El nuevo parche en el Impuesto a las Ganancias que involucra recursos públicos fue tejido sin su participación. Los fuertes aumentos de las tarifas de los servicios públicos del año próximo que determinarán el monto de subsidios necesario no lo tuvo como protagonista. No fue convocado a intervenir en el acuerdo con las provincias para que apoyen el pacto CGT-Gobierno que estableció una reasignación de partidas presupuestarias (ATN). Poco y nada consideran su opinión en el directorio del Banco Central al momento de fijar el nivel de la tasa de interés, una variable importante en el diseño de la política económica. Está ausente de las negociaciones con el sindicalismo, por ejemplo en la definición de la suma del bono de fin de año para empleados públicos que requiere de fondos fiscales. 

El ministro Alfonso Prat-Gay no tiene visibilidad pública en estos y otros temas que han dominado la agenda económica de estos meses, pero más sorprendente es que no haya tenido influencia en cada una de esas decisiones. Casi todas las medidas importantes del área económica no son atendidas por el ministro. El sitio de internet del Ministerio de Hacienda y Finanzas se contenta con publicitar 445 medidas “para poner en marcha la economía del país”, prueba de la existencia de una mundo paralelo en donde habita el equipo de Prat-Gay.

El ex ejecutivo de JP Morgan con su equipo de colaboradores que también vienen del mundo de las finanzas globales puede exhibir en un año de gestión que sólo sabe cómo endeudar al país: hubo emisión record de bonos, en pesos y en dólares, en el mercado local e internacional. 

El presidente Mauricio Macri organizó un gabinete con la deliberada intención de no tener un superministro de Economía. Fue una decisión de administración del poder, distribuyendo responsabilidades y competencias con una supuesta coordinación en la jefatura de gabinete. No ha podido mostrar resultados satisfactorios con ese esquema radial de conducción. Esta forma de gobernar ha derivado en un incremento de las disputas entre ministros por encima del promedio de otras experiencias. La cuestión no pasa con que no haya un superministro de Economía o que Macri haya elegido un titular de Hacienda fijando la condición de una relación de iguales en el gabinete. Una y otra opción puede ser motivo de debate acerca de su efectividad. El aspecto más desconcertante del actual esquema de administración es que avanza sobre esa controversia y directamente no hay un ministro de Economía que atienda los primordiales temas económicos. 

Una de las principales debilidades de esa forma de ordenar el poder en la gestión no es solamente la fragmentación del manejo del área de economía, sino que quién está al frente del Palacio de Hacienda no está cómodo en ese tipo de organización y directamente se ha corrido de la tarea diaria de un espacio históricamente sensible. Es un experimento peculiar del macrismo tratar de coordinar expectativas de los agentes económicos sin contar con un ministro del área activo. 

Para un gobierno con un aceitado departamento de propaganda público-privado y cuyo mérito visible en su primer año ha sido la construcción de expectativas prometiendo un futuro venturoso a consumidores y empresarios, ofrecer a la sociedad un ministro ausente colisiona con la estrategia de promover el optimismo económico. Más aún cuando casi todas las variables macroeconómicas muestran signos negativos con un ministro cuya única función ha sido la de emitir deuda, distorsionar cifras de la macroeconomía, decir lo opuesto de lo que reflejan los indicadores y realizar proyecciones fallidas. La más notoria fue cuando en noviembre pasado aseguró que los precios tenían incorporado el valor del dólar blue. No fue así. La megadevaluación llevó el dólar oficial de 9,60 a casi 16,00, para luego retroceder a 13,80 y la tasa de inflación de este año se disparó siendo la más elevada desde el 2002.

El deslucido papel en el reparto de roles que tiene Prat Gay en el gobierno de Macri explica su frase más genuina que quedará como sello de identificación de su paso por el Palacio de Hacienda: ante una consulta periodística, contestó en modo repetición “no sé” ocho veces.