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La ola y los vientos

 Por Mario Wainfeld

Un suspenso enorme, una paridad gigantesca, el gobernador Mario Das Neves que se declara ganador, el Frente para la Victoria (FpV) que denuncia manipulación y exige recuento de votos impugnados sin reconocerle el resultado. Así están las cosas al cierre de esta nota, a la una de la mañana del lunes. El cronista no puede aseverar quién venció. Dependerá de una puja legal y judicial ulterior. Las observaciones son, pues precarias. Algo sí puede decirse: con cualquier desenlace, el desempeño del kirchnerismo rompió los relojes.

Desde luego, las elecciones se ganan por un voto. Si se corroborara la ajustada ventaja del candidato dasnevista, Martín Buzzi, el gobernador podrá respirar aliviado. Das Neves no tendría que cumplir su promesa de dejar la política en caso de derrota, aunque la paridad mellaría algo sus perspectivas en la interna del peronismo federal. El gobernador elegido dispondría luego de cuatro años para cimentar su legitimidad con el ejercicio del poder. Sobran ejemplos cercanos. El ex presidente Néstor Kirchner comenzó su carrera consiguiendo por un pelito la intendencia de Río Gallegos. Y accedió a la Casa Rosada con muy pocos sufragios, comenzando la construcción de una fuerza muy potente, que ocho años después es holgada primera minoría. El propio Das Neves comenzó su ciclo con un apretado éxito en 2003. Si su delfín revalida, ambos tienen camino para recorrer.

En cualquier caso, el saldo de las dos primeras elecciones provinciales corrobora percepciones impresionistas y encuestas previas auspiciosos para el kirchnerismo. Nadie discute que es amplia y creciente la aprobación ciudadana a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuya intervención alteró dramáticamente las ecuaciones en Catamarca y Chubut. Consiguió polarizar con sendos gobiernos locales muy arraigados, que tenían todo para ganar por largo margen. En las dos hizo una cosecha impactante.

Hay un clima expansivo que incidirá en la conducta de dirigentes de todas las fuerzas opositoras, en especial los justicialistas en tránsito. Puede hablarse de una ola, que (todo lo indica) se reiterará con mayor amplitud en las próximas elecciones a gobernador: Salta, La Rioja, Neuquén y Misiones. Sin entrar en detalles ni ponerse muy profético, es cantado que en esas provincias podrá primar el Frente para la Victoria (FpV) u otra vertiente filokirchnerista o un aliado sólido como el Movimiento Popular Neuquino. Pero es muy remota la chance de victoria de alguna variante del espectro opositor. Más vale que las diferencias domésticas son relevantes en cada distrito pero, en términos nacionales, la seguidilla continuará en términos auspiciosos para la Casa Rosada.

En dos provincias bien distintas, con escenarios también diversos, al radicalismo le fue fatal. Perdió Catamarca, donde dominaba desde hace 20 años. Y sucumbió a la polarización entre peronistas en Chubut, donde los boinas blancas habían ganado cuatro de los siete comicios para elegir gobernador.

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Una ola electoral innegable recorre la Argentina. Es un dato relevante que marca una tendencia, aunque no sella la suerte de las presidenciales para las que falta mucho tiempo.

Surfear la ola sin marearse es el desafío que afronta el FpV. Ya que de moverse en el mar hablamos, digamos que el kirchnerismo está endémicamente incapacitado para hacer la plancha. Arriesgará, confrontará, propondrá nuevas medidas. Está inserto en su naturaleza, por decirlo de alguna forma.

De cualquier forma, el oficialismo debería sosegar otras tendencias internas que le son propias y que, quizás, un triunfalismo prematuro puede exacerbar.

En lo que va del año, al kirchnerismo le ha ido muy bien en resultados políticos e indicadores económico-sociales. Pero ha cometido errores no forzados, como las declaraciones búmeran de la diputada Diana Conti o la gobernadora electa Lucía Corpacci. Como se comentó ayer en este diario, también hubo distracciones graves en la Cancillería, reacciones desmedidas de Hugo Moyano en toda la trama previa al paro que éste lanzó y luego suspendió.

Promisorias por demás para el proyecto presidencial fueron las dos consultas populares de los recientes domingos. Pero, como se palpó con dramatismo ayer en Chubut, ninguna elección está saldada hasta que se recuente el último voto. A siete meses vista, el FpV ocupa un sitial envidiable, a condición de saberlo administrar y no dejarse perder por el triunfalismo o por la tentación de dormirse sobre los laureles.

En cuanto a Chubut, cabrá esperar, aunque según los precedentes de otros distritos es muy difícil que el escrutinio provisional sea revocado en los tribunales provinciales en los que el gobernador, usualmente, también juega de local.

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