Las avenidas que desembocan en la Plaza de Mayo alternan puestos de venta de comida con otros de merchandising, en proporción de 8 a 2, según el ojímetro del cronista. Choris, hamburguesas, bondiolas y pirotecnia ahúman el aire. 

Es temprano, las columnas tardarán en llegar. Manifestantes dispersos se adueñan del espacio público: grupos chicos, familias. La edad promedio, calibra el ojímetro (que seguiremos usando pero prometemos no mencionar más) debe ser menor a cuarenta años. Cierto es que la disminuyen pibas y pibes en edad de jardín o de ir en cochecito pero, de todas maneras, una proporción elevadísima de la concurrencia no había nacido cuando se produjo el golpe cívico militar de 1976.

Politólogos sesudos o propagandistas bien retribuidos comentan que la gestión del macrismo combina elementos municipales con nacionales, diz que virtuosamente. Ayer se observó un ejemplo vivo, que contradice dicho relato. La Plaza semi devastada, los pocos metros cuadrados que quedarían para el césped dan la impresión de haber sido bombardeados con napalm o, cuanto menos, regados con sal. Las obras se previeron sin considerar el acto. ¿Mala fe, desidia, falta de empatía del Gobierno de la Ciudad? A quién le importa: la Plaza es de las Madres, las Abuelas y de la multitud… aunque, por obra y gracia del alcalde Horacio Rodríguez Larreta, esté hecha un estropicio.

Faltan cuatro horas para la lectura del documento, ya resuena el ulular: “como a los nazis les va a pasar/adonde vayan los iremos a buscar”.

Una murga, “La Gloriosa de Boedo”, mete bulla cerca de la Catedral. Por la pilcha y los sones da la impresión de regresar del pasado o salir de un film de Leonardo Favio. Pero cantan, bailan y hacen cabriolas. Son parte del presente .Multicolor, plural, policlasista, transversal políticamente, del centro a la izquierda.

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Uno remolonea como peatón, empieza a patear la Avenida de Mayo en sentido contrario a las columnas. 

La Poderosa, el emprendimiento cultural de los villeros, repartió afiches, fotos, algunos juegos interactivos tradicionales: embocar una pelota de fútbol en un hoyo ad-hoc. Se juega gratis, quien emboca gana una revista. Enorme presencia creativa, con cero inversión económica. “Llegamos a las seis de la mañana -explica Nacho, un referente- estamos cansados como si fuera bien tarde pero contentos”.

El Gobierno de la Ciudad levantó las baldosas pintadas de la Plaza. Como en una payada pictórica surge la respuesta: voluntarias y voluntarios pintan con cal sobre la calzada la clásica imagen del pañuelo anudado, Cuadras y cuadras renovadas.

Ya que estamos, se aggiornó el marketing textil, señal de los tiempos que corren y vuelan. Pañuelos blancos en oferta hay desde siempre, ayer le compitieron en noble ley los verdes y las violetas, la impronta del paro de mujeres del 8 M.

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“La Chilinga. Escuelita de percusión” indica el estampado de las remeras rojas, habitués del 24 de marzo. Sus integrantes se valen de una diversidad de instrumentos que superan la flaca sapiencia musical del escriba. Un musicólogo ahí, clama y no halla.

La proporción de género es políticamente correcta, muchas mujeres le dan duro y parejo al parche, haciendo trizas viejos estereotipos sobre el “sexo débil”. Unas sonríen, otras aprietan los labios en fiero ademán. 

Ellas, los tipos de remera roja, la gente que está parada en su derredor corean a viva voz. Primicia para PáginaI12: el hit del verano sigue primero en el ranking cuando despunta el otoño, va en pos de otro disco de oro. Como La Chilinga avanza, las voces se entremezclan, urdiendo algo así como un canon espontáneo y, tememos, involuntario. Es una letra sencilla, una que sabemos todos.

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Las consignas tradicionales le siguen los pasos (literalmente) A la música de temporada. “Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos/ “¡Presentes!” Resuenan fuerte porque pasa una combi con Madres de la Plaza. La bandera interminable con las imágenes de compañeras y compañeros transcurre después.

