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Jueves, 11 de abril de 2002

Una cuestion de elecciones

* Los diálogos y monólogos in-cluidos en la nota, forman parte de la película que se estrena hoy en Buenos Aires.

 Por Martín Pérez

”Estaba pensando en algo que dijiste”, dice un joven, acompañado por su pareja en la cama. “¿Algo que yo dije?”, responde ella. “Sí”, insiste él. “Sobre cómo sentís que estás observando tu vida desde la perspectiva de una anciana a punto de morir. ¿Te acordás?”, pregunta él, que –aun cuando en realidad es un dibujo animado– se parece mucho a Ethan Hawke. Y ella se parece mucho a Julie Delpy. Aunque en realidad a los que más se parecen es a Jesse y Celine, la pareja protagónica de Antes del amanecer. Porque los dibujados Ethan y Julie, además de estar compartiendo cama como nunca llegaron a hacerlo durante aquel breve y soñado encuentro en Viena, parecen estar continuando esa larga conversación. ¿Cuál conversación? La que conformaba el centro del film romántico que los hizo conocidos a ambos, así como a su director, el tan alternativo Richard Linklater.
Durante su sorpresiva presencia del año pasado en el Festival de Mar del Plata –al que acudió para formar parte del jurado, y de paso presentar su opera prima Looking for Jimmy (1998)–, Delpy adelantó que tenían el proyecto de reunirse con Hawke y Linklater para una especie de continuación de Antes del amanecer. Es difícil saber si ese proyecto aún sigue en pie o sólo alcanzó para provocar esa breve conversación en la cama. Pero lo importante es que ambos –actores y personajes– forman parte de la interminable sucesión de diálogos y reflexiones que presenta Despertando a la vida, un extrañísimo film de Linklater, el sexto de su filmografía, una especie de original dibujo animado existencialista. Una película que lo presenta como uno de los pocos cineastas alternativos que siguen preguntándose sobre cómo hacer cine de una manera alternativa, y no sólo cómo hacer para que Hollywood los encolumne en su rebaño.
“La razón por la que Ethan y Julie hacen un cameo en Despertando a la vida es para concretar uno de mis sueños como cineasta, que es que los personajes de mis películas siguen interactuando entre ellos una vez que la película ha terminado”, confesó Linklater, que encontró en la estructura abierta de Despertando... el vehículo ideal para la verborragia de los protagonistas de sus historias. “Siempre estoy buscando una estructura que sirva para meter muchas ideas en ella. Muchos de mis personajes son autoconscientes y muy verbales. Y este film es capaz de contener muchas de esas cualidades, e incluso de potenciarlas. De esta manera, la película representa sólo una extensión de mis películas anteriores, pero dentro de una narrativa más personal e introspectiva que acentúa cada uno de esos momentos.” Linklater es oriundo de la ciudad de Austin, Texas, la misma de Stevie Ray Vaughan, y donde casualmente también creció otra joven promesa del cine actual, Wes Anderson, el director de Los excéntricos Tenenbaum. Su salto a la fama alternativa ocurrió hace poco más de una década, con un film titulado simplemente Slacker (1991). Suerte de abierta radiografía de una generación, y también azarosa postal de los jóvenes habitantes de su ciudad, Linklater construyó aquel film -que es todo un clásico alternativo y del cine de bajo presupuesto– saliendo con su cámara a recorrer la ciudad.
“Recuerdo que cuando lo presenté en Sundance diez años atrás, todo el mundo se sorprendía porque era un film muy original. Pero al mismo tiempo terminaban apuntando hacia otros films que parecían verdaderas películas, porque mi película para ellos no era ningún negocio. Un año más tarde, sin embargo, aquellos films habían sido estrenados sin pena ni gloria, porque efectivamente eran demasiados normales. Mientras que a esta cosa rara que yo había filmado le había ido mucho mejor”, rememora Linklater, que sostiene que es posible obtener cierta recompensa sólo por el hecho de atreverse a expresar una visión propia y personal. “Slacker no era una película de género que trataba de ser comprada por Hollywood sino un film que existía en sus propios términos. Y ésa es la belleza del bajo presupuesto: que podés hacer algo diferente y atreverte a contar tu propiahistoria de una manera distinta”, explica el director de Dazed and Confused (1993), otro clásico generacional que rodó luego de Slacker. Mucho más corporativo que su opera