Por la magnitud del proyecto, pero sobre todo por el reconocimiento mundial de su protagonista, el reciente estreno en Buenos Aires de Ejercicios fantásticos del yo supone un auténtico acontecimiento cultural. Por primera vez en su vida, el mexicano Gael García Bernal está haciendo teatro en Buenos Aires, ciudad a la que define como “profundamente teatral”. Se trata de una pieza escrita por su coterránea Sabina Berman y dirigida por el local Nelson Valente, en la que el actor de Diarios de motocicleta encarna ni más ni menos que al poeta Fernando Pessoa. “Ya no recuerdo bien cómo empezó la propuesta –dice el actor a PáginaI12–. Es como todo enamoramiento, el principio es una anécdota, una cosa llevó a la otra, nos gustamos y así fue, ahora estoy totalmente entregado al proyecto”.

Lo de acontecimiento, en realidad, no tiene sólo que ver con que García Bernal haya hecho su debut en las tablas porteñas, sino también con su regreso al teatro en general luego de un tiempo largo. Y es que en los últimos años, el actor que cantó en vivo en la última entrega de los Premios Oscar enfocó su carrera más hacia el cine, dejando a un lado los escenarios, el primer acercamiento al arte que tuvo gracias a sus padres, también actores. “Estoy contento porque es volver al lugar donde crecí, a una aventura fraternal. Es un lugar al cual pertenezco y quizás es un lugar común decirlo, pero lo siento así: me lleva de vuelta al hogar”, dice el ganador del Globo de Oro por su actuación en la serie Mozart in the Jungle, que hace poco estrenó nueva temporada.

De la obra participan, además del mexicano, los locales Rita Cortese, Fernán Mirás, Vanesa González, Martín Slipak, Javier Lorenzo, Fernando Sayago, Ignacio Pérez Cortés y Lucas Crespi. Lo que se narra transcurre durante la jornada del 29 de junio de 1914, momento en que varios países europeos estaban movilizando sus ejércitos momentos previos a la Primera Guerra Mundial. Ese mismo día, el poeta portugués que encarna García Bernal fue de fracaso en fracaso: no logró la mano de su amada ni obtuvo el Gran Premio de la Reina Victoria de Poesía. Sumado a eso, perdió una cuenta en la agencia de publicidad para la cual trabajaba y a la editora de sus poesías.

“Cuando Sabina me dio a leer la obra, supe que había que montarla. Es un personaje atrapante, que me genera un desafío y me invita a seguir pensando. No lo había leído tanto, pero investigarlo y profundizar en él generó una potencia hermosa, que espero estar llevando al personaje. Tenía muchas ganas de volver a hacer teatro y hacerlo con esta obra es algo que agradezco”, dice el actor, que pidió especialmente que el estreno mundial fuera en Buenos Aires, para estar cerca de sus hijos, que viven acá.

–Si siente eso por el teatro, ¿por qué no hace tanto?

–Porque en un momento llegó el cine y me embaucó, como les pasó a muchos. El cine nos lleva para su lado aun mostrándonos su lado más cutre, más violento, más rudo, más grotesco, su parte industrial, esa donde se acaba la ensoñación.  El cine tiene esa cosa de que hay películas que compiten con otras, una carrera absurda por lo comercial. Y aun así te gusta, te encanta, y te termina ocupando la mayor parte del tiempo. Además el teatro implica mucho tiempo, mucho arraigo y cuando uno es joven lo único que quiere es joder. Pero me hace bien, me hace feliz, y por eso lo he dejado en un lugar muy libre, muy puro, muy honesto para mí, que tiene que ver con elegir el momento de hacerlo, como en esta oportunidad. Y ahora me pasa que esta obra me abre el sueño de querer hacer otras, de leer y buscar otras para hacer. Me dieron nuevas ganas. Estoy pensando la forma.

–¿Al teatro no le encuentra un lado violento, como al cine?

–Es distinto, el teatro implica otras estructuras, otros acuerdos, otro encuentro y otra pertenencia. En cine, una vez que haces una película ya perteneces a ella y no al revés. Perteneces para siempre a ese momento de esa persona que te vio en aquella ciudad. En el teatro es al revés, tu siempre estás ahí, haciéndolo, de modo que siempre hay algo que te pertenece, que existe gracias a ti.

