Siempre señalo que la memoria nos ayuda a comprender el presente y construir nuevos caminos. Los sobrevivientes a la dictadura militar en Argentina tenemos la responsabilidad de transmitir a las nuevas generaciones no sólo lo vivido durante esa época de terror, persecuciones, desapariciones, exilio, cárcel, torturas y un modelo económico neoliberal excluyente, sino además la necesidad de comprender por qué se llegó a esa situación donde las libertades democráticas de los pueblos fueron sometidas por la violencia y se impuso el totalitarismo.

Lo ocurrido en la Argentina no fue un hecho aislado en el continente, donde se implantó la Doctrina de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y la operación Cóndor. Hoy, a 42 años del golpe militar tenemos que analizar dónde estamos, qué pasa con las políticas de derechos humanos en nuestro país y el continente.

No hace falta una lectura muy profunda para constatar graves retrocesos impulsados por el actual gobierno nacional: cierran escuelas, desmantelan hospitales, aumentan la inflación, los despidos de trabajadores/as, aumentan la pobreza y el hambre actual y futura porque nos están endeudando en el exterior a niveles insostenibles como continuadores del mismo modelo neoliberal de la dictadura. Ante el lógico aumento de los conflictos sociales, la respuesta fue fomentar más represión de las fuerzas de seguridad, y más persecución y encarcelamiento político de los opositores por pensar distinto, como denunció la ONU, la OEA y acaba de denunciar Amnistía Internacional. Cómo si fuera poco han creado la “doctrina Chocobar” de matar y luego preguntar, y continúan insistiendo en dar el beneficio de prisión domiciliaria a condenados por crímenes de Lesa Humanidad como Astiz y Etchecolatz. Parece que para este gobierno la vida no vale, o al menos la vida de algunos.

Podría continuar señalando las violaciones de los derechos humanos y de los pueblos por el gobierno nacional y los provinciales, pero lo central es que después de mucho tiempo logramos unir criterios, voluntades y fuerzas para enfrentar la violencia del Estado y la pérdida de derechos del pueblo. 

Necesitamos de la unidad en la diversidad, dejar a un lado los partidismos mediocres y buscar los consensos de todos los sectores sociales, políticos, culturales y religiosos. Necesitamos construir más espacios de reflexión crítica y construcción social, para saber el país que queremos y hacia dónde vamos.

El desafío es grande pensando lo que ocurre en el continente. Los golpes de Estado están avanzando en la región con nuevas modalidades: golpes parlamentarios, judiciales y mediáticos. Vivimos un proceso de recolonización que debemos resistir generando medios alternativos para enfrentar el accionar de la prensa canalla que busca denigrar y acusar a opositores sociales, sindicales, políticos para justificar un sistema de dominación.

Tengamos en cuenta que democracia y derechos humanos son valores indivisibles, si se violan los derechos humanos se debilitan las democracias y se abre el camino al totalitarismo. Estamos frente a desafíos superadores para construir un nuevo amanecer para nuestro pueblo. No olvidemos que lo que sembramos recogemos.

Este 24 de marzo nos movilizamos por más Memoria, Verdad y Justicia, porque son 30.000, fue un genocidio y decimos Nunca Más.

* Presidente del Servicio Paz y Justicia.