SOCIEDAD › EL ACUSADO DEL CASO ARJONA ACUSA A EX COLEGAS

Platita de la brigada

Adrián Bustos, el ex cabo de la Federal condenado a perpetua en el primer juicio por el crimen de Camila Arjona, dijo que era inocente y acusó de corruptas a las brigadas policiales.

Custodiado por un guardia penitenciario y con gesto adusto. Así entró ayer a los tribunales porteños el ex cabo federal Adrián Bustos. No fue la primera vez que lo hizo, porque ya había sido juzgado en ese edificio hace dos años, por el mismo crimen: el de Camila Arjona, la chica embarazada de 14 años que fue asesinada por la policía en abril de 2005 en la Villa 20. Bustos fue condenado, un año después, a cumplir prisión perpetua porque la Justicia entendió que fue el asesino. Pero los camaristas de Casación Alfredo Bisordi y Ana María Capolupo consideraron nula la sentencia por cuestiones formales y ordenaron un nuevo juicio. Durante la audiencia, Bustos negó haber sido quien disparó sobre la víctima y sorprendió al denunciar que “a mí no me interesa el pibe que fuma un porro, que fuma paco o se clava un papel de cocaína. Yo quería al transa. Pero después ves que la brigada va a cobrarle la platita al que vende la droga”, dijo entre sollozos ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal 4.

Uno de los tres condenados en el juicio anterior, Miguel Angel Cisneros, no apareció por la sala y fue declarado prófugo de la Justicia. Su otro colega condenado a tres años, Mariano Almirón, sí se presentó, igual que Bustos. Los jueces del TOC 4, Armando Chamot, Walter Luna y Fernando Larraín, pidieron la captura de Cisneros y dieron por iniciado el juicio.

“Violación de deberes de funcionario público, apremios ilegales y homicidio calificado”, son los cargos que se le imputan a Bustos. En su declaración sostuvo que sólo realizó “tres disparos, lejos del lugar” donde apareció el cuerpo de Camila; dijo que la llegó a ver, pero pensó que se trataba de “una mujer tirada, acostada”. La querella señala que Bustos, Almirón y Cisneros tomaron cervezas esa noche, luego quisieron un poco de cocaína y, como un pibe se negó a ir a comprarles, le dieron una golpiza y después lo corrieron a los tiros. Según esa versión, Camila, que tenía 14 y un embarazo de cuatro meses, salió de la casa de su novio junto a él y se topó con los policías, que comenzaron a disparar. Uno de los tiros le entró por la espalda y la mató. También sostuvieron que al pasar corriendo junto a su cuerpo Bustos la pateó.

Bustos declaró que aquella madrugada del 1º de abril de 2005, pese a estar cumpliendo una “consigna” de protección de un vecino de la Villa 20, salió a caminar con sus dos compañeros federales para hacer una “práctica extraoficial de hacer estadística”: salir de paseo para ver si enganchaban a alguien con drogas o delitos menores. “En realidad, yo si veía a un pibe fumando un porro o tomando un papel de cocaína no lo paraba, yo iba por el transa”, declaró. En ese camino, se cruzaron con “dos masculinos” y recibieron “disparos de ellos en al menos tres ocasiones”, sostuvo frente al tribunal. Y contestaron a los tiros.

Bustos hizo “tres disparos”, según admitió. Luego, corrieron, escaparon, con mucho “miedo”. Incluso, Bustos casi se larga a llorar al admitir que tenía tanto miedo que cuando vio el cuerpo tirado de una mujer, que luego se supo era Camila, ni intentó ayudarla. Y alcanzó el punto de la ira nerviosa, cuando colorado de furia y enojo, aseguró que “Camila fue una víctima inocente de una bala perdida”.

Sin embargo, dos de los cuatro testigos convocados, el novio de Camila y la madre de él –los otros dos faltaron sin aviso–, ratificaron ayer las declaraciones del proceso anterior y sindicaron a Bustos como el autor del crimen, al identificar la descripción de la ropa, el pelo y la mochila que en teoría Bustos llevaba colgada con la imagen del que corrió a tiros al chico, entonces de 17, y su novia, Camila. Bustos ya había dicho que sus disparos fueron hechos tiempo antes de cruzarse con el cuerpo de Camila durante su huida de la supuesta balacera que cayó sobre los federales. “Mis balas no doblan ni esperan diez minutos a la las personas”, ironizó el policía exonerado, deslizando su presunta inocencia.

Pero la exposición, con arranque de ira y llanto incluida, no sobrevivió a las preguntas del fiscal y del abogado de la querella, José María Vera: Bustos no logró explicar convincentemente por qué había salido de paseo por el barrio, por qué le compró cervezas a un grupo de chicos de la villa –como él mismo admitió– ni por qué siendo suya la mochila (un elemento de importancia en la causa) la llevaban un rato cada uno. El grado de interés que cobre la mochila en este nuevo juicio dependerá de las declaraciones de los testigos, muchos de los cuales ya habían coincidido en primera instancia en que el autor del crimen de Camila la tenía puesta. Pero lo más novedoso del caso llegó cuando Bustos aseguró que “a mí no me interesa el pibe que fuma un porro, que fuma paco o se clava un papel de cocaína. Yo quería al transa. Pero después ves que la brigada va a cobrarle la platita al que vende la droga”.

–“¿Está diciendo que los jefes de brigada van a cobrar...?” –preguntó el fiscal Carlos Giménez Bauer, pero Bustos interrumpió: “No dije ‘los jefes’; dije las brigadas”.

Informe: Luis Paz

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Norma Díaz, madre de Camila Arjona, la chica baleada por la espalda el 1º de abril de 2005.
Imagen: Rafael Yohai
 
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