Si hay momentos adecuados para estrenar una película, el caso de Invisible, el segundo largometraje de Pablo Giorgelli, no puede resultar más oportuno. En un contexto en el que la lucha colectiva por la reivindicación de los derechos de las mujeres cada vez logra mayor fortaleza social, el film del director de Las acacias permite reflexionar sobre el aborto, entre otros temas que propone. Es que Invisible pone el foco en Ely, una chica de 17 años, de clase media-baja, con trabajo y estudio, que tiene relaciones ocasionales con un hombre mayor y que queda embarazada. El film sigue el derrotero de esta joven en cuanto a qué hacer o no frente a la situación compleja que le toca atravesar, ya que no tiene contención de su madre prácticamente ausente, tampoco en su trabajo y muchos menos de parte del Estado, que debería tener políticas públicas de salud. Por eso, Ely prácticamente es invisible para la sociedad en la que vive. Es cierto que el film no es lo que se entiende como “película militante”, pero permite reflexionar sobre la necesidad de pelear colectivamente por la defensa de la dignidad de la mujer. No es un film de denuncia, tampoco, pero busca mostrar el doloroso proceso al que se ven expuestas muchas mujeres –en este caso, una adolescente interpretada magistralmente por Mora Arenillas– que viven en un país donde no está despenalizado el aborto. Y llega en un momento adecuado porque la discusión alcanzó una elevada presión social. 

“Uno nunca sabe bien cómo nacen las cosas y cómo se engancha con algo”, cuenta Giorgelli sobre el origen de Invisible, que se estrena hoy. Después de Las acacias necesitó parar un tiempo: a su ópera prima, ganadora de la Cámara de Oro del Festival de Cannes 2011 –y luego multipremiada–, la estrenó hace siete años. “Necesité tomar distancia de todo aquello, y estuve un buen tiempo sin exigirme y alejado un poco de la idea de hacer una nueva película enseguida”, sostiene el director. Giorgelli tenía ganas de dirigir una película sobre la adolescencia. “Empecé a pensar en el personaje de Ely. Me sorprendí de que fuera un personaje femenino. Decidí seguir esa intuición y tirar del piolín, y lo siguiente que apareció fue el personaje de la madre. Ahí entendí que había una película que quería hacer”, recuerda. Después, apareció la pregunta: ¿qué pasa si Ely está embarazada? Con María Laura Gargarella, con quien escribió el guión, se dieron cuenta de que había una idea por contar. “Y lo que queríamos contar era sobre una adolescente y su desamparo. La soledad, la búsqueda de la identidad, tratar de ver quién es uno, y qué quiere en una etapa clave y siempre esquiva, difícil de transitar como es la adolescencia. Es una película sobre el desamparo y la soledad en la adolescencia. El embarazo y la posibilidad del aborto es uno de los temas importantes que la película aborda y que no esquiva, sino que lo trata con rigor y sensibilidad, y buscando dar una mirada más amplia, incluyendo el contexto social, político y económico”, explica Giorgelli, quien estuvo el año pasado en el Festival de Venecia, donde Invisible tuvo su première mundial.   

–La película se estrena el Día de la Mujer y en un momento importante de discusión sobre la despenalización del aborto. ¿Fue una decisión simbólica?

–Estrenar una película en la Argentina no es tan sencillo y un poco vas a la fecha que podés. En realidad, hubiera querido estrenar antes: cuando nos seleccionaron y fuimos a participar en el Festival de Venecia. Quería estrenar cerca de esa fecha. Después, apareció la posibilidad de ir a otros festivales, como el de Mar del Plata, y aplazamos el estreno. Llegó fin de año y, luego, viendo la grilla, estaba cerca el 8 de marzo y dijimos “Es ideal”. 

–¿Siempre pensó en Mora Arenillas para el personaje o fue algo que se resolvió posteriormente en un casting?

–Se resolvió en el casting. Cuando escribimos el guión, no tenía a nadie en mente. Era 2012 y Mora era muy chica todavía, tenía 13 o 14 años, y yo ni la conocía. Cuando escribimos el guion lo hicimos con una Ely ideal en la cabeza. La escritura demoró unos dos años, más o menos. Después de ese tiempo, resolví abrir un proceso de casting. Me gustan los casting largos o por lo menos sin presión, por el tipo de películas que hago. Cuando uno cuenta una película desde el punto de vista del personaje, no puede errarle: es él o ella quien cuenta la historia. Entonces, decido tomarme el tiempo necesario hasta que sienta que la encuentre. El caso de Mora fue curioso: apareció muy al comienzo del casting y en ese momento era muy chica. La había descartado, era muy chica porque tenía 15 años. Seguí con el proceso, que lo hice con María Laura Berch, una genia y especialista con el casting de chicos y adolescentes. Vimos muchas chicas, más de doscientas, muchas muy buenas. Pero había algo que yo no terminaba de encontrar. Casi un año y medio después, le propuse que llamáramos de nuevo a Mora a ver qué había pasado, porque se me había quedado en la cabeza. Y cuando vino, no tuve dudas de que era Ely. Ahí, Mora ya tenía 17 y empezamos a trabajar un poquito. Y me sorprendió lo rápido que entendió el tono que yo quería para la película, cómo quería contarla.

–Algo muy destacable de la actuación de Mora Arenillas es que compone un personaje con un gran conflicto interior, pero que no larga lo que tiene y, sin embargo, deja traslucir que está siempre a punto del estallido emocional.

