En diálogo con PáginaI12, Oscar Conde, poeta, ensayista y profesor universitario, viaja en el tiempo hacia los años de 1880 y descansa un rato en los albores del siglo XX para ubicar el nacimiento del lunfardo, de la mano de la llegada de inmigrantes europeos a la Argentina. El origen del lunfardo, el argot en las clases sociales, el rol de los medios en su difusión, la renovación del lenguaje, su exquisitez y su costado lúdico. Además, mitos, género y violencia alrededor de un “habla popular creada al margen del vocabulario oficial”.

–¿Qué es el lunfardo?

–La palabra lunfardo es una palabra derivada del romanesco lombardo, una palabra del habla romana, que quería decir “ladrón”. Esto tiene que ver con una larga tradición europea, más que italiana solamente. Según esta tradición, como los lombardos fueron los primeros tipos que se convirtieron en banqueros y, por lo tanto, en prestamistas, a los ojos del resto de la sociedad eran considerados estafadores, ladrones; de ahí que en el siglo XIX en Roma corriera la palabra con el sentido de ladrón. Pero su uso es incluso muy anterior. Ya en la literatura italiana, en el siglo XIV, El Decamerón incorpora la palabra lombardo como persona poco confiable, estafadora. La palabra técnica desde el punto de vista lingüístico es argot, un habla popular creada al margen del  vocabulario oficial. 

–¿Cuándo nace y en qué contexto?

–Podríamos decir que el lunfardo se forma entre 1870 y 1880, cuando empiezan a llegar las primeras tandas de inmigrantes europeos, específicamente de italianos. En la primera etapa, el lunfardo contiene aproximadamente un 50 por ciento de palabras del italiano estándar, lo que sería el toscano o el genovés. Son las dos lenguas que más le aportan al lunfardo los primeros 30 años de existencia. En otros casos hay toda una adecuación a la fonética del hablante del español del Río de la Plata. Y hay, además, un sustrato previo, un vocabulario popular previo, compuesto por palabras que no provenían del italiano sino que eran tomadas del habla popular, o del habla de los esclavos africanos, brasileñismos, o palabras del ámbito rural, posiblemente españolas en un origen pero que después pasaron por el Martín Fierro y por toda la literatura gauchesca. De alguna manera, el lunfardo fue conformando una síntesis lingüística, una memoria viva de la historia de la Argentina, que da cuenta de los distintos grupos sociales que han ido dando forma a nuestro país y que nos recuerda a cada instante quiénes somos y de dónde venimos. Este es el único vocabulario popular del mundo formado originariamente y en un alto porcentaje por términos inmigrados, traídos por inmigrantes europeos, especialmente italianos y españoles, pero no deben olvidarse las sucesivas migraciones internas hacia la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, que tuvieron lugar en la Argentina en particular durante la primera mitad del siglo XX. Así es como el lunfardo recibió el aporte de lenguas aborígenes, como los quichuismos pucho –colilla–, cache –de mal gusto–, o cancha –habilidad, o tomadas del guaraní, como matete            –desorden–, o del araucano, pilcha –ropa.

–¿Por qué tango y lunfardo están tan asociados en el imaginario colectivo? 

–El lunfardo es un poco hermano del tango. Uno y otro son producto de la inmigración. Nacen aproximadamente al mismo tiempo, en la década de 1870, y se van consolidando hasta que en las décadas de 1910, tibiamente, y de 1920, casi como una explosión, están en las bocas y los oídos de todos los rioplatenses. Creo que no es necesario volver sobre el carácter híbrido del tango y las distintas influencias que confluyeron para darle forma al género. Lo cierto es que los músicos que concluirán esa tarea y desarrollarán la codificación del tango como género musical y cantable serán inmigrantes o hijos de inmigrantes. La inmigración italiana aporta mucho, sobre todo lo musical a los tangos originarios, aunque mezcla con muchas otras vertientes como pueden ser la habanera cubana, el cuplé español, y por supuesto ritmos africanos que están ahí en el mundo del tango. No es que lo africano no exista en el lunfardo, lo que ocurre es que mayormente casi todo llega vía Brasil, salvo algunas palabras como milonga, o tango, que son originariamente africanismos.

–¿Tango es un africanismo?

