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La historia de las ocupaciones militares en el Tercer Mundo muestra que no traen ni democracia ni seguridad. Las frases “no podemos cortar e irnos”, “hay que seguir hasta el final”, “piensen en nuestra reputación”, son las mismas que se escucharon durante la escalada en Vietnam, cuando algunos dijeron que había que retirarse. El resultado de no cortar e irnos fueron 58.000 norteamericanos y cientos de miles de vietnamitas muertos.
El único argumento racional para quedarse en Irak es que las cosas serían todavía peores si nos vamos. En Vietnam nos prometieron un baño de sangre si nos retirábamos. No ocurrió. Nos dijeron que si no tirábamos la bomba en Hiroshima tendríamos que invadir Japón y sufrir enormes bajas. Ahora sabemos, como se sabía entonces, que eso no era cierto. Lo cierto es que nadie sabe qué pasará si los EE.UU. se retira. Enfrentamos la elección entre un caos cierto si nos quedamos y la incertidumbre si nos vamos.
Un escenario razonable para retirarnos sería que la ONU forme un grupo internacional de paz y de negociadores árabes para sentar a chiítas, sunitas y kurdos a negociar un gobierno compartido. Al mismo tiempo, la ONU debe hacer envíos de comida y medicinas de EE.UU. y otros países, y de ingenieros para la reconstrucción.
Lo que sí hay que evitar es que Estados Unidos, que destruyó Irak y causó tal vez un millón de muertos en dos guerras y un bloqueo de una década, juegue cualquier rol importante en el futuro de ese país. Si no, seguramente florecerá el terrorismo. Estados Unidos debe retirarse de Irak. Los países árabes y la comunidad internacional deben tratar de reconstruirlo en paz. Eso le daría una oportunidad al pueblo iraquí. La ocupación norteamericana no le da ninguna oportunidad.

* Autor de Una Historia del Pueblo Norteamericano y Vietnam: La Lógica de la Retirada.