ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A ALFREDO ROSENBAUM, DIRECTOR DE “SUITE”

Sobre una hija segmentada

Autor y director de la obra que se presenta en La Tertulia, Rosenbaum analiza aquí los recursos que utilizó para dar cuenta del conflictivo vínculo que une a una madre con su hija.

 Por Cecilia Hopkins

Fue a partir de una pintura de la surrealista norteamericana Dorotea Tanning que el dramaturgo Alfredo Rosenbaum comenzó la escritura de Suite, obra que acaba de estrenarse en La Tertulia (Gallo 826). Vinculado con el lenguaje interdisciplinario de la danza-teatro (codirigió varias obras con Ita Scaramuzza, también escribió obras en colaboración con ella y Alejandro Mateo), el autor y director partió de la imagen del cuadro para realizar “un trabajo de derivación sonora” del cual surgió esta obra que versa sobre la relación madre-hija, connotada fuertemente desde lo visual y musical. La madre, si bien ausente en el escenario, afirma sus convicciones en el cuerpo de la hija, representada por siete actrices: Julieta Casado, Mónica Lairana, Mariana Paz, Luz Quinn, Yanina Rabbino, Maricel Santín y Miranda Trincheri. La idea de presentar a Margarita, la protagonista, varias veces multiplicada, tiene que ver, según explica Rosenbaum en una entrevista con Página/12, con el estallido del cuerpo reprimido de una mujer que ha sumado a los mandatos maternos las exigencias de época reservadas a su sexo. De este modo, el autor asocia a la idea de disolución corporal la fragmentación y pérdida de la propia identidad. Sobre la música original de Aníbal Zorrilla, la pieza se articula en varias escenas, pautadas según los movimientos de una suite, composición instrumental que incluye una sucesión de breves canciones y danzas populares de tiempos y modos contrastantes.
–¿Cuáles son los modelos de madre sobre los cuales se asienta la obra?
–Repensando mi propio texto desde la dirección, yo diría que se trata de un modelo de madre ambigua, doble, inasible, que absorbe modelos de madre y también elementos del padre en tanto ley, castigo, represión. Este modelo ambiguo tiene un desarrollo más que interesante en la escritura dramática argentina, uno de cuyos puntos culminantes podría ser la madre escandalosa en El desatino de Griselda Gambaro. Claro que ahí se juega una relación madre-hijo (como en Madre e hijo, de César Aira, que dirigí hace unos años), mientras que en Suite se trata de una relación mujer-mujer, lo cual entronca lo que suele llamarse livianamente “el mundo femenino”.
–¿Qué mandatos representanlas recurrentes referencias al cabello y ala acción de peinarque aparecenen la puesta?
–El tema del cabello y del peinado conecta directamente con estas representaciones del mundo femenino, basta contabilizar ese bombardeo de publicidades de mejora del cabello para triunfar en la vida apuntadas a las mujeres. En ese sentido, el peinarse puede leerse metafóricamente como el universo de mandatos sociales que recluyen a las mujeres en ese mundo de la apariencia: aquí, el peinarse es un signo múltiple, a la vez cuidado y represión y violencia y seducción. Son restricciones sociales que no sólo producen miradas sobre las mujeres, sino que modelan la mirada que tienen las mujeres sobre sí mismas.
–¿Cómo seplantea el devenir temporal en la obra, a qué efecto apuntan los cambiosen tiempo y espacio?
–El espacio-tiempo en la ficción del texto está construido con una técnica de montaje, como una maquinaria que no se instala en ningún lugar, en ningún tiempo, más allá de ciertos momentos que conectan con una referencia cercana como la calle Florida o la historia argentina pero como de cartón o de juguete. Trabajé desde estas características el texto, doblando la apuesta, subrayando esos rasgos de construcción.
–Hay una modalidad gestual que asumen las protagonistas que alude a la lengua de señas de los sordomudos. ¿Cómo se llega a ese recurso expresivo?
–No lo habíamos pensado así en los ensayos, sino más bien desde un lenguaje gestual con cierta marcialidad y obediencia. Pero es una buena lectura la de los sordomudos: ahí vuelve a aparecer otro modo de comunicar, otra imposibilidad. Llegamos a eso a partir de ciertas imágenes de devoción religiosa que juega el texto.
–¿Cómo podrían definirse las mutaciones del personaje para comprender la necesidad de acompañarlas con lasdiferentes piezas de una suite?
–Se puede decir que en el espectáculo hay un personaje, Margarita, que se instala en el cuerpo de diferentes actrices, pero al mismo tiempo es imposible de reconstruir como entidad o psicología. Margarita se diluye como identidad en los cuerpos de las actrices para devenir otras mujeres, siempre escasamente armónicas. Y esto era musicalmente una suite: una suma de piezas breves, de danzas precariamente ligadas unas a otras. Es una estructura musical básica que al trasponerse a lo teatral produce el estallido de las categorías de personaje, situación y trama, para transformarlas en algo desafiante para el espectador.

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Siete actrices componen un solo personaje, Margarita.
 
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