ESPECTáCULOS › LAS SALAS INDEPENDIENTES FRENTE
A LA AVALANCHA DE INSPECCIONES DE SEGURIDAD

“¿Qué pasará con la producción cultural?”

Las inspecciones desatadas por la tragedia de Cromañón ponen a las salas frente a un escenario difícil: todos quieren cuidar la seguridad, pero buscan una normativa coherente.

 Por Cecilia Hopkins

La cruzada por la seguridad llegó a los teatros. Al tiempo que se clausuraba el Gran Rex por un par de días –el Opera pasó la inspección–, se supo que las salas de los centros culturales Recoleta y Adán Buenosayres habían cerrado sus puertas. Ningún empresario al frente de los teatros céntricos ignora –es de suponer– los términos de la ordenanza 910, que reglamenta las condiciones de seguridad. Otro es el caso de los teatros independientes, la mayoría de los cuales no está habilitado para funcionar como tales, a pesar del reclamo de sus titulares. Salvo la exigencia de telones de material ignífugo, matafuegos y puertas de emergencia, ¿qué otros requisitos deben cumplir las salas independientes? ¿Serán los mismos que les exigen a teatros de grandes dimensiones, como una trampa de humo en el cielorraso o baños de varios cubículos? Ante el temor de una inspección intempestiva, las salas del off están evaluando si están en condiciones, tomando en cuenta al menos las cuestiones que dicta el sentido común. Por eso, en estos días aparecen en la vereda restos de escenografía y vestuario, y se verifica la efectividad de puertas o salidas laterales, en el caso de contar con ellas. Mientras tanto, los responsables de las salas se preguntan si obtendrán la habilitación, si serán lógicas las medidas que se impongan y si contarán con los subsidios que les permitan cumplir con ellas.
Bernardo Cappa –autor, actor y director– interrumpió los ensayos de El aliento en el Adán Buenosayres hasta nuevo aviso. Aunque acaba de estrenar Territorio plano en el Teatro del Abasto, Cappa lamenta el compás de espera y reflexiona sobre las inspecciones: “Me parece que así no cambia nada. Una vez más aparece el gesto blumberguiano de la represión y prohibición como mecanismo automático. Mientras tanto, no se investiga a fondo, porque en los casos de inseguridad –sea Cromañón, robos o secuestros– está implicado, de diferente forma, el Gobierno de la Ciudad... aunque esto sería todavía peor si Macri hubiese sido electo”. La ausencia de una política cultural y el aprovechamiento de los sectores juveniles son una realidad: “La gente del rock, como la de teatro, ensaya en lugares inseguros y hacen funciones donde pueden, a nadie le importa... pero si el movimiento que generan se vuelve exitoso, el gobierno se aprovecha de ellos. Eso se nota en los festivales de teatro, con Ibarra y Telerman aprovechando el prestigio internacional de Bartís o Spregelburd”.
El intrincado mapa teatral de la ciudad, la proliferación de espacios donde se ofrece teatro, indican que no todos los empresarios están en pie de igualdad: “Tener una sala independiente es un acto heroico”, analiza Cappa. “No se especula con las ganancias: apenas si pueden pagar el teléfono. En muchas de estas salas entran 50 personas y, en muchos casos, no van más de 20. Deberían existir subsidios que contemplen los requerimientos de seguridad, porque no se puede exigir las mismas normas a una sala de mil localidades y a otra donde entra un grupo no mayor al de una fiesta de cumpleaños. Las salas deben contar con medidas de seguridad, pero las exigencias no deberían ponerlas en situación de marginalidad.”
La semana pasada, en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960) se reunieron los representantes de las salas del Abasto (Tiaba): “Estamos desamparados, en un momento muy difícil: cualquier inspector nos puede cerrar por cualquier motivo”, era la opinión generalizada. Norma Montenegro (titular del Teatro del Abasto, Humahuaca al 3500), quien formó parte del saliente directorio de ProTeatro, traía novedades: el secretario de Cultura, Gustavo López, se había comunicado con el director ejecutivo de la entidad, el actor y director Onofre Lovero, para conocer el estado de las salas independientes. Pero ninguno de los presentes sabía a ciencia cierta qué condiciones deben cumplir, más allá de lo que dicta el sentido común. “Hay muy pocas salas independientes habilitadas como teatros –dice Montenegro– y desconozco el porqué. Mi sala se abrió como Club de Teatro,lo que significa que se pueden dar clases, pero hacer sólo cinco funciones por año, a modo de muestra. Y sabemos que eso no se respeta. Intentamos un diálogo muchas veces, pero no tuvimos respuesta. Necesitamos un proyecto de ley que reglamente las condiciones de habilitación: queremos funcionar como salas independientes y que no nos obliguen a mentir. Y que haya una normativa que se corresponda con cada espacio. Es ilógico que se nos obligue a tener un tanque de agua como el del Colón. Si se trata de ser fiel a una reglamentación tan antigua, tendríamos que tener, como está escrito, un palenque en la entrada.”
