EL MUNDO

Cómo ponerle música y baile a diez años de lucha zapatista en la selva

Por Hermann
Bellinghausen *
Desde Oventic, Chiapas

“Hoy se cumplen 10 años que estamos en guerra; 10 años de lucha y resistencia como pueblos indígenas; 10 años de vivir bajo la amenaza y el cerco militar y paramilitar que han organizado los gobiernos contra nuestros pueblos.” El mensaje leído en Oventic ante las autoridades autónomas de toda la región de los Altos va dirigido a los indígenas zapatistas y todas sus autoridades y equipos de trabajo en la resistencia. A la sociedad civil nacional y del mundo, “los que están aquí y los que no están presentes, pero de alguna manera nos apoyan”. A los medios de comunicación. A todos en especial.
El sonido de un caracol indicó el inicio de la ceremonia, precedida por un baile que llevaba varios días y continuaría enseguida. La luz de los petardos perfora la niebla y estalla metros arriba como a través de un vidrio traslúcido. Producen la sensación de tronar más fuerte, como si lo borroso de las nubes a ras del suelo les aumentara el volumen. Los pueblos, expresa la voz de un indígena que a eso de la medianoche lee el mensaje, “se levantaron contra toda clase de injusticias”, y señala que todos los trabajos que los pueblos han hecho en los municipios autónomos “han sido en la resistencia”.
En el estrado del caracol Resistencia y Rebeldía por la Humanidad, teniendo a sus espaldas unos 60 representantes de los pueblos tzotziles de los Altos vestidos con galas de autoridad, bastones de mando y sombreros de palma festoneados de listones de todos los colores, un joven campesino de rostro cubierto (igual que los demás indígenas presentes) proclama, tras una modesta mesa de madera: “Hemos podido avanzar en nuestra lucha, en nuestros diferentes trabajos. Durante este año de 2003 dimos pasos importantes en nuestra lucha”.
A seguir trabajando
El joven menciona el nacimiento de los caracoles (centros de reunión) y las juntas de buen gobierno y lamenta que “los que tienen que gobernar” el país no vean lo que ocurre realmente aquí. “Se han formado más municipios autónomos y se organizan los diferentes trabajos para fortalecer nuestra resistencia.” Por eso, pide “a los compañeros y compañeras de toda la región y los municipios” que, sencillamente, sigan trabajando. “Sólo en la existencia en rebeldía podemos ir construyendo nuestra autonomía.”
Se ha desarrollado un “programa” que se inició con la presentación de la bandera nacional, seguida por la zapatista, a cargo de estudiantes de la escuela autónoma. Los asistentes ya entonaron el Himno Nacional. Y el zapatista. O lo que va de “Mexicanos al grito de guerra” a “Ya se mira el horizonte”. “Saludamos y agradecemos el apoyo y la solidaridad de muchos miles de hermanos nacionales e internacionales. Por eso hemos podido sobrevivir durante 10 años de guerra. Por lo tanto les pedimos que luchen contra el enemigo común, que es el neoliberalismo... que está dejando muchos millones de pobres en el mundo entero.”
Los zapatistas de los Altos llamaron a que los grupos que los han respaldado y acompañado estos años sigan la lucha en sus lugares y lo hagan allí cada día mejor. Luego el mensaje es leído en tzotzil con lentitud y sencillez que se antoja tímida, pues a diferencia del castellano, los énfasis en tzotzil no necesitan la exclamación. Desde el inicio del “programa” del festejo, una muchacha ha venido anunciado sus partes. “Y como siguiente número del programa –expresa ahora–, las consignas.”
Una salva de vivas por el caracol, por la resistencia por la humanidad y la vida. Concisas vivas a la comandancia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), a los pueblos. “Viva el primero de enero. Viva México. Viva el mundo”. Nada más.
Celebraciones caracoleras
La fiesta de Año Nuevo en el caracol de Oventic fue para los visitantes. Extranjeros casi tantos como nacionales, y sumados ambos, en número similar al de indígenas presentes. Ante un despliegue de autoridades indígenas muy grande y de toda la región de los Altos, los campesinos asistentes eran puros andreseros.
Festejos similares se han estado celebrando desde el pasado día 30 hasta hoy en los demás caracoles zapatistas en Chiapas (La Garrucha, La Realidad, Roberto Barrios y Morelia). En todos, con presencia de visitantes de la sociedad civil e indígenas de las regiones. Los judiciales del estado y federales habían pasado los días anteriores tratando de llevar la cuenta del número de visitantes a los caracoles. Según sus cálculos, los más concurridos serían Oventic y La Garrucha. Quizás acertaron. Lo que ni periodistas ni policías pudieron prever fue que las bases de apoyo del EZLN mantendrían un bajo perfil, si bien alegres a su modo. ¿Anticlímax zapatista una vez más?
Entre los periodistas circulan diversos rumores. Que mientras estamos aquí en esta fiesta discreta, los zapatistas estarían tomando San Cristóbal. Que lo declararán municipio autónomo. Que el ejército mexicano está listo para movilizarse. Que habrá una marcha, como el año pasado. Que se espera alguna sorpresa, pues, ¿dónde está la gente? Algún reportero comenta:
–Hace 10 años estábamos aquí en Chiapas preguntándonos qué chingados estaba pasando.
Ante las perplejidades reinantes, un fotógrafo que andaba aquí ya en enero de 1994 agrega:
–Igualito que ahora.
Más allá de la exageración obvia, esta réplica subraya que los zapatistas son impredecibles. De pronto, y en su mero cumpleaños, los pueblos zapatistas parecen quietos y casi silenciosos, luego de que llevan varios meses en intensa actividad para cimentar la autonomía.
La marimba y la batería vienen esta noche reforzadas por trompeta y saxofón, fusionando el son tzotzil tradicional, la música de banda de pueblo, la cumbia y una suerte de primitivo jazz. Los danzantes, muy jóvenes en su mayoría, procedentes de Estados Unidos, el País Vasco y otras partes del Estado español, Italia, Alemania y diversas ciudades dela República Mexicana, están muy contentos. Forman culebras que intentan girar en caracol bailando. Los punks de Oaxaca y el Distrito Federal, refulgentes a rabiar de estoperoles y cabelleras color malva, bailan un slam extrañamente sosegado.
Los indígenas zapatistas ponen la música, la pista de baile, las palabras y la razón de ser. La fiesta es para todos. Nada más.

* De La Jornada, de México. Especial para Página/12.

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Indígenas zapatistas mezclan estilos e instrumentos en su noche de Año Nuevo en Oventic.
 
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