El abrupto ajuste en la tasa de interés rectora que aplicó el Banco Central en los últimos días para intentar, sin éxito, aplacar la demanda de dólares incrementará de manera exponencial el costo crediticio para las empresas y las familias. También dificultará que el Gobierno acceda a financiamiento interno, cuando el mercado externo se encuentra vedado para países emergentes. En el caso de las familias, el impacto se hará sentir por el lado de los préstamos hipotecarios y personales, principalmente los ajustados por UVA, ya que tendrán el doble efecto de un encarecimiento vía tasa y por inflación, esta última atizada por la propia devaluación. El otro efecto será el consumo: muchas familias que vieron caer su poder adquisitivo están manteniendo su nivel de compra mediante el uso de las tarjetas de crédito, cuya tasa supera en algunas entidades el 100 por ciento anual. Para el sector privado, el mayor problema será para las pequeñas y medianas empresas, que actualmente se financian al 37 ó 38 por ciento y que se encarecerá en las próximas jornadas hasta adecuarse a los rendimientos que ofrecen las letras del Central, que en el mercado secundario tocaron el 38 por ciento anual. Esta tasa eleva también la vara para que el Estado tome deuda en pesos, mientras que si lo hace en dólares deberá convalidar tasas de entre 8 y 11 por ciento anual, que es lo que rinden los bonos de más corto plazo.

El accionar del Central se encuentra encorsetado en sus propias políticas de liberalización del flujo de capitales y de mantenimiento de altos niveles de tasas de interés domésticas que permitió el arribo de capitales especulativos para ganar en pesos y pasarse luego a dólares y fugar las ganancias. La demanda parece no aplacarse con las ingentes sumas de reservas rematadas en el mercado y el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, decidió aumentar 6 puntos -tres el viernes y tres ayer-la tasa de interés de política monetaria. “Subir la tasa sólo genera más atraso cambiario y se enfría aún más la economía en países con apertura total de la cuenta capital”, explicó a este diario el ex titular del Central Alejandro Vanoli. El problema es que, luego de haber desmantelado los pisos y techos obligatorios de tasas para depósitos y créditos respectivamente, los bancos no trasladan a las tasas pasivas la suba, pero sí lo hacen y con algún margen extra para las activas, siendo un lastre para la actividad económica.

“En particular, el primer impacto será en los créditos UVA, vía tasa e indexación del crédito”, afirmó Vanoli. El mes pasado el Banco Nación, y luego lo siguió el resto del sistema financiero, duplicó el componente de tasa de interés del 3 a 6,50 por ciento para adecuarse al nuevo nivel de rendimientos que impuso el Central. El componente UVA, el de mayor peso sobre la cuota y el capital prestado, se disparó además al compás de la inflación, que ya estiman para este año, según el relevamiento del BCRA (publicado ayer, pero en base a una encuesta de la semana pasada), en un piso de 22 por ciento. Es decir, para un mismo préstamo, por ejemplo de un millón de pesos, se pagará una mayor cuota y el capital residual se indexa. Si esto fuese poco, la devaluación en lo que va del año complica aún más el acceso a la vivienda. No es lo mismo comprar con un millón de pesos los dólares para la operación a un tipo de cambio de 19,49 (diciembre) que a los 23 actuales. Para ese monto, hoy significa que se puede adquirir un 18 por ciento menos en dólares, 51.300 en diciembre contra 43.470 hoy. El mismo razonamiento vale para créditos prendarios bajo esta modalidad.

Quienes optaron por créditos tradicionales a tasa variable, también verán un aumento del costo total. Un crédito personal de un banco de primera línea se ubica actualmente entre 48,3 (Banco Ciudad) y 67 por ciento (Banco Hipotecario). Dependiendo de cuánto tiempo el Central extienda la suba de tasas, esos valores se ajustarán hacia arriba. El sistema financiero detenta un stock de préstamos de 1,7 billones de pesos, entre hipotecarios (133.821 millones), prendarios (92.782 millones), personales (342.376 millones) y otros (580.109 millones), según información de la autoridad monetaria.

Pero si lo que se busca es comparar las tasas efectivas que cobran los bancos por las tarjetas de crédito, el peso de los intereses es todavía más salvaje. Las familias, principalmente de bajos recursos, utilizan el plástico para financiar la canasta básica. “Muchos compran alimentos con la tarjeta. Eso se estuvo viendo mucho en los últimos meses”, advierte Vanoli. La tasa efectiva anual para las tarjetas nacionales oscila entre el 48,95 por ciento (Credicoop) y los 116,94 (Banco Cetelem). El Hipotecario cobra un 75,52 por ciento y el Supervielle, un 68,37. Si la tarjeta es internacional, el costo de refinanciación de saldos va de 54,10 por ciento (Galicia) al 115,8 (Cordial Financiera). En el medio se encuentran, entre otros, el Santander, con el 57,40 por ciento y el Supervielle, con un 68,37 por ciento anual.

“El impacto sobre la producción también va a ser sensible, especialmente para las pymes que se están financiando actualmente a tasas de entre 37 y 38 por ciento anual. A ese sector, si se acomodan las tasas en alza en línea con la suba de esta semana, lo van a masacrar”, afirmó a este diario el economista Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). En este caso, también hubo una degradación de las líneas de financiamiento productivo subsidiadas por el Estado, dejando en manos privadas esa tarea. Un banco de primera línea (BBVA Francés) hoy ofrece un préstamo para inversión productiva con un costo total –que incluye IVA– de 29,10 por ciento anual. “Con este clima, están todas las inversiones paradas”, aseguró Vanoli.

El último punto afectado es el propio Gobierno. En febrero, luego de haber hecho una emisión de 9000 millones de dólares en el exterior, anunció que se financiaría en el mercado interno. Si intenta emitir en pesos, la tasa de referencia inmediata para comparar será la del mercado secundario de Lebac, donde ayer operó con un rendimiento de hasta 38 por ciento. Si opta por tomar dólares en el mercado doméstico hay que remitirse a lo que rinde actualmente un bono en dólares con legislación local. En este último caso la tasa de retorno se ubican para un bono de mediano en 5,06 por ciento (Bonar 24) y de 7,49 por ciento para uno más largo (Global 27). Para un bono de vencimiento más corto (pero con legislación extranjera), como el Bonar 19, es de un 11,0 por ciento.