentes. Los himnos nacionales de ambos países retumbaron en cada rincón del palacio. Más apretones de manos, saludos a las cámaras, y a trabajar.

Antes de que el presidente de EE.UU. pronunciara el discurso oficial, ambos mandatarios ofrecieron una rueda de prensa. Piñera fue el primero en tomar la palabra y destacó los acuerdos (económicos, de investigación nuclear y educación, entre otros) a firmarse con su par estadounidense. Aprovechó la ocasión para negar de plano que exista un proyecto para construir una central nuclear. “Chile no va a construir ni va a planificar construir ninguna central de energía nuclear durante nuestro gobierno”, aseguró Piñera.

Obama, por su parte, destacó a Chile como líder regional y resaltó el rescate de los 33 mineros de Atacama. “Chile es uno de los grandes éxitos de esta región. Ha construido una democracia firme, ha sido una de las economías más abiertas y de más rápido crecimiento en todo el mundo. El espíritu y la fuerza del pueblo chileno, especialmente después del terremoto del año pasado, ha inspirado a pueblos en todo el mundo”, afirmó.

Como era de esperar, la situación en Libia no escapó a las preguntas. Obama justificó el ataque con misiles contra los reductos de Khadafi. “No podemos quedarnos de lado, con palabras huecas, si un líder que ha perdido su legitimidad decide utilizar las fuerzas armadas contra su propio pueblo”, sostuvo.

Piñera respaldó a su colega norteamericano. “Hoy día el tema de la democracia y de los derechos humanos no acepta fronteras (...) y, por eso, Chile respalda la iniciativa que han tomado las Naciones Unidas a través de su Consejo de Seguridad, la OTAN y al Liga Arabe de hacer lo que sea necesario para terminar con una verdadera matanza que está ocurriendo con los civiles libios...Una persona que ha bombardeado a su propio pueblo no merece seguir gobernando a ese pueblo”, sostuvo el mandatario chileno.

Otra pregunta que incomodó a Obama fue sobre la responsabilidad de su país en casos de violaciones de derechos humanos, como el asesinato en Washington del ex canciller Orlando Letelier, en 1975, y el aporte a la investigación de la muerte del ex presidente Salvador Allende en 1973 o el apoyo a la dictadura de Pinochet.

Obama dijo que su país está y estará disponible para entregar toda la información que se requiera para esclarecer los casos que involucren a su país. “Es muy importante saber cuál es nuestra historia. La historia a veces ha sido extremadamente difícil. Hay que comprenderla y lograr mayor claridad sobre la misma, pero no podemos quedarnos atrapados por la historia”, dijo.

Al respecto, Piñera informó que ese tema no fue abordado en la reunión previa a la conferencia y reiteró su compromiso con la democracia y los derechos humanos. “Prueba de ello es que su gobierno presentó una querella ante las presunciones sobre el magnicidio del ex presidente Eduardo Frei Montalva y afirmó que actuará de la misma forma si surgiera una presunción respecto al posible asesinato de Salvador Allende,” dijo.

Más tarde, Obama, ofreció su discurso para las Américas, que coincidió con el quincuagésimo aniversario del mensaje de la Alianza para el Progreso que lanzó John F. Kennedy en marzo de 1961 en la Casa Blanca. “Somos todos americanos”, dijo Obama en castellano –en una de las frases más llamativas de su discurso–, resaltando que los países del continente tienen todos “una historia común, y ahora es momento de que afronten con esa convicción el futuro que les espera”.

El gobernante sostuvo que lo propuesto por Kennedy fue apropiado para esa era; sin embargo, “las realidades de nuestra era exigen algo diferente”.

“Latinoamérica no es el viejo estereotipo de una región en conflicto perpetuo (...) El mundo debe reconocer que es una región dinámica, creciente, que está en paz. (...) Las guerras civiles han terminado... Hoy Latinoamérica es democrática y cada vez está contribuyendo más a la paz y la seguridad global, los países de la región han ayudado a prevenir conflictos”, destacó.

Terminado el discurso, Obama se dirigió al Hotel Sheraton para continuar con otras reuniones bilaterales. Al final del día, regresó a La Moneda, donde asistió a una cena de gala, donde compartió con 400 ilustres invitados un menú de vino y mariscos chilenos.

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Los presidentes de EE.UU. y de Chile en La Moneda.
Imagen: EFE
 
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