ESPECIALES

El debate sobre la seguridad regional

Por Rosendo Fraga*

A un año del 11 de setiembre es claro que la agenda norteamericana sigue centrada en la lucha contra el terrorismo internacional, y la nueva escalada que puede implicar el ataque a Irak así lo demuestra.
En esta agenda, América latina pierde prioridad relativa dado que no incide en dicho conflicto, que tiene como grandes teatros de operaciones Asia, Europa, los EE.UU. y el norte de Africa.
Son pocas y no demasiado relevantes las cuestiones de la región que están vinculadas a esta agenda de seguridad internacional: el rol de Chávez en la OPEP, los posibles nexos de la guerrilla colombiana con el terrorismo internacional y la presencia o no de grupos fundamentalistas en la Triple Frontera de Brasil, Argentina y Paraguay.
Pero cualquiera de estos asuntos hoy tiene menos importancia en la agenda de seguridad internacional de los EE.UU., mientras que Rusia, Turquía o Arabia Saudita –y también países del hemisferio sur como Filipinas o Indonesia–, donde existen movimientos insurgentes de origen musulmán, adquieren significación estratégica para Washington.
En la nueva fase del conflicto, representada por el eventual ataque a Irak, el rol de América latina no es relevante, dado que se plantea básicamente como una acción unilateral, a lo sumo con apoyo y participación británica y que podría llevarse adelante aun sin el aval de la ONU. La decisión de Washington mira más a su propia opinión pública –donde los índices de apoyo hoy no son suficientes para emprender una operación de estas características dado que apenas superan el 50 por ciento– antes que al consenso internacional.
Pero es en este contexto que el gobierno mexicano que preside Vicente Fox anuncia su decisión de retirarse del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), al cual recurriera después del 11 de setiembre Washington para alinear el continente detrás de la lucha contra el terrorismo fundamentalista.
Ya días antes del ataque al Pentágono y las Torres Gemelas, Fox había anunciado su intención de renunciar al TIAR por considerarlo un instrumento no eficaz para la región.
Lo curioso es que Fox –que se caracteriza por ser el presidente mexicano más pronorteamericano de las últimas décadas– realiza un anuncio aparentemente contrario a los intereses de los EE.UU. frente al conflicto con el terrorismo, justo días antes del primer aniversario del 11 de setiembre.
Tanto el PRI como el PRD, los dos partidos opositores mexicanos, han apoyado el anuncio de Fox, con argumentos que reivindican el no alineamiento tradicional de la política exterior mexicana, históricamente reacia a sumarse a las iniciativas de Washington, la disposición constitucional que no permite a las Fuerzas Armadas mexicanas salir del propio territorio y el argumento de que la renuncia al TIAR evitará al país comprometerse con la política norteamericana en materia de lucha contra el terrorismo internacional, al que consideran un conflicto ajeno al país.
México es un país muy importante en América latina y es además el socio comercial más importante de los EE.UU. en la región y acaba de plantear nada menos que el replanteo del sistema de seguridad regional, al cumplirse el primer aniversario del 11 de setiembre.
Más allá del debate sobre alinearse o no con Washington –que en este caso no es algo requerido–, América latina debe plantearse, a partir de la iniciativa mexicana, si frente al hecho de que la región ha perdido importancia relativa en la agenda de seguridad internacional, no es el momento de reorganizar un sistema propio, que responda a las nuevas realidades y necesidades regionales, frente a un hemisferio norte –EE.UU., Europa, Asia–, cuya dramática problemática lo hace hoy estar muy lejos de América latina.

*Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría.

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