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El tamaño importa

 Por Horacio Verbitsky

La ministra de Economía Felisa Miceli avanzó el viernes con su colega brasileño Guido Mantega en la puesta a punto del mecanismo de desdolarización de las transacciones entre empresas de ambos países, que comenzará a funcionar a mediados de año. Este camino, con reducciones de costos y mayor independencia, conduce hacia una moneda común, sobre las huellas del euro. Pero además, Mantega anunció que su país se sumará a la comisión técnica que elaborará los lineamientos funcionales del Banco del Sur. La necesidad de ratificar en el momento de la visita de Bush que la opción estratégica de Brasil es el Mercosur, el acicate de la presencia de Chávez en Buenos Aires y la adhesión de Morales al Banco del Sur explican el cambio de posición.

La situación de Brasil no tiene punto de comparación con la argentina. Desde hace más de veinte años posee un Banco de Desarrollo cuyos recursos prestables ascienden a 60.000 millones de dólares, y otro poderoso instrumento de crédito como el Banco do Brasil. Ese financiamiento está calzado con impuestos y todo el sistema financiero se guía por regulaciones estrictas que determinan la aplicación de los depósitos según el lugar en el que fueron captados y entre las distintas actividades. Con ese respaldo, las grandes constructoras brasileñas como Odebrecht ganan licitaciones en todos los países y capitales brasileños compran empresas en toda la región, incluyendo la Argentina. El condicionamiento es tan estricto que la participación de Techint en el gasoducto del nordeste se hace desde su constructora brasileña, porque la filial argentina de la multinacional italiana no podría acceder al crédito del BNDES brasileño.

La Argentina, en cambio, está agotando el ciclo de crecimiento autofinanciado con los colchones y las alcancías y necesita financiamiento en forma urgente, no sólo para la obra pública sino también para la producción y la exportación. Para los venezolanos, el Banco del Sur está asociado con la obra pública y en especial con el megaducto. Miceli cree que para eso basta con una emisión de títulos, que un banco es algo más complejo. Mañana sesionará en Buenos Aires la comisión técnica de la Comunidad Sudamericana y en ese encuentro se comunicará la nueva posición brasileña a Paraguay, Uruguay y los otros países miembro. El sábado próximo, en Guatemala, se reunirán los funcionarios designados por cada gobierno para la comisión del Banco del Sur. La delegación argentina incluirá especialistas legales y financieros, del Ministerio de Economía y del Banco Central. No habría que descartar que la CAF confluya con otros organismos preexistentes, como el raquítico BICE argentino, cuyos cinco millones de dólares de capital son apenas simbólicos de la voluntad de existir, o con el Fonplata, otro vestigio de décadas pasadas, que los gobiernos deberán fortalecer o liquidar. Creado en 1974 como agente financiero de la Cuenca del Plata, se maneja con un capital de 200 millones de dólares pero actúa en forma casi clandestina, con sede oficial en Bolivia pero oficinas reales en Asunción, ya que en razón de un pleito judicial no puede desempeñarse en La Paz. Esta confluencia fue la propuesta de Mantega, que Miceli considera apropiada. El ademán poético del chavismo deberá descender ahora a la prosaica realidad de los reglamentos y los intereses.

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