Otra posibilidad considerada durante la reunión fue pedir el apoyo de la Asociación Argentina de Actores, “porque una sala cerrada significa muchos grupos sin trabajo”, y tal vez a Argentores, dado que “hay muchos autores que sólo estrenan en el circuito independiente”. La incógnita también pasa por las salas que funcionan en sótanos, terrazas y casas. Durante el Festival Internacional, los programadores de Europa y EE.UU. se sorprendían no sólo por la calidad de los espectáculos sino también por el hecho de ver teatro en lugares impensables en sus países. En la reunión se consideró que la inhabilitación no era la medida apropiada, y se pensó en la posibilidad de respetar la decisión del espectador de concurrir o no a las salas menos convencionales. A los efectos de consensuar opiniones, encontrar una respuesta conjunta a tanto interrogante y diseñar una estrategia en caso de inspecciones y/o clausuras preventivas, se acordó realizar mañana una asamblea abierta a los representantes de los teatros independientes en la sala Fray Mocho, de Perón y Bulnes. “Debemos actuar en conjunto”, pide Montenegro.
La Fundación Konex también se vio perjudicada con el furor de las inspecciones. Como festejo por los 25 años de la entidad, para esta semana estaba previsto el Festival de Teatro Griego en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131). El proyecto fue diseñado para que, a lo largo del año, directores y actores de diversas tendencias presenten puestas de tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, en homenaje a Pericles, a 25 siglos del nacimiento del hombre que llevó a Atenas a su época de mayor esplendor. Ricardo Manetti, director de programación, habla sobre las consecuencias de la desgracia y lamenta la desaparición de buena parte de la oferta cultural: “La ciudad está valorada como un polo cultural por su producción artística, pero hoy carece de gran parte de su actividad. Es terrible que se construya la noción de que Buenos Aires es una ciudad peligrosa: creo que se perdió lo que estábamos logrando con relación al turismo cultural. No se tienen en cuenta las consecuencias de esta paranoia. Entiendo que hay que tomar medidas, pero hay que encontrar un equilibrio para no afectar la producción cultural”.
–¿Cuáles serían las primeras medidas de seguridad?
–Es necesario diferenciar las características de cada espectáculo y el público que convoca. En los recitales está muy presente la noción de fiesta participativa. En la actividad teatral, el espectador participa desde un lugar reflexivo, reaccionando desde un lugar inteligente acerca de lo que sucede en escena, vinculándose de otra manera con el espacio. A esto hay que sumar que las salas cuentan con una capacidad limitada.
–¿Cómo fue la experiencia del 2004, en el festival Verano Porteño?
–Ese festival duró 45 días, se hizo en 12 salas, y hubo recitales todos los fines de semana, desde Charly García y Spinetta hasta Cerati. Pasaron más de 75 mil personas. El Gobierno porteño estableció una habilitación provisoria y se tomaron todos los recaudos, hasta un camión de bomberos. Pero ahora, cuando queremos poner en funcionamiento sólo tres salas (con mucho cemento y nada del ropaje de salas a la italiana), tenemos que postergar la programación, aun cuando los espectáculos no se superponen, de modo que en el lugar no habrá nunca más de 500 personas juntas.
–Ese festival fue auspiciado por el Gobierno...
–Y este otro también. Hace un año y medio, Ciudad Cultural Konex, los teatros independientes del Abasto y los representantes artísticos y culturales del barrio firmaron con el Gobierno el primer convenio público-privado para la creación del barrio Cultura Abasto. ¿Qué va a pasar con este proyecto, con esa producción artística?
–¿Cuáles son las trabas para el festival griego?
–Estamos solicitando la habilitación. Están las salidas de emergencia, los matafuegos y una gran escalera, porque Clorindo Testa (director del proyecto de recuperación de la antigua fábrica de aceite donde funciona la Ciudad) conoce las reglamentaciones. Pensamos en colocar el camión de bomberos aunque no haya recitales. Pero hay nuevos requerimientos, como un sistema de mangueras que cruce el predio, previa presentación de un proyecto. Pedimos no bajar las exigencias sino una autorización provisoria... pensar en tiempos lógicos y situaciones de transición. Si no estrenamos, se pierden espacios de trabajo para unas 100 personas, entre actores y técnicos. La inversión artística supera los 600 mil pesos. ¿Qué va a pasar con la producción cultural de la ciudad?

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Ricardo Manetti, Norma Montenegro y Bernardo Cappa buscan consensos frente a un tema difícil.
 
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