–Sí, la mayor parte de las palabras que hoy reconocemos dentro del lunfardo como africanismos vienen vía de Brasil. La palabra quilombo, por ejemplo, empieza a usarse en el lunfardo primero con el sentido de prostíbulo, y luego con el sentido de lío, alboroto. En Brasil, se llamaban quilombos a los lugares a donde se iban a refugiar los esclavos que huían de las plantaciones, entonces formaban como aldeas de esclavos escapados, fugitivos, y a esos lugares se lo llamaba quilombos. Vaya a saber a partir de qué rara asociación la palabra llegó al Río de la Plata con el sentido de prostíbulo.

–¿Cuántas palabras en lunfardo existen aproximadamente?

–Entre 6 mil y 7 mil palabras, más unas 3 mil locuciones o expresiones, tales como tirar los perros, remarla en dulce de leche, pisar el palito. Existen otras palabras que en algún momento fueron muy populares y que con el tiempo cayeron en desuso. 

–¿Por ejemplo, cuáles?

–Bondi,en alusión a tranvía, fue una palabra muy popular en los años 20 y 30 pero que poco a poco empezó a desaparecer. En los años 60 y 70 no se  usaba para nada, y en la década de 1980 volvió, esta vez con el significado de colectivo u ómnibus. Otras palabras que fueron muy populares pero que en la década del 50 habían desaparecido son, por ejemplo, canfinflero –proxeneta–, percanta –mujer joven de condición humilde–, cotorro –habitación–, y lunfardo –ladrón–. Y luego hay otras que ya no se usan pero que eran comunes en mi infancia. En los 60/70 se usaban mucho torrar –dormir–, yetatore –persona de mal agüero–, melonazo –muy torpe–, entre tantas otras. El lunfardo es muy divertido, y su existencia siempre enriquece el idioma. Tanto que el lema de la Academia Porteña del Lunfardo es “el pueblo agranda el idioma”. 

–¿Qué hace que un término se vuelva lunfardo?

–En los últimos años este punto lo develó José Gobello, que fue el primero en estudiar seriamente el lunfardo, a partir de su libro Lunfardía que publicó en 1953. Para que un término se vuelva lunfardo tiene que estar presente esta idea de rebelión, esta idea de jugar con el lenguaje. Canillita, que es una palabra lunfarda que inventa Florencio Sánchez en su obra Canillita (1902), es la historia de un nene que vende diarios y al que llaman así porque es muy flaco, usa pantalones cortos y se le ven las canillitas de los pies. De ahí que a los diarieros se los llame canillitas. En general las palabras de un argot tienen un contenido afectivo, que puede ser positivo o despectivo, burlón, irónico, picaresco. Tienen diferentes matices, según la palabra y el contexto. En muchos casos hay razones impensadas para que un vocabulario muy marginal aparezca y empiece a ser usado por todo el mundo. Fenómenos como la existencia de programas como “Policías en acción”, o la cumbia villera, fenómenos que de repente extienden palabras que tienen un uso socialmente muy restringido en su origen pero que luego, aunque no las usemos, las entendemos todos. 

–¿Es un mito la creencia popular que sostiene que el lunfardo nace en la cárcel?

–El lunfardo no es un léxico ladronil, y no lo es porque desde su mismo origen las palabras que lo integran exceden el campo semántico del delito. Sucede que aquí la palabra empieza a usarse como sinónimo de ladrón; “mirá ese lunfardo”, se decía. Normalmente, los argot nacen en las grandes ciudades, e incluyen formas de expresión que se rebelan contra las leyes de la lengua. Hay mucho de lúdico en los argot, hay mucho de joder con el lenguaje, de darlo vuelta. Muchos tipos que estudiaron el lunfardo –como Benigno Lugones, Luis María Drago o Fray Mocho más tarde–, sostienen que el lunfardo es el vocabulario de los delincuentes. Unos extraviados llevan esa idea todavía más allá y dicen que se trata del lenguaje de la cárcel. Hay argotólogos en Francia que piensan lo mismo, y hay muchos otros que dicen que se trata de un lenguaje secreto. Lo cierto es que no hay nada de lenguaje secreto, y la creencia de que “los presos van cambiando las palabras todo el tiempo para que los guardiacárceles...” es completamente mentira. Si uno toma palabras que se usaban en la cárcel hace cien años y las que se usan hoy, lo que observa es que la mitad de ellas son las mismas. El lunfardo debe ser entendido más bien como un modo de expresión popular. Yo lo defino como un repertorio léxico integrado por palabras y expresiones de diverso origen, utilizadas en alternancia con las del español estándar y difundido transversalmente en todas las capas sociales y centros urbanos de la Argentina. Aunque su origen pueda ubicarse en Buenos Aires, este vocabulario se ha extendido ya a todo el país.

