EL PAíS › CóMO QUEDARON EN LA CALLE SONIA QUISBETH Y SU HIJO

Historia de un abandono permanente

Sonia Quisbeth Castro inmigró desde Bolivia a la Argentina en el 2000, como tantos compatriotas suyos, en busca de mejores oportunidades económicas. Sus padres se quedaron en el altiplano y ella se alojó con sus hermanos, en el conurbano bonaerense. Luego conoció a su pareja y tuvo a su hijo Jordy, un niño que padece una encefalopatía congénita no evolutiva, que le afecta la visión, la audición y también la motricidad. Para cuidarlo, Sonia debió dejar su trabajo en un taller de costura. Ambos vivieron en la casa de la familia paterna de Jordy en Glew, al sur del conurbano. Pero una pelea terminó con la relación y luego llegó el abandono total de Jordy por parte de su padre. Ella, sin trabajo, salió a pedir ayuda.

“Pasó por paradores, hoteles y alquiló cuartos hasta que la insuficiente ayuda estatal se acabó”, resumió Graciela Christe, la abogada de la Defensoría General de la Ciudad que tomó el caso. Quisbeth Castro y su hijo quedaron en situación de calle en 2008. Ella sin poder conseguir trabajo debido a los cuidados que precisaba el pequeño Jordy, que entonces tenía dos años. Ambos dormían acurrucados en Brasil y Pichincha, en el barrio porteño de Parque Patricios, cuando tomaron contacto con la Defensoría.

El gobierno porteño prefirió acudir al Tribunal Superior de Justicia porteño (TSJ) a seguir pagando el subsidio habitacional, que por entonces era de 450 pesos y ni siquiera les servía para pagar un techo. “En los hoteles le cobraban más por estar con su hijo”, recordó Christe. El fallo del TSJ fue favorable al gobierno porteño, aunque ayer la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó que se les provea una solución habitacional. Hoy ambos viven en el hotel La Casona de Sole, en el barrio porteño de Floresta.

Ella tiene que seguir haciendo malabares para pagar los 2100 pesos que cuesta la habitación con baño privado cada mes. Por lo demás, comparten la cocina con el resto de los pasajeros y Jordy, que en agosto próximo va a cumplir 7 años, pasa mañana y tarde en un colegio especial, al que asiste desde el año pasado. “Se portan muy bien, son muy tranquilos. El nene mejoró mucho desde que está en el colegio y grita un poco... es su forma de comunicarse”, comentó una recepcionista de ese viejo hotel reciclado, sobre la calle San Nicolás, a metros de la avenida Rivadavia al 8000.

Quisbeth Castro, quien promedia los 40 años y sigue recibiendo algunos subsidios del gobierno porteño, se acercó el año pasado al Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) y presentó una solicitud para obtener un crédito para acceder a una solución habitacional más estable, “pero le exigían un ingreso de 2000 pesos y ella obviamente no lo tenía”, comentó Christe. El desafío de la madre de Jordy sigue siendo conseguir un trabajo en los pocos ratos libres que tiene, ya que su hijo precisa una atención particular.

“Ya es difícil conseguir trabajo a esa edad, sin una capacitación específica y siendo mujer. Y es más difícil aún si se tiene un hijo siendo madre soltera y si encima ese hijo tiene los problemas de salud que tiene Jordy”, evaluó la defensora de la Ciudad. Quisbeth Castro sabe leer y escribir y pide, como tantas otras personas en la ciudad, una mano para poder salir adelante.

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