El chiste pasó casi inadvertido. Acaso porque la dimensión catastrófica de su política licúa estas anécdotas, ya que debería ser juzgado por lo primero y no por lo segundo. Mauricio Macri le dijo a un chico en Mendoza: “Venías bien hasta que te pusiste ese buzo y te fuiste para la B”. El pibe tenía una prenda de River. Podría haber sido de Independiente, Racing, San Lorenzo y Huracán, los otros grandes que descendieron, lo mismo da. La cuestión es quién lo dijo y cuándo lo dijo. Fue el presidente de la Nación en una semana crítica, de zozobra económica para la mayoría de los argentinos.

Boca, su equipo, acababa de salir campeón. La cargada tuvo lugar en ese contexto deportivo, que no era el contexto de su visita a la provincia. Los dos estaban en el Centro de Innovación Educativa Infinito por Descubrir (un programa del gobierno mendocino), en Godoy Cruz.

El alumno, en edad de escuela primaria, fue a saludar al presidente. Se topó con esa broma desubicada, como dicha al pasar, como tantas otras frases de un político que cosecha repudios allá dónde va. Que gobierna para los ricos que tienen 400 mil millones de dólares en cuentas del exterior o para los capitales golondrina que provocan las corridas del dólar. No para ese chico que le tendió la mano y se encontró con esa frase canchera. Porque a Macri le gusta hacerse el canchero. Cree que tiende puentes cuando construye sentido a partir de esas actitudes. Como con los globos amarillos o cuando baila. Está en la naturaleza de su mediocridad. Del tipo que nació en cuna de oro y quiere aparentar ser plebeyo por un ratito. Como aquella vez en que se retrató viajando en un colectivo que no iba a ninguna parte, tomado del pasamanos en una calle de Pilar.

El presidente piensa también que el fútbol puede ser una herramienta vital para la diplomacia. Seguramente porque cree que distiende, que sirve para aproximarse, pero no porque haya leído ensayos sobre el tema o sea un especialista en relaciones internacionales. Ya probó chistes de temática similar como el que le hizo al alumno mendocino pero con distintos jefes de Estado. Fue cuando se reunió con Angela Merkel, Mariano Rajoy, Tabaré Vázquez y Vladimir Putin. El presidente ruso lo miró extrañado cuando en la reunión del G20 en China metió su repetido bocadillo futbolero. Era sobre el Mundial.

La impostura de Macri deriva en situaciones ridículas, enojosas, de la más pura tilinguería. Por su investidura sería mejor que peque de acartonado o aburrido. O que se sumerja en el silencio, el mejor antídoto contra las frases desafortunadas que el presidente dice sin parar. Ojalá fuera solamente eso. Frases sin sentido disparadas al azar. Pero no. La realidad que deriva de su política es mucho peor. Un fertilizante que abona esta tierra, nuestra tierra, de desigualdades.

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