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Jueves, 14 de febrero de 2008

CINE › LA PELICULA MAS SANGRIENTA EN LA CARRERA DEL DIRECTOR

“Sweeney Todd”, canciones macabras con la firma de Tim

Aunque no llega a su mejor forma, Burton consigue reflejar la belleza y el horror de la muerte romántica como nunca antes.

 Por Diego Brodersen

Los seguidores del cine de Tim Burton han aprendido a amar ese amaneramiento estético que, película tras película, transforma el suyo en un universo gratamente familiar, reconfortante en su semejanza consigo mismo. Si se dejan de lado notorias excepciones –la espantosa remake de El planeta de los simios es insuperable en ese sentido–, sus films conforman un cerrado clan de hermanos y primos cercanos cuyo parecido físico los hace reconocibles a primera vista. No hay nada más burtoniano que una película de Burton. Es ese juego de caracteres personal, esa tipografía barroca y estrambótica, la que le permite al realizador tomar cualquier conjunto de tonalidades oscuras y convertirlo, toque de Midas personal mediante, en “una película de Tim Burton”. La leyenda del peluquero criminal Sweeney Todd, arraigada en la cultura londinense desde hace más de dos siglos y trasladada al cine y la televisión al menos en media docena de oportunidades, contenía sin dudas varios ingredientes que, combinados y cocidos de la manera adecuada, podían dar como resultado una receta de la casa. La presencia de Johnny Depp, a esta altura un alter ego del realizador, no hace más que reforzar esa impronta de estilo.

Pero Sweeney Todd - El barbero asesino de la calle Fleet tiene además otro rasgo de origen: el musical de Stephen Sondheim estrenado a fines de la década del ’70. Burton ha coqueteado con el género en más de una oportunidad y algunos de los momentos más inspirados de Charlie y la fábrica de chocolate y El cadáver de la novia eran, precisamente, números musicales, pero en su último largometraje el director se lanza de lleno a los diálogos cantados –que ocupan casi la totalidad del film–, aunque abandonando las coreografías presentes en la obra de Broadway. El resultado es una comedia de grand guignol que no puede esconder una destilada esencia de angustia y pesimismo, más evidente aún que en otros títulos de su filmografía, donde la vida al margen de la sociedad permitía, en todos los casos, la conformación de grupos humanos hermanados precisamente por la diferencia. Claro que el señor Todd y su amiga, la Sra. Lovett, no sólo visten de negro como buenos darkies que son, sino que se dedican a asesinar inocentes y a hacer de sus restos mortales el relleno de los pasteles de carne más vendidos de Inglaterra, profesión antipática si las hay.

La Muerte acecha con las garras afiladas casi desde la primera escena, cuando el abigarrado diseño de producción presenta el puerto y las calles de ese Londres que remite a Di-ckens y a Jack el Destripador, a Conan Doyle y a Ciudad Gótica, laberinto de callejuelas ominosas y oscuridades varias, ciudad-trampa donde el regresado Todd comienza a diseñar su venganza contra la humanidad. Era muy joven cuando un importante magistrado (Alan Rickman) le quitó su recién iniciada vida de casado y los placeres de la paternidad, enviándolo a prisión sin justicia ni piedad. Sólo la Sra. Lovett (Helena Bonham-Carter, tan pálida como su amigo) conocerá los pormenores de ese pasado cuando inicie la relación gastronómico-criminal con el vecino del piso de arriba. De esa manera, luego de una primera hora algo aletargada en la cual Burton presenta a estos y otros personajes a partir de las canciones –incluido ese par de navajas que Todd alaba con pasión totémica–, la película comienza a cobrar verdadera vida, irónicamente, cuando se levanta el telón de los asesinatos. Comenzando por ese falso italiano interpretado, con habitual histrionismo, por Sacha Baron Cohen.

Sweeney Todd es, sin dudas, la película más sangrienta y gore en toda la carrera de Burton. Una de las escenas más frescas y divertidas es el número musical en el cual Depp/Todd le corta la garganta a una docena de víctimas, apilando cadáveres en el subsuelo y disfrutando como un crío de los chorros de sangre disparados de los cuellos como fuegos de artificio, manchando la lente de la cámara en plan autoconsciente. Pero la alegría criminal pronto se transforma en destino trágico, y es en algún momento de la última media hora de metraje que el director encuentra finalmente el costado más interesante de su apropiación de la historia: la belleza y el horror de la muerte romántica nunca estuvieron presentes en su cine con tanta fuerza como aquí. Burton evita reforzar el relato paralelo de la hija de Todd y su enamorado, clásicos reservorios de amor y pureza en un mundo corrompido, saliéndose del camino que cualquier otro realizador hubiera tomado sin pensarlo dos veces, nadando contra la corriente en un torrente de sangre poética. Tal vez no se trate de una de las obras más logradas del director de Ed Wood, pero la película está habitada, en sus triunfos pero también en sus imperfecciones, por un grado de osadía infrecuente en el cine de gran presupuesto contemporáneo. Aunque suene a lugar común, a Tim Burton la muerte le sienta bien.

8-SWEENEY TODD – EL BARBERO DEMONIACO DE LA CALLE FLEET

(Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, Estados Unidos, 2007)

Dirección: Tim Burton.

Guión: John Logan.

Fotografía: Dariusz Wolski.

Montaje: Chris Lebenzon.

Música: Stephen Sondheim

Intérpretes: Johnny Depp, Helena Bonham-Carter, Alan Rickman, Sacha Baron Cohen, Timothy Spall.

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Johnny Depp y Helena Bonham-Carter, dos máscaras ideales para la historia del barbero demoníaco.
 
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