–¿Todos los países tienen su lunfardo, todas las sociedades tienen su argot?

–Sí, aunque más que hablar de países, habría que hablar de grandes ciudades. El argot es un fenómeno urbano, nunca rural. En cualquier parte del mundo, el hombre de campo trata de hablar lo más correctamente posible porque vive en una zona alejada de las novedades de todo tipo, también de las lingüísticas, y entonces en las sociedades rurales el lenguaje es mucho más conservador que en las grandes ciudades. Además, porque en el hombre de campo muchas veces existe un sentimiento de inferioridad que hace que trate de expresarse correctamente. Pero el argot es algo propio de las grandes ciudades. Tenemos el argot de París, de donde se toma la palabra porque fue el primero en ser estudiado. Ya a comienzos del siglo XIX en Francia hay muchos libros escritos por profesores de la universidad que lo toman como un objeto digno de ser estudiado, también asociándolo al habla de los delincuentes o, por lo menos, marginales. En esos libros que empiezan a aparecer a fines del siglo XIX y comienzos del XX está muy claro que el argot lo comprende todo el mundo, y que incluso lo usan los cantores populares de los cabarets. Con el lunfardo sucede lo mismo: primero es recogido por el sainete, por el teatro, y luego por el tango. Y lo que consigue el tango es algo que prácticamente no existió para otros argots, que es darle una difusión extraordinaria. De ser un argot del Río de la Plata, de Buenos Aires, de Rosario, de La Plata, de Montevideo, de estas ciudades, con el tiempo se convirtió en un argot nacional. En las provincias se adopta el habla hegemónica, lamentablemente. Así como en Buenos aires se impone la moda, se impone el habla. En casi todos los idiomas existe un vocabulario de este tipo. En Francia el argot, en Brasil la giria, en Chile la coa, en Estados Unidos el slang. Todos son repertorios léxicos creados al margen de la lengua general, pero básicamente compuestos de términos que pertenecen a esa misma lengua. Pero el lunfardo, comparado con ellos, es un fenómeno lingüístico único.

–¿Por qué?

–Porque en sus primeras décadas de existencia el lunfardo se constituye básicamente como un sistema de préstamos lingüísticos, que mayoritariamente proceden de un mismo país: Italia. Para decirlo en pocas palabras, el léxico lunfardo del siglo XIX –por más que incorpora prelunfardismos (voces populares de uso corriente en Buenos Aires antes de la inmigración europea masiva) de diversos orígenes– se compone mayoritariamente  de palabras y expresiones tomadas del toscano, del genovés, del napolitano, del siciliano. En los primeros años del siglo XX, recién se incorporan con fuerza los préstamos del español popular, del gallego y los juegos idiomáticos tan productivos y característicos como el vesre o la paranomasia, por ejemplo. 

–Recién analizaba la influencia del tango y de la cumbia villera más recientemente. ¿Cómo se difunde el lunfardo hoy?  

–La difusión está en manos de los medios, la tele básicamente y, en los últimos años, Internet en sus diferentes sentidos y plataformas. Por supuesto que la renovación del lunfardo siempre estuvo en los jóvenes, desde su origen. Los que inventan el lunfardo no son tipos de 60 años; el 99 por ciento de los neologismos del mundo lo inventan los jóvenes menores de 25 años. Son ellos quienes renuevan el lenguaje a partir de una necesidad de dar nombre a realidades desconocidas para las generaciones anteriores. Claro que en toda renovación hay palabras que duran un mes, dos meses, un año, y desaparecen. Y otras que perduran y que ese pibe que tiene 15 seguirá usando cuando tenga 65. En ese uno por ciento restante tenemos aquellas palabras que nacen por necesidad, son nombres científicos o nombres aportados por los avances científicos. Para que una palabra sea lunfarda tiene que haber surgido en la Argentina. Y para que una palabra se convierta en lunfardo tienen que pasar por lo menos cinco años y tener algunas apariciones estelares en algún lado para que se instale: en la tele, la literatura, el teatro.. 

–¿Existe un lunfardo según clases sociales o el lunfardo es uno y algunos lo usan y otros no?

