La plaza Roland Barthes de la localidad vasco francesa de Bayona, antiguo “santuario” de etarras en los años 80, se convirtió en un frente de batalla entre quienes ven la escenificación del final de ETA como una paso clave hacia la reconciliación, y los que consideran que se trata de un intento de “blanquear” su pasado sanguinario. Aquí, a principios de abril, se inauguró un monolito de acero y hierro, de grandes dimensiones, que representaba un hacha invertida y cuyo mango termina en un árbol, conmemorando el primer aniversario del desarme de ETA, que durante 60 años se identificó con el símbolo de un hacha con una serpiente enroscada. La escultura, obra del artista vasco Koldobika Jauregi, quien la bautizó como “Arbolaren Egia” (La verdad del árbol), contó con el beneplácito del alcalde de la ciudad, el centrista Jean René Etchegaray, quien hace un año participó del acto de entrega de armas que hizo la organización y ayer fue una de las autoridades que certificó su disolución. “El fin de la violencia entraña el fin de sus símbolos. El hacha, característica de ETA, aparece de manera invertida, simbolizando el fin de una era”, explicó el autor de la obra. “Su mango se renueva y se convierte en el nido del árbol.”
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