prima, Dazed and Confused –o Rebeldes y confundidos, título con el que la suelen pasar por cable de vez en cuando– está ambientada hacia fines de los años ‘70 y cuenta el último día de clases de toda una generación. Con mucha onda y espíritu cómplice (y lleno de porro), aquel film de Linklater también sirvió de carta de presentación para toda una generación de jóvenes actores que devendrían protagonistas durante el resto de la década del ‘90, como Milla Jovovich, Parker Posey y, especialmente, Matthew McConaughey y Ben Affleck. Algo que le sucedería al propio Linklater –y a los dos protagonistas de su próximo film, Delpy y Hawke– recién dos años más tarde con Antes del amanecer (1995), su único film cercano a lo masivo. El primero, por ejemplo, en ser estrenado comercialmente en la Argentina.
Sin embargo, en vez de salir al asalto de lo que quedaba de la década, Linklater terminó escondido detrás de dos películas que no tuvieron todo el éxito esperado. Primero fue el turno de Suburbia (1996), basada en una obra de teatro de Eric Bogosian, el autor de La radio ataca. “Cuando estaba haciendo Suburbia, pensé que era la secuela de Dazed... que nunca haría. Porque yo no tenía algo tan importante para contar sobre el momento en que los jóvenes cumplen veinte años y las cosas se ponen un poquito más oscuras”, explicó Linklater, tal vez el director que mejor retrató a la juventud de su clase en el cine. Y lo sigue haciendo. “Es sorprendente que nadie piense que esa edad es el momento más duro de la vida. Porque cuando uno es adolescente tiene toda una red de seguridad debajo, viviendo en la casa de tus padres y simplemente teniendo que ir a la secundaria. Pero cuando esa época se acaba, de pronto te quedás sin nada y la sociedad es mucho más dura con vos. La gente te critica mucho cuando tenés veinte años. Mientras tanto vos empezás a perseguir algo que no sabés bien lo que es, aunque sabés bien lo que no querés hacer. Lo que no sabés es qué tendrías que estar haciendo. Rechazás algo y al hacerlo te ponés en un lugar desconocido. La gente debería ser más comprensiva con los que tienen veinte años.”
Y al cuasifracaso de Suburbia, en el prontuario cinematográfico de Linklater aparece su primer megafracaso Made-in-Hollywood: The Newton Boys (1998), una historia de ladrones de bancos situada en los años ‘20. Protagonizada por estrellas a las que había hecho famosas Linklater, como McConaughey y Hawke, es tal vez la película más malinterpretada de toda su obra. “En la superficie, es un film que aparece como muy incongruente con respecto al resto de mi filmografía”, aceptó el director. “Lo que me motivó a filmarla fue un artículo que leí sobre esta familia real de Texas, unos pibes pobres que habían decidido volverse criminales allá por los años ‘20. Como mis otros trabajos, es un film basado en sus personajes. Y es mi versión de un film de Hollywood: no sucede demasiado y básicamente se trata de seguir a los personajes para ver qué es lo que hacen. Es una película que amo, pero que poca gente entendió. Pero cuando la crítica decía cosas como que había fallado en mi intento de hacer Bonnie and Clyde, era como un cumplido para mí, porque justamente lo que yo buscaba era hacer la anti-Bonnie and Clyde.”
A partir de ese fracaso, la década del ‘90 se cerró definitivamente para Linklater. Y entonces, claro, llegó el momento de Despertando a la vida (Waking Life, 2001). Un film al que, en rigor de verdad, le acompañó otro, llamado Tape (2001), protagonizado –otra vez– por Hawke, esta vez junto a Uma Thurman. “Siempre tuve la fantasía de ser capaz de trabajar rápido y tener un film listo para filmar ya mismo, por si otra cosa que tenía lista no funcionaba”, explicó Linklater, que rodó y editó Tape en el lapso de dos meses y en formato video digital, ensayando el guión una y otra vez y luego filmando muy rápidamente, como si fuese un documental. “Uno de mishéroes de todos los tiempos es el director alemán Reiner Werner Fassbinder, que por año hacía entre tres o cuatro películas. En 1970, por ejemplo, llegó a realizar siete películas. Era una espontánea máquina de creatividad cinematográfica, algo muy difícil de hacer en Norteamérica”, apunta el director de Despertando a la vida, el film que completó –en su año de retorno al universo cinematográfico– la inmediatez de Tape con un incesante desfile de reflexiones que tardó un año en animar digitalmente con el método de rotoscopiado y luego otro año hasta conseguir una copia en 35 milímetros. “Lo que sucedió a la hora de embarcarme en Despertando... fue que tenía un par de proyectos para los que no podía encontrar financiación. Y de repente me encontré en una situación muy similar a la que estaba diez años antes, cuando hice Slacker. Así que, como entonces, me dije: ‘A la mierda con todo, voy a hacer esto que estuvo en mi cabeza durante todo este tiempo’. Ambas películas vinieron del mismo lugar.”
