La publicitada renuncia de Pablo Moyano a la Secretaría Gremial de la CGT lejos de representar un envión para la renovación de la conducción se está convirtiendo en un escollo. Y es que los sectores más dialoguistas del Consejo Directivo consideran que es la oportunidad para congelar el retorno a un secretariado general unipersonal. Esta división interna, por ahora no dramática, no impedirá el paulatino desmoronamiento del triunvirato que funciona sólo en los papeles. La dilación pretendida puede favorecer a algunos dirigentes pero lo seguro es que perjudicará a la gran masa de trabajadores a los que se les escurre el poder adquisitivo fruto de un plan económico que aunque ya hace agua continúa beneficiando a un sector minoritario y poderoso de la sociedad.

En términos estrictamente estatutarios la renuncia de Moyano hijo debe ser aceptada por el Consejo Directivo que no se reúne desde principios de año y que, por ahora, parece encontrarse en una especie de animación suspendida. Pero desde el costado estrictamente sindical el renunciamiento significó para algunos dirigentes gremiales un alivio. Pero eso no resuelve la crisis. En todo caso la agudiza y lejos de convertir a la CGT en un dique de contención a las políticas del gobierno nacional la transformarán, con suerte, en un canal aliviador.

El deflecado triunvirato persiste por ahora. El barrionuevista Carlos Acuña quiere que se termine cuanto este padecer. Por su parte, Juan Carlos Schmid asegura, en cuanta oportunidad tiene, que el formato tripartito “no funcionó” y reclama que se realice un congreso para que “pongamos alguien que conduzca”. Una frase que deja entrever una decisión de no abrirse de la central obrera. Tal vez por ello el líder de Dragado y Balizamiento criticó la forma en que renunció Moyano hijo y lo que representa para la central sindical ya que insistió con su condición de un hombre de la CGT.

El único que quiere continuar en el secretariado general es Héctor Daer y lo argumenta a través de su prédica de respetar la “institucionalidad”. No es novedad para nadie que el hombre de sanidad aspira a convertirse en el conductor de la central obrera pero para eso es preciso superar ciertos escollo. Por lo pronto la futura conducción de la CGT debe representar la nueva correlación de fuerzas internas que se está gestando. Esa correlación se expresa en el Consejo Directivo y su actual conformación representa las alianzas forjadas en 2016 cuando se unificaron las tres CGT de entonces. Ahora hay actores que retornaron como el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), un grupo de las 62 Organizaciones y otros sindicatos que no quieren abandonar la central obrera para seguir a Moyano.

El primer escollo es reunir al actual Consejo Directivo desde donde convocar al congreso. Los gordos e independientes, principales actores de esta movida, necesitan contar con el aval de 19 de los 35 miembros que tiene el Consejo. Ese número mágico, el de la “institucionalidad”, todavía no lo consiguieron y por eso están organizando encuentros similares como el del miércoles pasado en la Federación del Gas.  

Pero la dimisión de Moyano envalentonó a un sector de los más dialoguistas de la CGT. No en vano el conductor de la UTA (colectiveros), Roberto Fernández, aseguró que no es el momento de cambiar la conducción de la central obrera y para ello recurrió al viejo refrán “no se puede cambiar al caballo en medio del río”. Fernández es quien el 18 de diciembre envió a Mario Caligari en su representación a votar en el Consejo Directivo por el paro contra la reforma previsional. Sin embargo, pocas horas más tarde anunció que su gremio se apartaba hiriendo de muerte a la medida de fuera y también al triunvirato. Sin declaraciones pero con hechos elocuentes, el líder de los empleados de comercio, Armando Cavalieri, firmó paritarias con el porcentaje que exige el gobierno, el 15 por ciento y sin cláusula gatillo. Dos ejemplos de dirigentes que apoyan el institucionalismo pero sin tanta transformación como la que aspira Daer.

De todas formas hay señales que entusiasman a los que pugnan por el congreso y reciben el apoyo de aquellos dirigentes que hasta no hace mucho estaban dentro del moyanismo. Es el caso del cervecero Carlos Frigerio que participó del almuerzo del miércoles pasado y ahora se sumó el actual secretario de Prensa de la CGT, Jorge Sola (seguros), quien indicó que se trabaja para “una salida ordenada e institucional del triunvirato” así poder convocar a un congreso que defina las nuevas autoridades.

Hay un sector que no participa de estos almuerzos y reuniones y es el que aglutina a los gremios industrialistas como la UOM y el Smata. Los metalúrgicos decidieron, por ahora, “prescindir” de estos encuentros. Pero eso no significa quietud y en las últimas semanas la sede del gremio ha sido el destino de una larga serie de dirigentes que incluyen a miembros del actual Consejo Directivo y de los grupos que forman parte de la central obrera pero no tienen cargos en la conducción. Todos se acercaron para dialogar con su máximo referente, Antonio Caló, sobre el futuro de la central obrera. Un dato que da cuenta de que la actual prescindencia de la UOM es parte de una estrategia.