Desde Brasilia

Luiz Inácio Lula da Silva en la “República de Curitiba”. El ex presidente cerró ayer con un acto bajo la lluvia en la Plaza Santos Andrade, de  Curitiba, su caravana por tres estados sureños , iniciada el 19 de marzo, signada por el ataque armado contra dos micros de su comitiva.

La concentración  contaba con la presencia de varios dirigentes opositores al gobierno anómalo de Michel Temer, como el líder de los  Trabajadores Sin Techo, Guilherme Boulous, la precandidata presidencial del Partido Comunista de Brasil Manuela D´Avila y el senador paranaense Roberto Requiao, un disidente del oficialista Movimiento Democrático Brasileño.

“La idea fue que sea una convocatoria multipartidaria, no solo petista, que sea una demostración unidad en la defensa de la democracia y de repudio al atentado contra Lula”, explicó Gleisi Hoffmann, presidenta del PT, en diálogo con PáginaI12.

En campaña hacia las elecciones del 7 de octubre en las que aparece como favorito, Lula recordó que fue candidato cinco veces, entre 1989 y 2006 (tres derrotas y dos victorias), además de haber participado en las disputas de  Dilma Rousseff, en 2010 y 2014. Y aseguró que nunca enfrentó un grado de violencia política como el observado en la actualidad. “Lo que estoy viendo ahora es casi como el surgimiento del nazismo”, sostuvo el ex mandatario antes del inicio del evento en el centro curitibano donde ayer a las 20 horas había miles de personas protegidas con capas y paraguas.

En la noche del martes dos de los colectivos del convoy lulista fueron baleados cuando se dirigían de Queda do Iguazú a un asentamiento de los campesinos sin tierra en Laranjeiras do Sul, en el interior del estado de Paraná, cuya capital es Curitiba.

“Si creen que haciendo esto nos van a asustar están equivocados, no nos van asustar, no podemos permitir grupos fanáticos impongan su voluntad”, pechó Lula. “Si quieren pelear conmigo (vengan), no le huyo a la pelea, pero vamos a respetar a la democracia”.

Por cierto la confirmación del acto fue una decisión a la que se llegó luego de una serie de consultas entre los dirigentes petistas, porque ni el gobierno federal ni el de la provincia de  Paraná, controlado por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), dieron garantías de seguridad.

“Tal como están las cosas y después de la emboscada de ayer (martes) no se puede descartar que en algún momento se intente un magnicidio” planteó Gleisi Hoffmann, que acompañó a Lula en su travesía sureña. “El está fuerte, seguro, tranquilo, no lo van a amedrentar fácilmente aunque la embosacada fue una cosa seria”, comenta Hoffmann. “Las balas se disparan para matar, los que tiraron  sabían lo que hacían esos tiros pudieron darle a Lula”, añade la senadora petista.

La descomposición del régimen surgido del golpe que destituyó a Dilma Rousseff se constata en el aumento de la represión estatal y paraestatal. A través de la intervención militar en Río de Janeiro y el accionar descontrolado de grupos parapoliciales como los que asesinaron a la activista negra Marielle Franco el 14 de marzo en el centro carioca o los que dispararon contra los ómnibus petistas 13 días después en la pampa paranaense. “Son dos hechos resultantes de una misma lógica, fueron dos atentados políticos en menos de un mes. Todo esto está pasando con el consentimiento de un presidente cada vez más enflaquecido, no hay nada más peligroso que un gobierno débil como el de Michel Temer que es omiso ante la violencia política” apunta Hoffmann.

El ataque contra los colectivos puso de manifiesto la determinación de parte del espectro golpista, el más radicalizado, en impedir a como sea que Lula se postule, porque de hacerlo su victoria sería casi segura: tiene el 35 por ciento de intenciones de voto contra el 17 del militar retirado Jair Bolsonaro. “Espero que haya elecciones el 7 de octubre, pero en estos días leí a una periodista seria del diario Folha de San Pablo contando que algunos jueces del Supremo Tribunal Federal hablan de la suspensión. Puede pasar cualquier cosa, creo que está creciendo la posibilidad de que suspendan las elecciones”, sostiene Hoffmann.

La ira anti Lula creció en los últimos días cuando el Supremo  le concedió un hábeas corpus impidiendo su detención en la causa Lava Jato, de la cual es responsable el juez Sergio Moro, uno de los hombres influyentes de la corporación judicial y tal vez el personaje más poderoso en de la “República de Curitiba”, como se ha dado en llamar el feudo político del estado de Paraná, posiblemente uno de los reductos fundamentales del antipetismo.

De allí que el final de la caravana sureña tuvo una carga simbólica adicional: Lula hablando para miles de simpatizantes a pocas cuadras de las oficinas de la 13 a. Sala del Juzgado Federal conducido por Moro.

Según trascendidos el magistrado de primera instancia , Moro,  y los tres camaristas del Tribunal Regional Federal 4 de Porto Alegre (TRF4), operaron para que el ex gobernante quedara preso antes de Semana Santa, a fin de generar un potente golpe de efecto mediático y jurídico. Y fue pensando en ello que, al parecer, el tribunal de alzada de Porto Alegre convocó a la sesión del lunes pasado en la que confirmó la condena de doce años y un mes de prisión.

Pero el imputado no fue arrestado y recorrió el sur denunciando los atropellos de jueces y camaristas. Ayer al mediodía desembarcó en Paraná un admirador de Moro, Jair Bolsonaro, que prometió derrotar a Lula en la “primera vuelta” de octubre .El público lo ovacionó y el maestro de ceremonias le agradeció diciendo “bienvenido a la República de Curitiba”.