La baterista toca como poseída por Jaki Liebezeit –miembro fundador de Can y autor de ese estilo mitad humano/mitad máquina–, sus brazos se mueven de un parche a otro y hacia una guitarra eléctrica intervenida, acostada en un soporte de teclado, a la que también aporrea. Canta, recita, grita y su voz se retuerce de modo inquietante, mientras su compañero contrabajista dibuja riffs magnéticos que todo el tiempo parecen empezar de nuevo aunque distinto, entre colchones vocales, cuerdas frotadas y distorsiones.

Simone Aubert y Vincent Bertholet tocaron como Hyperculte por primera vez en diciembre de 2013, en Ginebra, Suiza. Vincent había sido invitado a abrir para los legendarios The Ex y aceptó sin saber qué haría: “Faltando una semana, pensé en Simone, a quien conocía de la escena alternativa de Ginebra. Armamos un set en tres días, estuvo bueno, así que decidimos seguir tocando juntos”, escribe por mail.

Ambos tienen pasados en la escena subterránea suiza: Vicent como contrabajista del ensamble experimental Orchestre Tout Puissant Marcel Duchamp, y Simone como guitarrista del combo noise Massicot. “Son bandas amigas, compartimos sala de ensayo.” Y mientras que OTPMD está por sacar su cuarto disco, y Massicot planea girar con Sleaford Mods en abril, Hyperculte visitará por primera vez la región “gracias a la invitación de Luis Alvarado, de Buh Records, para tocar en el festival Ruidismos, en Lima, Perú”. Además, Alvarado les organizó el resto del tour, que incluye fechas en Buenos Aires y La Plata.

Con influencias tan diversas y numerosas –“El krautrock es una grande, sí, pero va del punk a la música africana, de electrónica a experimental, new wave hasta música tradicional de todo el mundo”–, para armar Hyperculte no hubo dirección precisa: “Sólo divertirnos con esta forma minimalista de contrabajo y batería. Nunca dijimos de tocar tal o cual estilo, y seguimos sin hablar de eso”.

De haber una premisa, sería la de “usar instrumentos acústicos y tratar de hacer música trance”. Y el resultado es bien intenso, movedizo e hipnótico: la voz de Simone viaja a través de un pedal whammy y un looper, con los que arma patrones melódicos y seudometrónomos, al igual que con la voz de Vincent, que además tiene otro looper para el contrabajo y dos distorsiones para llevar al instrumento a otros terrenos. “Todo se arma en el escenario, en vivo, sin audios pregrabados.”

Para las intrincadas aunque refrescantes y pegadizas composiciones de su álbum debut, el proceso creativo nació de improvisar durante horas: “Cuando tenemos una parte buena, buscamos palabras para ponerle encima”. Escriben textos, pero también los extraen de figuras que admiran, como Brigitte Fontaine, “una gran cantante francesa que hizo cosas increíbles desde finales de los ‘60”; el poeta Tristan Tzara, principal fundador del Dadaísmo; o Douglas Adams, autor The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy, un libro que ambos aman.