SOCIEDAD › LA OPINION DE DOS ESPECIALISTAS EN BIOETICA

“Valores sociales en juego”

La decisión de Sharon Duchesneau y Candice McCullough abrió un profundo debate entre los especialistas de bioética. Juan Carlos Tealdi, profesor de Bioética y coordinador del tema en el Hospital de Clínicas, sostuvo que “la sordera, como la ceguera, o la mudez, perdieron la connotación negativa. Los chiquitos no podrán tomar el hecho de vivir sordo como un acto de discriminación sino, en todo caso, como discriminación positiva, ya que será criado por un entorno donde la sordera no tiene el mismo significado”. En cambio, Pedro Hooft, juez penal marplatense y presidente de la Asociación Argentina de Bioética, sostuvo que “independientemente de la sordera, cuya discriminación es inadmisible, la discusión se concentra en qué derecho tienen los padres a decidir un hijo a su medida, y que esa medida sea una disfunción”.
Para Tealdi en la cuestión “están en juego valores más sociales y culturales que principios éticos fuertes. Valores que han ido cambiando, y bastante, de acuerdo a nuevas visiones de la sociedad. El hecho de traer al mundo un chico con una minusvalía es un tema bastante discutido, que también ha ido variando en relación a lo que se considera como discapacitado. Lo que bajo una concepción de salud era tomado como una carencia, connotada negativamente, ha sido resignificado. Al punto tal de que se están viendo ciertos valores existentes en grupos con determinandos déficit físicos, que no se dan en el grupo de los llamados normales”.
Según Hooft, “el tema central, el que me parece el punto más crítico, es el debate sobre el derecho que tienen los padres a crear un hijo a su medida, y que esa medida sea una discapacidad”. Hooft aclaró que “como primera referencia, no debe interpretarse como una posición discriminatoria de ningún modo, porque nadie debe ser limitado a causa de ningún tipo de discapacidad. El Estado tiene la obligación de compensar con creces a un niño con discapacidad, pero la decisión de los padres de crear un hijo con discapacidad iría a contramano de esto”.
“El ser sordos –reflexionó Tealdi– a los padres les otorga una sensibilidad y una capacidad diferente para criar a ese chico. Quizás si se tratara de padres que no lo fueran todo sería más discutible. Pero esto juega a favor, porque el niño se va a criar en medio de quienes van a saber educarlo en los valores propios.” En cambio, Hooft consideró que, en ese sentido “es muy bueno que lo puedan criar en un entorno apropiado, pero el problema empieza cuando el chico se quiera integrar a la sociedad”.
Mientras que el Hooft consideró que “actualmente se está planteando una discusión en todo el mundo sobre la eventual responsabilidad de los padres por problemas en los hijos que podrían haberse evitado”, Tealdi dijo que “si el valor vida es el máximo, hay que pensar que para ese chico, entre elegir haber nacido con esa dificultad y no haber nacido, seguramente va a elegir vivir así”.

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