“¡Me arruinaron mis cómics!”

Uno lee eso en Facebook y sale corriendo a las estanterías. Busca desesperadamente entre las páginas de sus propias revistas, libros, trade paperbacks y hasta en las cajitas de las action figures a ver si cambió un texto, el trazo del dibujante o el final de su historieta favorita. Spoiler alert: siguen exactamente igual.

Entonces, ¿cómo hizo para arruinarlas una película o una serie? ¿Viajó al pasado y lo molestó a uno mientras leía? Misterio. Las adaptaciones son eso: adaptaciones, formas posibles a partir de los elementos originales. Y en el mundillo de las viñetas, eso de “original” es una idea bastante desdibujada.

Sin ponernos muy metafísicos, todo el proceso industrial de un cómic comercial hace que la idea original de un creador pase por varias manos antes de concretarse. Cuánto quedó de original después de guionista-dibujante-entintador-colorista-letrista-editor-imprenta, es un enigma.

¿Cuál es el Superman “original”? ¿El pro-obrero del año 38? ¿Alguno de los de Crisis en Tierras infinitas? ¿El All Star de Morrison? ¿El de los New 52? ¿O todos? ¿No se tratará de formas, de posibilidades a partir de la idea del primer Superman? ¿Cómo hace Zack Snyder para arruinar(te) los cómics, eh? ¿Les vacía un frasco de mermelada encima?

Y luego está la cuestión de la llegada a la pantalla. Hay gente que parte lanzas por Snyder, que idolatra a Joss Wheddon (bueno, hizo Buffy la cazavampiros, lo merece).  Y están los detractores que aseguran que esa misma gente les arruinó sus revistas de hace veinte años.

¿Qué deberían decir, entonces, los fans de Archie acerca de Riverdale? Si uno al menos tuvo cerca una de esas revistas, recordará que la estética rebosaba de cierta cosa naif de los años 50, con algunos agregados según la época. La aparición “original” data de 1939 (¡un año después que Superman!), pero ganó fuerza de 1942 en adelante. Era una serie adolescente más bien inocentona, un triángulo amoroso sin malas intenciones y un protagonista agradable a más no poder. A veces la flashaban un poco.

¿Riverdale es igual a Archie? Y… no. Están los personajes aggiornados, el triángulo amoroso sigue vigente, los secundarios también, pero el tono es radicalmente distinto: una suerte de Truman Capote con estética Crepúsculo. Acá no hay margen para delirios en los que los personajes son astronautas, no. Y los colores vivos, vibrantes de las historietas dan paso a una fotografía más oscura para una serie que en su primer capítulo insinúa un posible incesto y fraticidio, una relación docente-alumno de abuso deshonesto y un acercamiento a la adolescencia y el sexo que resulta inusual en esta clase de series. Si en las series adolescentes el despertar sexual preocupa a los padres de los protagonistas (y guionistas y productores y directores de programación), acá la historia da por hecho que los adolescentes cogen. La preocupación de la serie no pasa por ahí, sino por la pérdida de inocencia de un pueblo chico que se vuelve inevitablemente más violento y donde los chicos no se sienten seguros ni en sus escuelas.

¿Suena conocida esa preocupación? Será porque Riverdale es una adaptación. Y como toda adaptación, piensa y nos cuenta el presente... con los elementos originales.