SOCIEDAD › OPINIóN

Desnaturalizar y visibilizar

 Por Florencia Abbate *

Es hora de aceptar que el “gesto” es hoy un instrumento básico de la acción política en el mundo de las visualidades contemporáneas. Bajo la consigna Ni una menos, la convocatoria para el 3 de junio fue precisamente un gesto y una forma de acción que se armó entre un grupo de periodistas e intelectuales que agitamos el llamado primero en las redes sociales, bajo la bronca del momento por el asesinato de Chiara Páez y con la conciencia, mucho más antigua, de que hay que seguir sumando esfuerzos para combatir la violencia machista.

“¡Basta de femicidios!”, ésa fue la expresión que acompañaba la convocatoria, porque el gesto se anclaba en la intención de despertar a otras y otros del adormecimiento resignado que producen los medios cuando cada día nos informan sobre la aparición de una mujer asesinada, demasiado a menudo con un tratamiento misógino del tema, aportando información que pareciera querer sugerir una responsabilidad por parte de la víctima: un velado “algo habrá hecho”. Quizá como periodistas sentimos el hartazgo de encontrarnos con esas coberturas y la necesidad de empezar a contribuir a desnaturalizar de manera masiva la violencia machista. Por empezar, llamarlo “femicidio”, remarcando que no se trata de crímenes aislados sino del resultado de una cultura sexista y violenta que nos atraviesa: crímenes que se reproducen, casi calcados, por todo el país, y en los cuales los cuerpos de las mujeres son sometidos al mismo tipo de vejámenes.

Una vez lanzada la consigna, asistimos asombradas a una suerte de campaña espontánea de la que participaron numerosos sectores de la sociedad y del Estado. Primero se plegaron figuras del espectáculo y políticos. Lo interesante fue que eso significó para muchos la oportunidad de preguntarse: ¿Es creíble o no que esta persona convoque con la consigna “Ni una menos”?, y en ese ágora que hoy son las redes, hubo quienes fueron cuestionados. Que haya convocado incluso Cecilia Pando sólo puede verse como un triste surrealismo tuitero, porque ésta es una causa de Derechos Humanos.

Lo significativo fue que desde el llamado hasta hoy no cesamos de recibir un sinfín de adhesiones populares de todo tipo y de todas partes del país: imágenes enviadas por cuerpos de bomberos, colectivos artísticos, trabajadores de hospitales, trabajadores de prensa, decenas de escuelas y facultades, grupos de adolescentes, cooperativas de trabajo y un larguísimo, etcétera. Ojalá esta campaña espontánea y multitudinaria haya servido en algo para contrarrestar la indiferencia, para que alguien intervenga cuando escucha que a una vecina le pegan, para que alguien se interrogue sobre su propia violencia o su propia sumisión, sobre los estereotipos que pueblan la crianza de los hijos, sobre los noviazgos violentos, en fin, para ayudar a visibilizar los mecanismos a través los cuales se reproduce la cultura machista y se legitiman las injusticias y la impunidad.

En cuanto a la demanda de políticas públicas, elaboramos como puntapié cinco puntos que fueron circulando. Tienen que ver con que se instrumente en su totalidad esa conquista que fue la ley 26.485, sancionada en 2009, que prevé políticas integrales y cuyo art. 9 establece entre otras cosas un Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de la violencia contra las mujeres. Tienen que ver, también, con lograr que las víctimas reciban respuestas adecuadas por parte del Poder Judicial, que sus denuncias tengan los debidos efectos, que cuenten con patrocinio jurídico gratuito, que quienes las atiendan estén capacitados con perspectiva de género y no que las revictimicen, que se las proteja de un modo efectivo cuando están siendo acechadas. Y tienen que ver, además, con la prevención y con la educación.

Pero somos muy conscientes de que los temas de la agenda de derechos de las mujeres no se agotan ahí. Y en ese sentido el deseo sería que esta coyuntura sirva no sólo para desnaturalizar, sino también para visibilizar aún más las demandas y el trabajo que vienen haciendo quienes se dedican a estos temas, las organizaciones feministas y de mujeres, y quienes militan y se ocupan del problema desde los partidos, desde sus cargos gubernamentales o desde algunas ONG. En el mejor de los casos, quienes ya han demostrado orgánicamente un sobrado compromiso de trabajo con esta causa, son quienes ahora deberán señalar a viva voz las falencias del sistema y los derechos que aún están pendientes, como está pendiente el tratamiento del proyecto de Ley de interrupción voluntaria del embarazo, que permitiría erradicar la principal causa de muerte materna.

La convocatoria del 3 es un llamado a poner el cuerpo. Hay un momento en el que la presencia física de los cuerpos en la calle no es sustituible por las imágenes del espacio virtual en el que transcurre una parte de la vida. Ahora es el momento de que la manifestación y la presencia contrapese el mero ruido mediático y virtual, de que se vean físicamente las caras y se escuchen las diversas voces que poblarán la plaza. Es obvio que lo importante no ocurrirá en el escenario donde se leerá el documento que escribimos para esta ocasión, sino abajo, donde todos y todas pondremos el cuerpo, porque se trata de los cuerpos reales de las mujeres, maltratadas, golpeadas, violadas, asesinadas, tiradas a la basura, y de los cuerpos de sus hijos e hijas, que conviven con la violencia y a veces hasta deben convivir con los asesinos de sus madres. Contra ese aislamiento que los violentos les imponen a sus víctimas, saldremos a la calle a poner el cuerpo y a empoderar a las mujeres. Ni una menos.

* Escritora.

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