Existe una soledad que se narra desde las cosas, desde esa ropa en la intemperie que la protagonista invoca como un alma abandonada. Hay una premura en los objetos que tienden a desaparecer, a dejar que la luz oficie de resplandor protector para esas palabras que solo puede habitar el territorio indefinido del poema. 

La mujer es la figura que se adelanta en el escenario, en la casa deshojada por una afuera que ya no añora y por un presente capturado por un hijo que es el tema y el motivo de su relato.  

En Madre soltera la maternidad se convierte en una instancia existencial. El libro de poemas es un viaje a la interioridad de la autora que en el puerperio, en la tarea lenta y absorbente de criar un hijo, parece explorarse como si no se conociera. 

Marina Yuszczuk describe a partir de acciones que pueden resultar imperceptibles. No se contenta con enunciar un estado de agotamiento, con detenerse en ese amor físico que la lleva a preguntarse dónde termina y empieza un cuerpo. Ella irrumpe en las válvulas invisibles de esa maternidad que la aísla del mundo, y lo hace a partir de los recovecos que están en los detalles de la ropita a estrenar o de los muebles que no encuentran su espacio.  En esas imágenes que arman una filosofía del deslumbramiento, que operan como el esplendor de las cosas concretas, se sostiene Laura Paredes para hacer de la palabra poética una teatralidad que logra borrar la representación y se acerca a una lógica de la presencia. 

En el texto de Yuszczuk la experiencia no se limita a lo confesional, el poema da un salto para devenir en una suerte de ensayo, en un cuaderno de anotaciones donde lo real pasa a verse desde la comprensión inédita que desgrana el puerperio. Laura Paredes dialoga con esta idea en una interpretación donde lo sensible siempre se cruza con una reflexión minuciosa, con un uso de la palabra que quiere aventurar cierto pensamiento pero que después es llevada a una zona más coloquial donde todo puede ponerse en duda. 

La casa se vuelve naranja en un intento de romper la intimidad o de dirigirla a ese afuera como una puntada. En el libro de Yuszczuk se asoma una voluntad de fundar una realidad donde la maternidad pueda ser comprendida y practicada en sus contradicciones más intensas. 

La luz en Presente irradia todo lo que el poema deja inconcluso. Está allí para contar la ausencia . Laura Paredes interpreta la quietud y la desmesura de la crianza, el cuerpo que se revela y quiere andar con la bestialidad de las tetas al aire y descalza. Pero en su actuación, que apela al público y que se hunde en una interioridad de la que sale despedida, está la habilidad para llevar el poema al formato del monólogo, de la acción empecinada de una mujer que piensa, escribe y actúa y deja algunos trazos como escenas radiantes, sobre una maternidad tan intrépida como desconocida. Sobre un cuerpo emancipado que se adelanta al deseo. 

Yuszczuk piensa la maternidad como un recorrido al que la mujer se acerca sin advertencias. Madre soltera es un libro sobre la necesidad de escribir como una respiración nueva, como si el puerperio propiciara el desciframiento de otro lenguaje. 

Paredes traduce este deseo de escritura en la enunciación del hecho teatral como un momento compartido para habitar una experiencia que es, a la vez, real y ficcional. En la autora y en la actriz todo el universo parece estar metido en esa piel que no encuentra la ropa adecuada, en esa mujer que también nace con sus pesuñas filosas, en la materialidad de esa casa que la iluminación inmejorable de Matías Sendón llena de una angustia que se parece a la felicidad de lo que se toca y se besa, de lo que da tantas ganas de morder.

Espacio Polonia los lunes a las 20.30. Fitz Roy 1477. CABA.