–Esa es la clave de la película. Ely es un personaje contenido pero a punto de estallar en cualquier momento. Nunca termina de suceder, pero puede suceder en cualquier momento. Eso debía verse en su expresión, en su mirada y no en sus palabras. Ella intenta seguir con su rutina, va a trabajar, va al colegio, como si no pasara nada, pero pasa de todo. Y esa transformación se le va viendo en la cara hasta el momento final. Esa fue una de las ideas rectoras para trabajar con Mora. Y es una idea que ya venía del guion, que fue concebido con la idea de la olla a presión.

–El film tiene la particularidad de no juzgar a una chica que queda embarazada, producto de relaciones ocasionales, pero sí intenta mostrar la falta de contención que tiene Ely, incluso desde su propia familia, ¿no?

–Tiene que ver con eso que decía de que es una película sobre la soledad y el desamparo de una adolescente que no tiene, no sabe y no puede recurrir a casi ningún tipo de ayuda. La investigación previa me ayudó a ampliar la mirada sobre un personaje y un conflicto como el que atraviesa Ely. Y la película tiene que ver con el desamparo de Ely en todos los órdenes de su vida: el desamparo familiar con una madre prácticamente ausente, o una familia que la ayuda poco y nada, que no dialoga, que no la puede contener, que no la registra. También está el desamparo social, el desamparo en la cuestión laboral y a nivel del Estado. Es un Estado que no registra y no ayuda, no hace frente a una problemática como la que atraviesa Ely. Entonces, en todos los órdenes de su vida Ely no es registrada. De ahí un poco el título.

–Algo interesante que tiene la película es que expone las situaciones a las que se enfrentan las mujeres por no estar despenalizado el aborto, pero no es un film de denuncia. Más bien, deja que el espectador reflexione sobre los peligros que encierra la clandestinidad. ¿Esa fue la idea que quería comunicar?

–Me costó mucho hacer esta película, encontrarle el tono y la mirada al tema, también decidir el final. Y fui entendiendo durante el proceso varias cuestiones, que son las que se terminan imponiendo en el largometraje. Lo primero que entendí es que la película tenía que ser contada desde el punto de vista de ella. Es una película que está contada ciento por ciento desde el punto de vista del personaje. Entonces, yo “no existo”, tengo que “desaparecer” para convertirme en ella. Me transformo en ella y cuento la película desde su lugar. Es el oficio de los contadores de historias. Es casi como el trabajo que hace un actor. Hice el trabajo de investigar, nutrirme, hablar con profesionales, con adolescentes que habían atravesado situaciones parecidas a la de Ely, conectarme con mi propia adolescencia. Y que las decisiones que tomara el personaje fueran con su mirada del mundo, con su realidad y no con la mía. Todo esto lo digo entre comillas porque es una construcción, una ficción. Trabajamos dos años para escribir ese guion, pero la manera de escribirlo fue en primera persona. Desaparezco como autor y me convierto en el personaje. Otra cosa que quise evitar de entrada fue la película militante, panfletaria, de denuncia. Siempre tuve claro que para mí era más importante concentrarme en el drama íntimo, personal, en el personaje, en su conflicto, tratar de acompañarlo, entenderlo y no decir desde afuera “Esto es así”, por más que eso me haya generado algún conflicto personal. Mi posición personal es que el aborto tiene que ser legal, gratuito, provisto a través de los servicios de salud pública, y ojalá que el debate legislativo logre por primera vez esa instancia.

–Antes dijo que la película tiene el punto de vista del personaje. Que no tenga una mirada masculina sobre la problemática que aborda, ¿fue una manera de evitar cierto tono paternalista en el que podría haber caído?

–Cuando decidí contar la película desde el punto de vista de ella, ya no podía tener la mirada de un hombre. Es la mirada de ella. Entonces, me tomé el tiempo para entender, como decía antes, consulté, hablé con mujeres, profesionales, referentes vinculados a la temática de la película, escribí el guion con una mujer, la mitad del equipo fueron mujeres. Y después, traté de darle prioridad a mi propio lado femenino. Me quedo con los comentarios que me hicieron varias mujeres que vieron la película, algunas en forma personal y otras que me escribieron a mi Facebook y a mi mail. Hubo muchas que me dijeron que parecía una película dirigida por una mujer. Para mí fue un gran halago, un elogio, porque me preocupé mucho para que Invisible tenga la mirada del personaje, que naturalmente es una mirada femenina. Hay algunos prejuicios y algunos/as que no han visto la película aun, me dicen: “Pero vos sos hombre. No sé si voy a ir a verla”. Prejuzgan de entrada. Yo les digo: “Andá a verla y después decime qué te parece”.

–Otro de los aspectos destacables de la película es que el personaje es de clase media, tiene trabajo y vivienda; es decir, está inserto en el sistema. ¿Fue una manera de mostrar que las decisiones a las que se ven expuestas las mujeres en cuanto a dudas, dolores y soledad en situaciones límite atraviesan las clases sociales, más allá de lo económico?

–No lo pensé desde ese lugar, pero para mí siempre fue claro que el personaje estaba dentro del sistema, cerca de un margen, porque no es alguien de clase acomodada. Era importante definir al personaje como de clase trabajadora, popular. Por eso filmé la película en un barrio de monoblocks en La Boca, por eso el mundo de Ely transcurre en la zona sur de la ciudad. Era importante ubicar al personaje dentro del sistema y que sea alguien que tiene acceso relativamente a algunas posibilidades. No está excluida, no es alguien que no tiene ninguna chance de acceder a nada. Es una chica que trabaja y tiene cierta educación, porque para mí era importante poder echar una mirada al tipo de educación, al tipo de trabajo. Y ahí hay también una mirada crítica: es alguien que está dentro del sistema pero que cada vez ese sistema la empuja un poquito más hacia el borde.