Paraguay elegirá hoy al sucesor del presidente Horacio Cartes, quien deja el Palacio de López con el 23% de aprobación. En las elecciones de única vuelta, los paraguayos tendrán la responsabilidad de decidir si el país se mantiene entre aquellos con gobiernos de derecha, en expansión en la región, o si da un vuelco hacia la centro-izquierda con un triunfo opositor.

A pesar de que son 10 las fórmulas presidenciales inscriptas, la discusión real está centrada en dos binomios: el del gobernante Partido Colorado, Mario Abdo Benítez-Hugo Velázquez, y el de la Gran Alianza Renovada (Ganar), Efraín Alegre-Leonardo Rubín. Todos los sondeos solo pudieron difundirse hasta hace dos semanas indicaron que colorados y opositores de Ganar monopolizarán los votos, aunque existe coincidencia en que el oficialismo corre con ventaja para retener el Ejecutivo.

El aspirante de la Asociación Nacionalista Republicana (nombre formal del coloradismo) es el ex senador Abdo Benítez, escoltado por Velázquez, ex jefe de Diputados, ganadores de la interna que en diciembre relegó al candidato elegido por el propio Cartes y que los colorados leen como la verdadera elección. Gobierno durante seis décadas (solo fuera de la gestión en el período 2008-2012), el coloradismo se apoya en una poderosa estructura partidaria que parece camino a ser clave otra vez en la compulsa de hoy.

Del otro lado, el histórico Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el Frente Guasú y los partidos Democrático Progresista, Revolucionario Febrerista y Encuentro Nacional y Concertación Nacional Avancemos País se unieron en Ganar, y van a la pulseada con el ex senador Alegre y el periodista Rubín como binomio.

Quien gane asumirá la jefatura del Palacio de López el 15 de agosto y se quedará hasta 2023, sin chance de reelección, al menos hasta ahora, porque la Constitución nacional veta esa posibilidad. Además de mandatario y vice, hoy se eligen 45 senadores (más 30 suplentes), 80 diputados (más 80 suplentes), 17 gobernadores, 17 juntas departamentales y los 18 miembros del Parlamento del Mercosur (más 18 suplentes). Dentro de los candidatos a senadores, se encuentran tres ex presidentes: el actual mandatario Cartes, y sus antecesores Nicanor Duarte Frutos y Fernando Lugo.

Una de las curiosidades de los comicios es que vuelve a aparecer con alguna chance de imponerse una alianza similar a la que se armó en 2008 y que logró, con el triunfo de Lugo, terminar con la hegemonía colorada. Aquel acuerdo se destrozó cuando parte del PLRA apoyó el golpe institucional que terminó con Lugo fuera del cargo, a causa de lo que evaluaron como su responsabilidad política en la llamada masacre de Curuguaty, donde murieron 11 campesinos y 6 policías, en el desalojo de una propiedad ocupada por trabajadores.

Por su parte, superadas las heridas que dejó su interna y con su maquinaria electoral a pleno (un millón y medio de afiliados), el Partido Colorado debió enfrentar en la campaña los reclamos por las falencias de su gestión y que hacen al Paraguay actual: altas cifras de pobreza, baja inversión en educación y un crecimiento económico que no llegó a todos los sectores. A su vez, otro de los puntos débiles de los colorados es el pasado de su candidato, puesto que Abdo Benítez, a quien la prensa llama “Marito”, es hijo de Mario Abdo, secretario del dictador Alfredo Stroessner, a quien suele rescatar en sus declaraciones.

Sabedor de las carencias del país, el candidato colorado lanzó en las últimas semanas un pliego de propuestas: promover una Asamblea Nacional Constituyente que trabaje sobre una necesaria reforma del Poder Judicial, lograr lo que llamó una revolución educativa que lleve el porcentaje de Educación al 7 por ciento del PIB, y mejorar la base contributiva del país, que tiene un esquema con impuestos muy bajos.

Del otro lado del arco político, Alegre, al frente de Ganar, hizo campaña enarbolando las que serán sus cinco primeras medidas si llega al palacio de López: reducir el costo de la tarifa de electricidad (en base a que el país cuenta con dos importantes centrales hidroeléctricas, Itaipú, compartida con Brasil, y Yacyretá, con Argentina); lograr la salud básica gratuita; promover un salto cualitativo y cuantitativo en el sector educación y llamar a una Asamblea Nacional Constituyente para sanear la justicia.