EL MUNDO

Las bombas accidentales que gatillaron la masacre

Clive Fairweather, subcomandante del regimiento de fuerzas especiales británicas que recuperó la Embajada de Irán en Londres en 1980, analiza en esta nota por qué todo salió mal en Osetia del Norte.

Por Raymond Whitaker *

Fuerzas de seguridad rusas admitieron ayer que el gatillo para el confuso y sangriento desenlace de la toma de la escuela de Beslán fue probablemente accidental, poniendo en un relieve más drástico las fallas de su respuesta. Mientras los trabajadores de rescate llegaban a un acuerdo con los terroristas para recoger los cadáveres que habían estado yaciendo al aire libre desde el comienzo de la toma, dos explosiones se registraron en el gimnasio de la escuela. Aunque funcionarios de seguridad dijeron inicialmente que éste era el comienzo planificado de una masacre de los cientos de escolares mantenidos cautivos dentro del gimnasio, ayer admitieron que la detonación accidental de la primera bomba probablemente gatilló la de la segunda, arrojando a los secuestradores y a las fuerzas de seguridad rusas en la confusión.
El caos fue empeorado por la presencia de civiles armados entre la multitud de familiares y curiosos que se habían congregado en la escena. Habiéndoseles permitido llegar demasiado cerca de la escuela, los civiles abrieron fuego y la situación de espera dio lugar a una batalla, empeorando una situación ya confusa. Las fuerzas de seguridad encontraron imposible distinguir entre rehenes, terroristas y autodesignados vigilantes civiles. Esta confusión seguramente aumentó el número de muertos. La falla final, y una de las peores, fue la falta de ambulancias que estuvieran a la espera de los acontecimientos en el lugar. Mientras docenas de chicos salían, muchos de ellos en muy malas condiciones, padres desesperados los llevaban en sus brazos a automóviles privados, y empujaron otros vehículos de emergencia fuera de su camino para despejar un área para las ambulancias cuando finalmente llegaron.
Clive Fairweather, subcomandante del 22º Regimiento SAS de fuerzas especiales británicas que produjo un dramático final a la toma de la Embajada de Irán en Londres en 1980, dijo a este diario que las explosiones accidentales del viernes dentro del gimnasio volvieron las cosas más difíciles para las fuerzas especiales rusas. “Se vieron obligadas a montar una respuesta improvisada –estimó–. Esto siempre va a ser menos exitoso que un plan elaborado de antemano, que normalmente es ejecutado en la oscuridad, usando la superioridad de los visores nocturnos.”
“Es probable que la mayoría de los niños muertos ya lo estuvieran antes de que las fuerzas especiales forzaran su entrada a la escuela. Parecería, sin embargo, que el cordón interior y exterior de policías y milicias podría haber estado mejor coordinado, ya que algunos terroristas pudieron atravesarlos y escapar.” La falla de no tener ambulancias en el lugar, dice Fairweather, parece haber sido un “descuido escandaloso”, comparable a la toma del teatro de Moscú en 2002, cuando fuerzas especiales introdujeron en el lugar un gas que no había sido probado antes de tomar el teatro por asalto. Más de 120 rehenes murieron junto con 33 terroristas, principalmente debido a la falta de preparación adecuada para tratamientos médicos de emergencia.
“El punto de partida es que el hecho de que tantos rehenes emergieran vivos de un gimnasio atestado de explosivos y de un perímetro sembrado de minas es un milagro en sí mismo –dijo el ex hombre de las SAS–. Para comparación no tenemos más que mirar a Dunblane hace ocho años, cuando un hombre armado sólo con pistolas logró semejante carnicería de inocentes en un gimnasio en cuestión de minutos.” Fairweather no cree que sea justo hacer comparaciones con el exitoso desenlace de la toma de la Embajada de Irán, cuando los 19 rehenes que quedaban fueron rescatados sin un rasguño y cinco de los seis terroristas fueron muertos. “Veinticuatro años después hay diferencias, por ejemplo las cantidades de terroristas y rehenes en cuestión”, sostiene.
“No hay comparación entre lo que las fuerzas británicas están acostumbradas a combatir y lo que los rusos han estado enfrentando en añosrecientes. Desde que los chechenos empezaron a usar atacantes suicidas desde mediados de los años 90 en adelante, y especialmente después de los ataques del 11 de septiembre, los presidentes Vladimir Putin y George Bush han estado enfrentando a un enemigo muy diferente e implacable.”
“El alcance de la prensa internacional también ha cambiado con los años, permitiendo a millones de personas mirar, pensar y juzgar el aparente caos mientras se desarrolla. La verdad es que la mayoría de las operaciones militares son caóticas, pero gracias a los medios, políticos y militares tienen ahora mucho menos margen de maniobra, y el desenlace es duramente juzgado en términos de bolsas de cadáveres.”
Concluyendo que “el dado estaba probablemente cargado de manera pesada contra el Ministerio del Interior ruso desde el primer momento”. Fairweather sostiene: “Los terroristas siempre tienen la ventaja. Lo que va a ser mucho más crítico es el juicio del mundo sobre el frío cálculo de los terroristas de apuntar a tantos chicos”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Vladimir Putin con el ministro de Emergencias, Sergei Shoygu, en su visita a Beslán.
Las fuerzas de seguridad encontraron imposible distinguir entre rehenes, terroristas y vigilantes.
 
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