–Es un punto muy interesante. Cuando el lunfardo surge, lo hace casi como un sociolecto de las clases populares. O sea, es un habla en la boca de los pobres, los desclasados, los habitantes de los conventillos, del arrabal, del suburbio. Cuando se piensa en el arrabal, no es el de González Catán. El arrabal de Buenos Aires es Floresta, Flores, Saavedra, y también los conventillos que están en el centro de la ciudad. Originalmente fue un habla popular de estas clases populares donde había mucho inmigrante, y eso explica por qué había tantas palabras del gallego y el español popular. Yo diría que en la década del 40 el lunfardo es policlasista y atraviesa todas las edades: el que empezó a usar el lunfardo cuando tenía 10, hoy tiene 60 y sigue hablando en lunfardo; lo mismo pasa con el tango. En determinado momento se decía que el tango era música de viejos. Creo que esa es un poco la sensación que instala el Club del Clan en la década del 60 o el rock nacional en los 70. Pero originariamente todos escuchaban tango, los jóvenes y los viejos, porque era la música de todos. Y el lunfardo era el modo de hablar de todos. Esto perdura. Sucede que el lunfardo está tan incorporado que a veces ni nos damos cuenta que lo usamos. Hay lunfardismos muy antiguos que tenemos totalmente incorporados, a tal punto que los hablantes no saben que son lunfardismos. Pienso en palabras como laburar, pibe...  

–¿Hay lunfardo que puede ser considerado ya parte del diccionario?

–Sí, claro. Palabras como pibe, conventillo, malevo, tango. Estas palabras originariamente eran palabras lunfardas. Conventillo fue incluida por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) en la década del 50. No se usa en otras partes de América. Aunque se trata de una palabra que perdió su sabor lunfardo, en su origen lo fue. Con pibe sucede lo mismo, una palabra que tiene, además, triunfos en el exterior. A Valderrama, el famoso jugador de la selección de fútbol de Colombia en la década del 90, se lo llamaba “el pibe” porque le gustaba el fútbol argentino. Y hoy en España sobre una chica linda y joven se dice que es un pibón, como calco de minón. Hay palabras que tienen vida propia. En el lunfardo pibón no se usa, en España sí, y viene de nuestro lunfardo. 

–En paralelo a su costado lúdico, el lunfardo tiene un costado sexista y agresivo.

–Solía ser así, pero hace unos 50 años esa tendencia empezó a cambiar. Efectivamente, en 1910, 1920, estaba muy mal visto que una mujer dijera una palabra lunfarda. Pero esto no tiene que ver con el lunfardo sino con la mentalidad de la sociedad en ese momento. Existen malas palabras que por lo general pueden ser muy ofensivas para la mujer, terriblemente ofensivas con el homosexual masculino, y un poco menos con el homosexual femenino pero también fuertes y violentas, pero creo que esto tiene menos que ver con el lunfardo que con la mentalidad de la gente. En los últimos años me dediqué a investigar cómo aparece el lunfardo en los orígenes del diario Crítica, año 1913, 1914. Si uno lo analiza ve una cosmovisión, una mirada muy particular sobre Buenos Aires, sobre el suburbio, una mirada terriblemente violenta, donde está naturalizada la violencia contra la mujer. Aparecía como algo normal, incluso era tomado a risa, que a la mujer le pegaran o la explotaran. En el lunfardo de aquellos años también se veía un antisemitismo brutal. Cada referencia a un judío estaba repleta de “es un rufián”, “explotador de mujeres”, “dueño de prostíbulos”. Y del mismo modo un desprecio por el inmigrante italiano o gallego.

–¿El lunfardo se adecua a los cambios de época?

–Creo que sí. Hay una adecuación que se va dando poco a poco. La violencia de género que uno podía encontrar en aquel lunfardo era aceptada por todo el mundo. Alguna vez en un congreso sobre tango una investigadora norteamericana dijo: “el lenguaje del tango es muy machista”. Qué curioso, ¿usted diría eso de Hollywood? Porque en todas las películas de Hollywood de esa época, el cine mudo y luego el cine sonoro, un tipo le pega a una mujer; en todas. Entonces decir que el tango era machista... ¡La sociedad entera! Y no solo la sociedad de Buenos Aires o la argentina, el mundo entero lo era. Hoy tenemos otra mirada sobre la vida; es otra época.