¿Cuántas cuadras, cuánto vibran las ovaciones, cuánta gente hubo? Como siempre, más que siempre, habría que sumar año tras año, en un sinfín. Si hacemos bien (así) la cuenta, la historia se escribe con millones de personas caminando cientos o miles de kilómetros. El recuento total debería abarcar a tantísimas ciudades de la Argentina porque en todas y cada una hubo víctimas, represores, cómplices civiles y argentinos con memoria. 

Ayer se reiteró el rito. Con el WhatsApp cualquiera recibe imágenes de amigos, parientes o compañeros de Argentina. O noticias trasatlánticas, desde París donde los argentos cortaron la calle de la embajada criolla, una exportación (de militancia) no tradicional. La argentinité al palo…  

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“Habría que hacer” una película, delira el cronista embriagado por la alegría colectiva, aunque no califica ni ahí en el séptimo arte. Cinco o diez manifestantes que se dirijan a la Plaza cuyo entorno vaya cambiando año tras año desde la recuperación democrática. Las movilizaciones para “iniciados” hasta 1996, póngale. El estallido de participación desde entonces, hasta llegar a las cuatro generaciones que conviven hoy en día.

Madres y Abuelas haciendo la ronda al principio (esto en blanco y negro), en otro momento, con más años encima, asistiendo al Juicio a las Juntas, luego protestando contra las leyes de impunidad y los indultos. Ya en colores, embarcándose hacia España para declarar ante el juez Baltasar Garzón. El incesante ir y venir: de la Plaza a Tribunales, de Tribunales a la sanción de las leyes.

En su torno, reconstruir cómo se fue enriqueciendo la movilización con columnas sindicales, de organizaciones sociales. Cómo se fueron agregando víctimas del capitalismo salvaje, del gatillo fácil, de discriminaciones surtidas, de machismo. Un calidoscopio de las luchas populares.

La historia del movimiento por los derechos humanos no queda fijada en aquel 24 de marzo, sigue construyendo un fragmento esencial de la democracia y la ampliación de ciudadana.

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Volvamos a la película que nunca he filmado. Racontemos el surgimiento de HIJOS y la innovación: “si no hay justicia, hay escrache”, Porque en la edad dorada de la República campeaba la impunidad, paraíso que fue mancillado por el populismo irresponsable.

El Equipo Argentino de Antropología Forense, otra innovación criolla, condensación científica de la lucha social. El reconocimiento de algunos cuerpos, un estadio distinto para familiares de las víctimas, el ejemplo para el mundo. 

Nietos recuperados, otro prodigio de paciencia y acumulación de saberes.

Todo eso se amasa con civismo y a través del tiempo.

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Mariana Dopazo tiene cuarenta y siete, es psicóloga y docente. Va caminando sola, es “su” primer 24 de marzo. Hasta ayer no se había dispuesto a ir. Fue hija del represor Miguel Etchecolatz, ya no lo es porque así lo decidió, tras profunda introspección. 

Demandó y obtuvo cambio de apellido ante los tribunales civiles, lo fundó en motivos nobles y comprensibles aunque inimaginables para la sociedad civil y (ni hablar) para los jueces veinte o treinta años atrás. 

Pudo elaborar su identidad, ajena y reluctante a los crímenes de su progenitor (así lo nombra). Proceso tremendo, humano hasta la médula, solo posible en el contexto que buena parte de la sociedad construyó.

El colectivo de hijos de represores que repudian el terrorismo de estado se auto nomina “Historias desobedientes”, llegan en columna, por otro lado. 

Mariana va sola, concentrada y sonriente, abraza a quien la reconoce, lleva el apellido de su madre, da testimonio.

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Ayer nomás, para filmar en 4D. Cada reencuentro es celebrado, sea a una semana o a diez años del anterior. Abrazos, risas, lágrimas.

El ómnibus de la Asociación Madres de Plaza de Mayo atraviesa a paso de mujer la avenida 9 de Julio. En la parte superior, “las viejas”, con personas que invitaron. Desde abajo, “el pueblo las abraza” y las retrata. Desde arriba, una Madre ríe a carcajadas y compite: también ella saca fotos. La vida difiere del comercio global: hete ahí un intercambio en el que las dos partes ganan. 

¿En cuántos países del mundo hay tres movilizaciones pacíficas, distintas, bulliciosas, cada una congregando cientos de miles de personas en un lapso de un mes? El cronista supone tener una respuesta a la trivia pero la delega a quien lo está leyendo, en este domingo sin fútbol.     

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