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Storni colgó la sotana y echó culpas urbi et orbi

Perseguido por el escándalo, el arzobispo de Santa Fe escribió una renuncia que es un autorretrato: nula autocrítica y acusaciones por doquier. No zafa de comparecer ante la Justicia de los hombres.

Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe

Investigado por la Justicia, acosado por revelaciones públicas sobre su vida privada y envuelto en el escándalo, el arzobispo de Santa Fe, monseñor Edgardo Gabriel Storni, declinó su sede episcopal. Dieciocho años después de asumir un poder absoluto, el más alto dignatario de la Curia santafesina se despidió a su estilo. “Esta presentación de mi renuncia es un servicio pastoral más a la Iglesia que amo y he tratado de servir a lo largo de mi vida”, dice la carta del adiós que ayer se distribuía entre fieles y parroquias. Pero la pesadilla no terminó. Storni ya tiene cita con el juez penal de instrucción Eduardo Giovanini que ventila su conducta: el 2 de octubre deberá presentarse en Tribunales para dar explicaciones por las denuncias que pesan en su contra, entre ellas varias de ex seminaristas. El propio obispo había ofrecido –a través de su abogado Eduardo Jauchen– presentarse espontáneamente para hacer el descargo, el juez le tomó la palabra y fijó fecha de la audiencia para la semana próxima.
La carta de Storni corrió ayer como un reguero por Santa Fe. El tono, los giros y hasta el encabezado son conocidos. “Queridos hijos”, escribió el obispo. “Esta presentación de mi renuncia es un servicio pastoral más a la Iglesia que amo y he tratado de servir a lo largo de mi vida.”
“Me he adelantado a presentar libre y espontáneamente contra el consejo de tantos mi renuncia a la sede arzobispal santafesina, lo cual de ninguna manera (significa que) reconozca culpas ni acepte acusaciones. Mi único juez es el Señor. Espero la respuesta del Santo Padre a mi ofrecida renuncia y espero también de usted(es) la debida honestidad. Ni falsas lecturas ni torcidas interpretaciones. Lamento las miserabilidades de tantos y las perdono. Por otra parte, ‘por su fruto los reconocerán’ y los frutos están a la vista, en abundancia, no como obra mía y de mis leales colaboradores: presbíteros, laicos y religiosos, sino de la multiforme gracia de Dios que se sirve de instrumentos variados para que Cristo en su misterio pascual esté presente y actuante en el mundo’”, concluyó el arzobispo.
La renuncia de Storni está fechada en Roma, el 21 de setiembre. Pero se conoció recién ayer justo cuando su abogado, el doctor Jauchen, se cruzaba a Tribunales para notificarse de la cita del 2 de octubre. La semana pasada, Jauchen entregó en el juzgado un fax –despachado desde el Vaticano– en el que Storni se ponía a disposición del juez Giovanini y ofrecía presentarse espontáneamente para hacer su descargo. El artículo 299 del Código Procesal Penal de la provincia habilita a cualquier persona mencionada, aludida o denunciada en causa penal a ofrecer explicaciones. El magistrado sólo escucha. Y después decide. Nadie puede entonces descartar que la declaración –si se concreta– se convierta en indagatoria.
Las repercusiones de la caída del arzobispo fueron inmediatas. La periodista Olga Wornat, autora del libro que detonó el escándalo por el capítulo que dedicó a Storni (“El príncipe y el pastor”) dijo lo suyo desde Miami, Estados Unidos. “Si Storni renunció es porque el Vaticano lo indujo a renunciar”, afirmó la escritora ante una consulta de la emisora LT10. Wornat dijo que el prelado no volverá a Santa Fe porque “no quiere dar la cara” y opinó que “le hubiese gustado más que enfrente a la Justicia de los hombres. Que les pida perdón a los santafesinos”.
En cambio, el padre José Guntern explicó su alivio. “Estoy contento por las cosas que suceden. Ahora me siento en paz, con alegría”, dijo el sacerdote de 82 años que hace una década denunció la conducta de Storni en una carta que reprochó el “desliz” con un seminarista. Guntern reconoció ser el autor de esa esquela –citada en el libro de Wornat– en un reportaje con la periodista Luciana Trincheri. Y se convirtió en blanco de los vicarios de Storni que lo obligaron a retractarse, segúndenunció después el anciano ante la Policía y la Justicia. La causa es instruida hoy por otro juez penal, Julio César Costa (Instrucción 3a.), a quien recusaron dos imputados: el vicario general, monseñor Hugo Capello, y el vicario para la Educación, Mario Grassi. El expediente subió entonces a la Cámara de Apelaciones (Sala IV), donde el trámite podría concluir en una semana, según informó ayer la secretaria del tribunal, María del Carmen Bertone. La Cámara está integrada por el juez Julio de Olazábal, un penalista de nota en el país, que será el autor del primer voto.
En 1984, convertido ya en sucesor del fallecido obispo Vicente Zazpe, Storni dijo a los cuatro vientos: “La era Zazpe terminó”. Desde ayer, otros dirán lo mismo.

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Edgardo Storni, en misa, en los buenos tiempos que no volverán.
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