SOCIEDAD › OPINIóN

Juana en la hoguera II

 Por Carolina Justo von Lurzer *

Hace algunas semanas analizábamos en estas páginas la condena mediática a la que durante varios días se sometió a Juana Viale del Carril –y en menor medida a Martín Lousteau– por un episodio privado que había tomado estado público.

Prácticamente toda la programación televisiva y las principales revistas de interés general se horrorizaron y gritaron a los cuatro vientos las reglas básicas de su moral sexual, que es, claro, la moral de la gente. Aquella que una mujer embarazada y comprometida se atrevía a desafiar en pleno espacio público.

Ayer, desde temprano, los mismos medios se han conmovido y condolido por la pérdida del hijo que estaba en camino. Pero lo han hecho a media voz. Si algo de coherencia y honestidad intelectual pudieran ofrecer los medios, los titulares y videograph del día de ayer deberían haberse plagado de expresiones confirmatorias: “Ella se lo buscó”. Los días de reflexión mediática sobre la vida erótico-afectiva de una mujer embarazada y la cantidad ingente de vestiduras rasgadas en virtud de ello debieron conducir a un nuevo foro público en el que se asumiera en todas sus dimensiones el alcance de los juicios emitidos.

Esto no fue así y varias pueden ser las hipótesis que lo expliquen. En primer lugar, si bien los medios están plagados de muerte cotidianamente –se la narra, se la espera, se la televisa en directo– tal vez aún hay un límite de lo socialmente procesable que se encuentra en la niñez.

Así, lejos de enardecerse, los medios se dispusieron a transmitir el drama; las expresiones adustas de los conductores, las memorias emotivas de las conductoras y los infaltables burdos procedimientos paratextuales: fotos de Juana Viale con lentes oscuros, musicalizaciones acordes o cortinas silenciadas por respeto.

Justamente, lo que se repuso en el día de ayer fue el respeto perdido en una clara operación de redención. Porque ¿qué si no la redención es lo que le cabe a la pecadora luego de tan terrible trance? Los medios tienen un saber casi cortazariano sobre la conducta en los velorios y no lo gritan, lo susurran entre sollozos. Aprender es doloroso, eso también es parte de la pedagogía moral, pero allí están todos para acompañar en el proceso.

Porque además, bueno sea dicho, esa redención les cabe también a los medios que aprovechan que la purificación está midiendo bien en el minuto a minuto. Se hablará seguramente en estos días sobre la responsabilidad y la ética o, como ayer, se recurrirá a especialistas de la obstetricia que digan públicamente que las causas médicas de este hecho pueden ser diversas y que no hay ningún manual que indique que la impunidad periodística es causa de mortalidad infantil. Y no lo es, claro, pero ayer, las miradas perdidas y las voces quebradas dejaban la duda a la mano.

* Magister en Comunicación y Cultura (UBA-Conicet).

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