EL PAíS › LAS CAUSAS DEL AUMENTO O LA DISMINUCION DEL DELITO

Entre los índices y la percepción

La polémica que trae aparejada la divulgación de cifras oficiales sobre seguridad. Los funcionarios dicen que los hechos delictivos disminuyeron y lo atribuyen a una baja del desempleo y la pobreza, y al aumento del control político sobre la policía. El caso de Estados Unidos.

 Por Raúl Kollmann

El FBI norteamericano dio a conocer el lunes oficialmente que durante 2005 se produjo en Estados Unidos el mayor aumento del delito que se registra en los últimos 15 años, incluyendo crecimientos muy fuertes en asesinatos y robos. Se trata de un país con gobierno alineado con la llamada mano dura, que cuenta con el mayor índice de encarcelamiento de América y leyes que abarcan hasta la pena de muerte en numerosísimos estados. Los datos que existen en la Argentina demuestran una tendencia contraria: en la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, los homicidios pasaron de 126 en mayo de 2004, a 101 en mayo de 2005 y 87 en mayo de 2006. Pero también descendió la cantidad de robos y ni hablar de secuestros, que de picos de 41 secuestros denunciados en octubre de 2003, se pasó a uno solo en febrero y seis en mayo. El informe del FBI desató la polémica en Estados Unidos, pero todo indica que el principal factor de aumento de la criminalidad es el aumento en la desigualdad social producido por la era Bush. En la Argentina, los funcionarios rechazan la idea de que crecen los hechos delictivos, exhiben cifras que dicen lo contrario –que hay menos robos, homicidios, secuestros– y fundamentan la baja de la criminalidad en el descenso del desempleo y la pobreza, y en que está decreciendo, todavía a ritmo lento, la desigualdad social. También afirman que aumentó el control político sobre la organización y el accionar policial.

El informe oficial del FBI sostiene que, comparando 2004 con 2005, en éste último año los hechos violentos crecieron un 2.5 por ciento tomando las estadísticas de todo el territorio norteamericano. Se trata del mayor aumento de la criminalidad desde 1992. El estudio afirma que el aumento es todavía mayor en grandes ciudades, como Washington, donde los robos subieron un 14.6 por ciento. El único delito que refleja una leve baja es la violación, aunque en el mundo entero existe coincidencia de que se trata de un delito muy difícil de valuar, ya que la mayoría de las veces no se denuncia o, por el contrario, hay épocas en que las mujeres se sienten más confiadas para acusar al violador.

El aumento de la criminalidad fue el principal título de tapa del Washington Post, que consultó a varios especialistas. Algunos argumentaron que el aumento se debe al crecimiento de las bandas juveniles, otros sostienen que, por una casualidad coyuntural, en el último año salieron de las cárceles muchos presos y, por último, están los que creen que los atentados del 11 de septiembre volcaron mucho esfuerzo en la guerra antiterrorista y eso aflojó los controles dentro del país. Este argumento parece débil, ya que la mayoría de los especialistas opina lo contrario: que hay más control que nunca, al punto de que se denuncian violaciones a la privacidad y a los derechos individuales.

En la Argentina, el tema produce enormes debates, sobre todo en semanas como las recientes en las que se conjugaron el asesinato en una especie de salidera bancaria a María Pía Guglielmi cerca de Golf Club de Palermo, el asesinato del suboficial retirado Federico Argue, de 81 años, en otra salidera bancaria producida el jueves en la Avenida Forest, en el barrio de Chacarita y la violación de una modelo de 25 años en el barrio Santa Rita. Esa sucesión de hechos lleva al automático diagnóstico de los cultores de la mano dura: hay un rebrote de la inseguridad, la situación es gravísima, “el Poder Ejecutivo se dedica a debatir sobre los 70 y no toma medidas con los que mueren y son violados todos lo días”, exageran ideologizando al máximo la polémica.

En el Ministerio del Interior resumen la información y la estrategia, a veces a través de su titular, Aníbal Fernández, y otra vez a través de sus allegados:* “No hay rebrote de inseguridad. Todos los índices delictivos bajan. No somos afectos a dar estadísticas, porque cuando matan a una persona, al familiar no le importan, porque su drama abarca el 100 por ciento”, afirma Fernández.

