EL MUNDO › HUGO CHAVEZ VOLVIO CON UN DISCURSO MODERADO, AUNQUE DENUNCIO “TRAICIONES”

A Dios rogando y con el “muchachito” dando

Esgrimiendo alternativamente un crucifijo y un ejemplar de bolsillo de la Constitución Bolivariana –a la que apoda “el muchachito”– el restaurado presidente venezolano Hugo Chávez dijo que su revolución no se detendrá y que se sostiene “sobre el pueblo y las FF.AA.”.

“A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César y al pueblo lo que es del pueblo.” A las cuatro de la mañana del domingo, luego de escuchar el decreto por el que el vicepresidente Diosdado Cabello lo devolvía a la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, sin poder evitar, antes de hablar, abrazar frente a las cámaras a sus colaboradores más cercanos, Hugo Rafael “César” Chávez Frías reasumió su cargo y, a pesar del cansancio, dio un discurso de una hora, acompañado de una tribuna que lo aplaudía de pie ante cada pasaje fuerte de su discurso. “Estoy estupefacto. Acabamos de hacer una contra-contrarrevolución”. Con un Cristo, una edición de bolsillo de la Constitución Bolivariana y un café en su mesa, Chávez pidió “calma” pero no se privó de atacar duramente a los medios de comunicación venezolanos y de agradecer a la prensa extranjera por la cobertura de los hechos. En lo concreto, anunció la renuncia de la plana mayor, puesta por él, de Petróleos de Venezuela (PDVSA), cuyo conflicto terminó derivando en el intento golpista, y la creación de un Consejo Federal de gobierno en el que incluirá a otros sectores políticos. En la madrugada y por la mañana, los destrozos y saqueos fueron masivos en la zona oeste, pobre, de Caracas.
Después del discurso, Chávez se fue a descansar y por la tarde viajó en helicóptero a las unidades militares de Maracay, localidad a 80 kilómetros de Caracas, donde comenzó el levantamiento militar que rechazó el golpe desde dentro de las Fuerzas Armadas. Algunos de los comandantes de Maracay son compañeros políticos de Chávez de la primera hora (ver pág. 5). “Dios bendiga a los soldados de Venezuela que hicieron posible junto al pueblo la reivindicación de la dignidad nacional, la restitución de la Constitución que pretendió ser violada, la restitución del presidente de la República y la restitución de todas las instituciones”, declaró allí.
Luego de los rumores sobre contradicciones entre el comando del Ejército que había quitado el apoyo a Carmona y el de la Armada que mantenía detenido a Chávez, la situación ayer parecía calma en cuanto a las cuatro Fuerzas Armadas, incluyendo a la Guardia Nacional. En cuanto al ex “presidente interino” y líder empresarial Pedro Carmona Estanga, sigue detenido en Fuerte Tiuna y, al igual que Chávez cuando estaba recluido allí, pidió la presencia de monseñor Baltazar Borrás, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, para que garantizara su seguridad.
Desde los disturbios que comenzaron con la manifestación antichavista del jueves quedaron un total (según cifras oficiales) de 45 muertos y 323 heridos, además de numerosos destrozos y saqueos en casas y comercios. “Se han sofocado 45 incendios en locales comerciales e industriales. Seguramente habrá más víctimas porque todavía no hay funcionarios de seguridad en las calles”, declaró ayer José Arévalo, inspector de Servicios de los Bomberos Metropolitanos, tras agregar que los saqueos “todavía persisten” en algunas zonas de Caracas. El alcalde de Libertador (distrito de Caracas), Freddy Bernal, del que se dijo que había sido asesinado durante las horas que duró el golpe de Estado, llamó a los caraqueños a mantener la calma. “Haber triunfado no significa pasar factura. Vamos a continuar sin atropellos”, señaló. Bernal también dijo que estará a disposición para la investigación sobre los sucesos del jueves en la tarde, cuando supuestos partidarios del gobierno dispararon contra la marcha que encendió la mecha del golpe.
En su discurso de madrugada, en el que pretendió ser breve pero no pudo evitar hablar al menos una hora, Chávez dijo que lo que había pasado “es inédito en la historia de nuestro país y del mundo”. Explicó que “la Revolución Bolivariana no la detendrá nada ni nadie” y remarcó que “se ha escrito, y no lo digo con grandilocuencia sino que es una estricta verdad, una página histórica de nuestra historia”. Más carismático que nunca, alternó la solemnidad con los chistes, las anécdotas con los “muchachos” (soldados) que lo custodiaban en su detención, las apelaciones al”corazón”, el “alma” y las “entrañas” de Venezuela y su concepción del poder: “La Revolución tiene dos pilares: el pueblo y las Fuerzas Armadas”. Además del pueblo y las Fuerzas Armadas, allí estaban Dios y la Constitución. Blandió la cruz varias veces, y la más firme fue cuando les pidió a los medios de comunicación privados que “reflexionen, que entiendan lo que está pasando y que se rectifiquen”, volviendo al esquema de la conspiración mediática. La Constitución la dejó para las apelaciones directas hacia sus opositores, a quienes les recomendó que “se organicen, que discutan, hagan propuestas, pero háganlo de manera seria”. No hizo ninguna referencia a Carmona, ni al otro líder de la manifestación del jueves, el sindicalista Carlos Ortega, y sólo se refirió a algunos militares como “traidores”, pero sin elevar el tono.
Reconociendo que él también tenía razones para rectificarse, anunció que aceptó la renuncia del presidente de PDVSA, Gastón Parra, y se presupone que iniciará negociaciones para desactivar un conflicto que en definitiva, en la superficie, desató el golpe. En cuanto a la especie de mesa de diálogo, aún no hay definiciones. Primero Justicia (PJ), partido heredero del antiguo Copei socialcristiano, única pata partidaria visible del golpe y que cuenta con seis de los 165 escaños de la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral), insistió en que la salida pasa por la renuncia de toda la institucionalidad chavista. Por ahora, deberán observar que el César ha vuelto: con Dios como guía, las Fuerzas Armadas como instrumento y el pueblo como destinatario.

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El presidente Hugo Chávez en dos de las numerosas ocasiones en que esgrimió el crucifijo y la Constitución en su discurso de una hora.
 
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