–En la tarea de estudiar a Pessoa para encarnarlo, ¿encontró algo suyo con lo que se identifique?

–Me identifico con su ambigüedad, con el poder vivir con ella, que es algo que me caracteriza. Yo no tengo problemas en saber que algo puede ser o no ser, que algo es sí o es no, no tengo tanto conflicto con eso. De hecho, en el orden de lo humano, que no haya ambigüedad directamente me hace ruido. Si no está la antítesis de la tesis todo me parece un panfleto, algo muy artificial. Siento que no llegué a Pessoa de casualidad. Que de alguna manera tenía que conocerlo para después emprender viajes mucho más profundos y declarados. Sé que ahora en Buenos Aires hay cada vez más teatro que tiene que ver con la poesía, eso tampoco me parece casual.

–Como si se estuviera buscando volver a la palabra, a la raíz…

–Pues sí, creo que es eso. Y me encanta sentir que hay espacios en los que se le da mucha importancia a lo que se dice, porque todo el mundo parece ir a contramano de eso. Cuando le ponemos cuidado y cariño a lo que decimos, aflora todo, aflora otra energía. Incluso cuando pedimos un taxi y lo hacemos cuidando las palabras, eligiéndolas, eso ya cambia todo, cambia la forma de relacionarnos, la interacción. Es increíble, pero una pregunta tan linda como “¿cómo estás?” a veces se responde solamente con un “bien”, y listo. Hay que resignificar lo que decimos. Y eso pasa con Pessoa. Terminas de leerlo y el siguiente mensajito de texto que mandas es hermoso, adquiere una cosa de responsabilidad con el lenguaje que me fascina.

–Habla de tesis, antítesis, viajes profundos, resignificación del lenguaje. Bastante filosófico.

–No sé si filosófico, más bien muy sagitariano con ascendente en Piscis (risas). Pero algo hay, sí. Tiene que ver con la fortuna de poder hacer lo que hago, de poder hablar de estas cosas como parte del trabajo, pero también con algo de mi naturaleza de búsqueda. Creo que no podría hacer algo que no incluyera este tipo de viajes por el pensamiento. Cuando quería ser médico, me veía como chamán. Alópata, sí, pero siempre buscando ese otro misterio detrás de las cosas, como en el teatro.

–Cuando puede elegir, suele encarar trabajos de cierto compromiso social o político. ¿Por qué?

–Porque no veo separada la política de la vida cotidiana, aunque a veces pareciera ser que son esferas diferentes, que la política es una actividad aparte como jugar al tenis, al menos en Estados Unidos. Para mí es parte de mi vida. Lo que sí me pasa es que cuando encaro esos proyectos aumenta la responsabilidad que me pongo a mí mismo. Pienso mucho qué digo, de qué hablo, qué investigo o de que no hablo por no saber o por no tener opinión o certeza.

–¿De la política argentina tiene opinión o certeza?

–No, me cuesta mucho. Realmente una opinión formada sobre lo que está sucediendo no tengo. Hay tantas voces distintas, tantos actores opuestos, tanto desarrollo sobre tantos temas… Sería muy panfletario de mi parte decir algo.

–Maneja más temas sobre la región en general, ¿no? Se ha expresado bastante sobre la problemática fronteriza de México y Estados Unidos.

–Es que al continente lo he experimentado en carne viva. Cuando hicimos Diarios de motocicleta, Rodrigo de la Serna dio una entrevista y dijo que sentía que su casa se había hecho más grande. Y es así. El hogar crece. Yo me siento un local en muchas partes y si esa pared se termina de construir y llegara el momento de elegir de qué lado estoy, pues estoy de éste. Me gustaría no tener que hacerlo, porque uno no elige donde nace pero debería poder elegir donde vive. En cuanto a nuestra región, creo que a diferencia de nuestros padres y abuelos estamos viviendo en un continente mucho más libre. Uno ve que en esta periferia donde nacimos, tan atravesada por posturas e historias, se está peleando la batalla por una visión del mundo. Y eso lo tenemos que aprovechar.

* Ejercicios fantásticos del yo  estará en cartel solamente por diez semanas con funciones los jueves, viernes y domingos a las 21 y los sábados a las 20.30 y 22.30 en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125).