- En el Ministerio de Justicia dicen que los homicidios bajaron un 21 por ciento entre 2003 y 2004 y que la misma tendencia continúa actualmente. Aseguran que lo mismo ocurre en Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y la Capital Federal.

- El Ministerio de Seguridad Bonaerense, que lidera León Arslanian, sí difunde las estadísticas mes a mes. A través de Roberto Vázquez, subsecretario de Información para la Prevención del Delito, se accede a los datos que muestran una significativa caída en los robos, de 4900 en mayo de 2004, a 2795 en mayo de 2005 y 2654 en mayo de 2006. De todas maneras, las cifras de robos pueden esconder enormes diferencias porque hay muchísimos que no se denuncian. Pero en lo que se llaman cifras blancas, muy difíciles de ocultar, que son los homicidios –no se puede evitar la denuncia ni se puede esconder el cadáver–, el robo de automotores y la piratería del asfalto, en que intervienen aseguradoras y cámaras empresarias, la baja también es evidente. Hay un asesinato muy específico: el que se produce durante un robo. Llegó a haber 108 en marzo de 2002, en mayo de 2005 hubo 25 y en mayo pasado, 21.

- El fiscal de Lomas de Zamora, Andrés Devoto, coincide con otros colegas suyos consultados por este diario: “La baja en los homicidios se nota muy claramente. Antes, en cada turno de tres días teníamos una persona asesinada cuando salía de su casa en un auto y trataban de robarle. Ahora, esos casos son excepcionales. En lo que percibimos alguna suma leve es en el robo de coches, aunque siempre por debajo de la cantidad enorme de casos que teníamos antes”.

En el ámbito internacional, tiende a imponerse un criterio de explicación –no es el factor único– de las alzas en la criminalidad: cuando el índice de desigualdad social sube, el delito sube. Hoy se habla cada vez más del índice o coeficiente Gini, que es una proporción entre los ingresos del diez por ciento más rico comparado con el ingreso del 10 por ciento más pobre. Si un país tuviera coeficiente cero, significaría que toda la población tiene el mismo ingreso, o sea igualdad completa. Si un país tuviera coeficiente uno, significaría que todo el ingreso se lo queda el 10 por ciento más rico y nada va para los más pobres. La hipótesis es que con un coeficiente de 0.40, o sea con una desigualdad bastante notable, los problemas de criminalidad ascienden notoriamente. La Estados Unidos de Bush viene superando el 0.40 desde el año 2000 –según los índices de desarrollo humano de Naciones Unidas– y los números de delitos de 2005, al menos en parte, se explican por la desigualdad social. La contratacara también se sostiene en esta hipótesis: si en una sociedad, como la Argentina, baja el desempleo, la pobreza y sube –aunque sea levemente la igualdad social–, ese es un factor de importancia en la baja de los niveles de delito.

El subsecretario Vázquez argumenta: “Efectivamente, en provincia de Buenos Aires cambiaron los elementos socioeconómicos. Y eso tiene mucha importancia. Pero también son factores decisivos la reorganización de la policía, el que se tenga un control mucho más estricto sobre los efectivos, una gestión más pegada a los municipios, aumentar el número de efectivos, mejorar como hemos hecho las comunicaciones y el acceso al teléfono 911. Todo eso es preventivo y junto con la mejora socieconómica resulta decisiva”.

El catedrático catalán Manuel Ballve, que ha estudiado el caso argentino, tiene una mirada parecida sobre el fenómeno: “En la Capital Federal tienen un índice de seis homicidios por año cada 100.000 habitantes. Deberían estar conformes. En San Pablo es de 30 cada 100.000 habitantes, en México 20 y en Estados Unidos en 10 homicidios por año cada 100.000 habitantes Por supuesto que hay que seguir mejorando, incorporando más policías y perfeccionando las cosas. Pero se hace demasiada publicidad de una inseguridad que se evalúa en forma negativa de manera desproporcionada”.

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Imagen: Sandra Cartasso
 
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