SOCIEDAD › UNA MUESTRA DE VEINTE PIEZAS QUE PERTENECIERON A SOBREVIVIENTES DE LA SHOá

El Holocausto relatado por objetos

Con la finalidad de mantener vivo el relato de la mayor tragedia del siglo XX, el Museo del Holocausto exhibe objetos donados por sobrevivientes o sus familiares: cuadernos, pasaportes, fotos y hasta una muñeca hecha con el traje de un prisionero.

“Los objetos son portadores de información y de significados. Los objetos, en su eterna materialidad, cuentan lo que la memoria no quiere o no puede recordar...” La frase sintetiza la finalidad principal de la muestra que se inauguró el sábado último en el Museo del Holocausto de Buenos Aires. A través de los veinte objetos que conforman la exposición se puede conocer e imaginar aunque sea una mínima parte de las vivencias de algunas de las víctimas de la Shoá. “Porque los objetos trascienden al hombre” y cuentan sin palabras una porción de la historia difícil de creer. Una historia. Seis millones de historias es el nombre de la muestra que reúne veinte objetos de víctimas: pasajes de barcos, cuadernos de dibujos, fotos, símbolos antisemitas, identificaciones personales, un alambre de púa del campo de concentración de Auschwitz y pasaportes que habilitaban a los sobrevivientes a ingresar al país. Pero uno de los objetos más impactantes refiere a la historia de Erica May de Salzer, una sobreviviente que durante su cautiverio en el campo de concentración de Terezin confeccionó una muñeca de trapo con la ropa de un prisionero: “Ella soñaba con entregársela a un niño –del mismo centro– a quien no vio más”, relató la directora del museo, Graciela Nabel de Jinich. La mujer murió hace dos años en Buenos Aires. Un tiempo después de su muerte, sus hijos encontraron la muñeca.

La exposición representa no sólo el período de la Segunda Guerra Mundial, sino también los meses anteriores y la etapa de posguerra. Para reconstruir el primer período antes del estallido bélico, se eligieron objetos como los cuadernos de dibujos de niños judíos de Polonia. La valija de un sobreviviente, que vivió oculto hasta finalizar la guerra tras lograr escapar en 1941 del ghetto de Kishsev, es el símbolo de la supervivencia, la liberación y el final del Holocausto.

“En la Sala de Patrimonio del museo hay unos dos mil elementos, entre ellos utensilios, documentos y fotografías, de los cuales veinte se utilizaron para la muestra”, explicó Nabel de Jinich.

Los “objetos que atravesaron la Shoá y llegaron a la Argentina”, para luego formar parte del museo, lo hicieron gracias a la donación no sólo de sobrevivientes sino también de sus familiares. “Es muy difícil desprenderse de los objetos por el recuerdo que generan”, aseguró la directora, al resaltar el valor de las donaciones, que son parte vital de la institución. Por la trascendencia de estos documentos vivientes, merecen un cuidado especial: “Todos se conservan en una caja hecha a medida, con una temperatura y una luz especial.”

Durante la noche del sábado fue exhibido un documento de gran relevancia, pero que no forma parte de la muestra: un “salvoconducto”, entregado por la Cruz Roja, que permitió al represor nazi Adolf Eichmann ingresar al país con un nombre falso. Este “pasaporte” le posibilitó vivir en la Argentina durante diez años, hasta que en 1960 un comando del servicio secreto de Israel lo llevó a su país para juzgarlo y condenarlo a muerte.

En el marco de la Noche de los Museos, la inauguración de la nueva muestra no fue la única actividad. También se proyectaron películas, se realizaron visitas guiadas y se contó con la participación el Coro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas. Tampoco faltó el testimonio de algunos sobrevivientes, como el de Eugenia Unger y David Galante, una de las cien personas que sobrevivieron entre las 1500 que habitaban en la isla de Rodas, ubicada en el mar Mediterráneo, y que fueron trasladadas a Auschwitz.

El camino empedrado del museo conduce a una historia, relatada a través de distintas muestras que “plasman cómo desde el arte se puede ver algo tan horroroso”, sintetizó Nabel de Jinich. El primer encuentro es con “Identidad, retratos de testigos de la Shoá”, una exposición de 54 retratos de sobrevivientes residentes en el país, acompañados por sus testimonios. También forman parte del tesoro del museo la muestra “A través de los ojos de mi padre”, que consta de veinte esculturas de arcilla de la hija de un sobreviviente de Auschwitz; e “Imágenes de la Shoá”, que exhibe un recorrido histórico sobre lo que pasó antes, durante y después del Holocausto en Europa y sus repercusiones en la Argentina.

El museo tiene un “un objetivo pedagógico”, ya que es visitado por estudiantes secundarios y universitarios de todo el país, afirmó el presidente de la institución, Mario Feferbaum. Como parte de ese objetivo por transmitir estos sucesos a las generaciones actuales y futuras, se inscriben los objetos de la muestra “Una historia. Seis millones de historias”, que puede verse de lunes a jueves de 11 a 19 y los viernes de 11 a 16, en Montevideo 919.

Informe: Rocío Ilama.

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La muñeca confeccionada en el campo de concentración de Terezin.
Imagen: Martín Acosta
 
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