"Mi meta, ahora, es ayudar a otras mujeres a salir de la violencia". Estos son los planes de Nilda Alvarez, la mujer de Villa Constitución que el miércoles pasado quedó en libertad luego de ser absuelta por el crimen de su marido, en 2014. "Me tocaron buenos jueces en Rosario. En esa ciudad encontré muchísima ayuda que no hay en Villa Constitución y que quiero que llegue, porque acá las mujeres estamos desamparadas", aseguró. La mujer, que a mediados de año había sido condenada con su hijo a 12 años de prisión por un Tribunal de su localidad, reveló que no esperaba una absolución. "Creí que nos podían llegar a bajar la pena", dijo a Rosario/12. Y exhortó a desterrar el "no me meto".

Como publicó anteayer Página/12, la Cámara Penal de Rosario falló a su favor al considerar que ambos actuaron en legítima defensa en el homicidio de Armando Ferreyra, ocurrido el 9 de agosto de 2014. Aquella noche, el hijo menor del matrimonio puso cumbia y Armando le ordenó que cambiara la música, pero no le dio tiempo al adolescente, que estaba recién operado de la cabeza. Cuando comenzó a atacarlo, Nilda reaccionó para detenerlo porque creyó que lo mataría. Le pegó con una chaira en la cabeza a su marido y su hijo mayor tomó una cuchilla. Para la jueza Carina Lurati, que durante varias semanas analizó el caso, "cada uno actuó en la emergencia, sin conocer lo que el otro hacía; sin ponerse de acuerdo. Nilda golpeó a Armando para salvar a Leandro (el menor). El mayor asestó puñaladas a su padre para salvar a su madre y a su hermano. Fue todo casi en simultáneo".

Al mismo tiempo, la magistrada tuvo en cuenta el contexto de violencia en el que Nilda y sus hijos vivieron durante años, por el que la mujer hizo no menos de ocho denuncias, que fueron desoídas. "Ella dijo que no pudo irse; su hijo, también. Por muchas razones no lo lograron. Se iban, pero volvían. Es necesaria mucha fortaleza. Es necesaria la contención de organismos especializados del Estado, que recién están esbozándose en el país", consideró.

Incluso, recordó que uno de los amigos de los chicos que estaba en la casa cuando comenzó la pelea describió una "situación de resignación, propia del que se deja golpear aunque tenga más fuerza, para que rápido termine el problema". Y agregó que "esa falta de reacción (del hijo menor) es la que muestra la historia de su vida: la historia de la violencia a la que el grupo familiar estuvo sometido". Nilda "se culpa de haber enseñado a sus hijos a obedecer a su padre a costa de golpes", señaló.

Con términos más coloquiales, Nilda recuerda esa violencia: "Mi nene mayor era muy chiquito cuando él nos corrió con una cuchilla y nos tuvimos que meter en la casa de una vecina. Yo llevé muchos testigos de que él era violento. Más que nada cuando tomaba alcohol, sino era una buena persona", dijo la mujer a este diario.

En principio, Nilda consideró que esta libertad --ella estaba en prisión domiciliaria-- "significa poder volver a trabajar"; pero la experiencia vivida también la lleva a hacer nuevos planes: "Mi meta está basada en poder ayudar, hacer algo por las mujeres. Me voy a reunir con gente del Consejo Nacional de las Mujeres. Y quiero traer algunos de los dispositivos que funcionan en Rosario". También quiere trabajar para desterrar el "no me meto". En este sentido, recordó: "Yo le pedí mucha ayuda a la familia de él, a sus hermanos, que hablaran con él y lo ayudaran; pero ellos no se querían involucrar".

Nilda vive en Villa Constitución, donde también están sus dos hijos, sus nietos pequeños y su nuera. Al hacer un recorrido de lo que pasó, lamenta haberse quedado al lado de Armando, aunque dice que no sabe si fue porque él le daba lástima o porque creía que no podría vivir sin él. "Nunca imaginé que podía terminar así. Estuvo en peligro la vida de mis hijos y también la mía. Si me hubiera imaginado esto, lo hubiese dejado antes, pero nadie me ayudó. Hice siete u ocho denuncias y nadie hizo nada. Acá no se hace nada por las mujeres víctimas de violencia de género. Incluso a mí me dieron dos restricciones de acercamiento y la policía fue a mi casa y me las dejó a mí, para que yo le dijera a él que no podía entrar a la casa. ¿Cómo yo le iba a prohibir entrar? Ellos tenían que sacarlo. Por cosas como esa dejé de denunciar. La última denuncia la hice en 2009, porque después era peor: él se acordaba de que lo había denunciado, cuando tomaba, y se venía lo peor. No había motivos, todo lo enojaba: si no andaba el equipo de música, si yo demoraba en llevarle la cerveza; o si veía que yo hacía mala cara".

Nilda contó que en Villa Constitución "hay muchos casos de violencia hacia las mujeres y nadie hace nada: ni la policía, ni la fiscalía, nadie. Las mujeres estamos desamparadas".