El procés para la independencia de Cataluña se encuentra en un momento de replanteos. El bloque independentista integrado por Junts per Catalunya, Esquerra Republicana y Candidatura de Unidad Popular (CUP) alcanzó, el 21 de diciembre pasado, una mayoría en Diputados con un 48 % de los votos frente al grupo unionista que contabilizó un 42 % y un remanente de indecisos del 9 %. Pero, aun así, los primeros no logran formar gobierno.

Así las cosas y ya avanzado 2018, lo más sensato parecería ser la identificación de algún curso de acción favorable al diálogo con el gobierno central de Madrid. Llegar a un acuerdo político, de eso se trata.

El independentismo catalán siempre pensó que Europa iba a intervenir, si no en favor de Cataluña, sí a favor de la negociación. Una especie de mediación. Pero los hechos, tozudos y ríspidos, mostraron otra cosa. La represión del 1º de octubre sólo obtuvo, de parte de la Unión Europea (UE), el silencio, lo cual ya ha dejado claro a todos los actores involucrados (incluso a Rajoy) que si Europa elige, elige el statu quo.

Seis meses después, el panorama muestra una fallida proclamación de la independencia, medio Govern a la prisión y medio Govern al exilio y una exacerbación del resorte represivo del Estado español imprevista y sin precedentes. 

No obstante, ha sido la voluntad política de Cataluña la que ha llevado las cosas al escenario actual. El procés tocó la fibra más honda del narcisismo español, que respondió claramente con una sesgada interpretación judicial que transformó toda acción del independentismo en rebelión y sedición y, ahora, en terrorismo. 

La voluntad política que habita detrás de esa idea legítima que es Cataluña libre ha precipitado, también, un escenario en el cual una cosa es lo que dice el Ejecutivo europeo y otra lo que dicen y hacen el Poder Judicial y el Parlamento de la UE. En esos ámbitos, la causa catalana luce mejor semblante. Grupos parlamentarios de distintos países comienzan a considerar la resolución política del conflicto y habrá que ver si el juez español Llarena lleva lo resuelto por la justicia alemana en favor de Carles Puigdemont a los tribunales europeos.

Creo que la voluntad política, constante y sin desmayos, en tándem con los despropósitos del narcisismo español, nos conducirán, más temprano que tarde, y por la vía de la razón, a la comprensión de todos que los derechos de los pueblos, en el caso catalán, significan, excluyentemente, autodeterminación e independencia.

* Presidente Asoc. Catalana de Socorros Mutuos Montepío de Montserrat.