Por cierto, las dos comienzan prácticamente igual. Si bien Despertando a la vida tiene un prólogo muy particular, en el que dos chicos están jugando con una flor de papel que –luego de abrirla y cerrarla varias veces– anuncia “El sueño es destino”. Pero Despertando... también muestra el deambular por la ciudad de Austin de su –literalmente– animado protagonista, interpretado por Willey Wiggins, aquel simpatiquísimo drogón de Dazed and Confused. Su recorrido comienza con su llegada a la estación de la ciudad, y lo llevará de sueño animado en sueño animado. “Como todo lo que hice, la idea de Despertando... viene de la vida real. Fue algo que realmente me sucedió. Un sueño muy formativo que, como en la película, tomó la forma de una serie de falsos despertares que duraban lo que parecía ser toda una semana, hasta desembocar en un final muy extraño. Así que la estructura narrativa es algo que extraje de mi propia experiencia. Había estado pensando en esta idea durante años, preguntándome todo el tiempo si podía funcionar como una película. Y la respuesta siempre era negativa”, cuenta Linklater, que asegura haber encontrado la solución recién cuando se le ocurrió utilizar una particular forma de animación que trabaja con el rotoscopiado, o sea a partir de escenas rodadas previamente por actores humanos. “Creo que lo particular de esta forma de animación enfatiza la manera en que la memoria funciona. Porque cuando uno recuerda a alguien, sólo recuerda una característica de esa persona. Así que este film es, básicamente, como estar mirando la memoria de alguien. Y enfatiza ciertos momentos e ideas de una manera que no se podría lograr con un realismo fotográfico. La manera en que está animada es mucho más cercana a la forma en que tu cerebro recuerda imágenes.”
El film de Linklater es en realidad un festival de ideas, teorías y elucubraciones que recuerdan aquel momento en que la mente aún se permite pensar en los cómo y por qué, en vez de estar tan preocupada por los cuándo y dónde. Hirviendo de energía creativa, la sola idea de intentar rodar un film como Despertando... presenta a su director como un alternativo aun una década después de sus comienzos, cuando muchos de sus contemporáneos –o no tanto– están presentando films que hablan más de temores y advertencias. A diferencia de películas como Traffic o Réquiem para un sueño, en el que los ex alternativos Soderbergh o Aronofsky, respectivamente, se dedican a presentar sus desesperadas condolencias ante el fallecimiento de su sueño independiente, la filosófica lisergia de Despertando... presenta a un director que aún se pregunta cómo cambiar el mundo para hacerlo a medida de sus ideas y de sus sueños. Al menos dentro de su cine.
“Siempre traté de contar en mis películas historias que no hayan sido contadas antes. O de ir a lugares de tu mente que no se hayan visto en el cine. Tratar de redefinir lo que el cine es, o puede ser”, explica Linklater, que asegura que su gran triunfo es haber introducido la clasede ideas que desfilan en su film dentro del mundo de cine. “La cultura cinematográfica no tiene lugar para las ideas. La cultura lo tiene, pero no tanto como debería, mientras que la cultura académica les reserva mucho lugar, pero no tiene forma de comunicarlas de una manera amplia. Pero como la cultura pop tiende hacia el menor denominador común, el cine queda en un lugar extraño, dada su naturaleza masiva. Y se ha diluido hacia lo más simple: historias simples y simples ideas políticas. Así que creo que esta película es todo un desafío dentro de ese estado de cosas. Pienso que es un vehículo para un montón de ideas y energías, que son devueltas de una manera interesante. Como la que asegura que todos los seres humanos estamos conectados en algún nivel psíquico. De eso hablan Ethan y Julie en su charla, por ejemplo, y es una idea que se repite una y otra vez en toda la película. Una idea en la que creo y a la que trato de aportar con mi película.”

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