El Papa reconoció ayer sus “graves equivocaciones de valoración” sobre el caso de encubrimiento de abusos sexuales del que está acusado el obispo chileno Juan Barros y que le hicieron sentir “dolor y vergüenza”. “En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada”, señala en una carta a los obispos chilenos, a los que convocó para analizar la situación.

Francisco, que en enero, en su visita a Chile, defendió a Juan Barros (el obispo cuestionado ofició la misa en el Parque O’Higgins junto al pontífice), envió una misiva a los obispos chilenos después de recibir el informe del arzobispo maltés Charles J. Scicluna, que viajó a Chile para atender a los testimonios de las presuntas víctimas de los abusos. “Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha ‘misión especial’, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza”, subraya el pontífice.

Una vez que recibió el informe, que contiene 64 testimonios recogidos tanto en Santiago de Chile como en Nueva York, el Papa pidió “la colaboración y asistencia” del clero chileno “en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial” en el país. Entre estos testimonios se destacan los de James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo, los tres hombres que denunciaron a Barros de haber encubierto los abusos del párroco Fernando Karadima

Para buscar una solución a la situación chilena, el Papa avanzó su intención de convocar al clero chileno a Roma “para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita” y sobre las suyas propias. “He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas”, destacó Francisco, que ha encargado buscar una fecha para este encuentro.

Juan Barros Madrid, nombrado obispo de Osorno en marzo de 2015 por el papa Francisco, fue acusado en Chile de encubrir los casos de abusos sexuales cometidos presuntamente por Fernando Karadima cuando éste era párroco de la iglesia de El Bosque, en la capital, Santiago (ver aparte).

El pontífice expresó su apoyo a Barros durante su visita a Chile el pasado enero y calificó las acusaciones contra el obispo de “calumnias” pues, indicó, no existe “una sola prueba en su contra”. Durante la rueda de prensa del vuelo de regreso al Vaticano, el Papa, aunque insistió en la inocencia de Barros, pidió disculpas a las víctimas por estas declaraciones que suscitaron gran polémica.

En la carta, Francisco vuelve a pedir “perdón” a todos aquellos a quienes ofendió y expresó su deseo de poder hacerlo “personalmente” en las próximas semanas, en una serie de reuniones que mantendrá con representantes de las personas entrevistadas por Scicluna. Francisco además agradeció “a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes”.

El Papa envió a Chile al arzobispo Scicluna, arzobispo de Malta y “promotor de justicia” de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sustituido durante su convalecencia por una operación de vesícula por el sacerdote español Jordi Bertomeu, para “escuchar desde el corazón y con humildad” y esclarecer la veracidad de las acusaciones.

Desde el 20 de febrero pasado, el arzobispo maltés y el sacerdote español y notario eclesiástico, Jordi Bertomeu, escucharon testimonios contra el hoy obispo de Osorno como supuesto encubridor de Karadima. Primero fue el turno de James Hamilton y al día siguiente el de José Andrés Murillo, quien debió entrevistarse con Bertomeu, luego de que el sacerdote maltés debiese ser internado. Tres días antes, en una parroquia de Nueva York, Scicluna había entrevistado a Juan Carlos Cruz, otra de las víctimas de Karadima. En las reuniones se repitieron tres nombres conocidos en la parroquia de Providencia: Horacio Valenzuela, Tomislav Koljatic y Andrés Arteaga.

La coincidencia no parecía extraña, dado el paso de Hamilton, Murillo y Cruz por la parroquia de El Bosque. Eso, hasta que el 21 de febrero pasado los representantes de los Laicos y Laicas de Osorno cruzaron la puerta verde de la Nunciatura, cada uno con un archivador lleno de papeles. Mil quinientas páginas con estadísticas y testimonios acerca de Barros. Pero también había otros documentos. Entre ellos, antecedentes aportados por los Laicos de Talca y Linares que apuntaban a los obispos de sus diócesis, Horacio Valenzuela y Tomislav Koljatic, desde la década del 90.

Con todas las declaraciones, Scicluna tenía todas las piezas de un puzzle mucho más grande, que partía de Barros y terminaba por armar el mapa completo alrededor del mismo personaje que, en 2010, había causado estragos en la Iglesia chilena: Fernando Karadima.

Francisco señaló que posteriormente, cuando le entregaron el informe, de 2300 folios, Scicluna y Bertomeu reconocieron “haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales” cometidos por curas chilenos contra menores de edad, que estaban a su cargo.