EL MUNDO › OPINION

La larga marcha del Frente

Por Jorge Rivas *

“En mi país somos duros, el futuro lo dirá”, cantaba Alfredo Zitarrosa cuando el terror de la dictadura militar se abatía sobre el pueblo oriental con saña semejante a la que padecíamos sus hermanos de la región. Fueron duros, en efecto, los uruguayos que ya habían elegido el camino de la militancia por una sociedad democrática y justa. Soportaron cárcel, persecuciones, exilios, sin aflojar, sin bajarse de sus convicciones ni de su empeño, sin abandonar su proyecto de consolidar la herramienta política que llegado el día les permitiría alcanzar por fin el gobierno del paisito. Fue duro el general del pueblo, Líber Seregni, que había contribuido a fundar el Frente Amplio en 1971 y que fogoneó la resistencia desde la prisión a lo largo de diez años.
Fueron inteligentes, también, los uruguayos que habían optado por la causa popular. Entendieron que el camino que debían recorrer era el de la unión en la diversidad, el de la incesante y paciente acumulación de fuerzas, el de la coherencia política. Su organización, el Frente, ya convertido en un modelo admirado por el conjunto de las fuerzas progresistas de América latina, ganó la intendencia de Montevideo cuando se inauguraba la década de los ’90, terrible para los trabajadores del mundo entero y también para sus expresiones políticas. Sin embargo, la coalición consiguió en la gestión municipal mantener su perfil ideológico, y empezó a crecer desde la capital hacia el interior, que hasta entonces le había sido renuente.
Consecuentes, los uruguayos que ya adherían al Frente Amplio, y otros que aún no lo habían hecho y que probablemente sí lo hicieron en las presidenciales del domingo, rechazaron con su voto la privatización masiva de empresas públicas en 1992, y en particular la de la Administración Nacional de Combustibles a principios del año pasado. La existencia de una izquierda fuerte, unida, coherente, flexible, democrática, que discutía de igual a igual con el poder económico interpretando fielmente a su pueblo, marcaba una diferencia clara a favor de los uruguayos en una época en que el desmantelamiento de los Estados era la norma en América del Sur.
Con una avalancha de votos, el Frente Amplio acaba de completar ahora la larga marcha que emprendió hace treinta y tres años. Para ello tuvo que aprender a abandonar todo sectarismo, a interpretar cada vez a más uruguayos, a incluir, a contener. Supieron los compañeros del Frente dirimir sus diferencias preservando la coalición, supieron no depender de liderazgos más o menos afortunados, supieron crecer sin urgencias. Por todo ello la izquierda uruguaya está a punto de empezar a gobernar, indemne y pujante a pesar de las sacudidas del camino, curtida por las batallas políticas, humilde a pesar de la victoria. Su historia permite augurar otra exitosa larga marcha.

* Presidente del bloque Socialista de la Cámara de Diputados.

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