Ingeniero químico de formación, Enrique Martínez tiene una extensa trayectoria en la gestión pública. Fue presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) entre 2002 y 2011, secretario de Pymes en 1986, 1987 y 2001, y diputado nacional entre 1999 y 2000. Actualmente se desempeña como coordinador del Instituto para la Producción Popular (IPP).

En esta entrevista con Cash, critica al neoliberalismo, plantea una superación del Estado de Bienestar y propone empezar a cambiar las estructuras económicas para lograr conformar un “Estado transformador” sustentado en una “democracia económica” que se manifieste en una “producción popular”. 

En su último libro, menciona que para entender cualquier economía es necesario tener en cuenta las condiciones estructurales (recursos), la gestión comunitaria (gobierno) y la subjetividad social. Si en un Estado neoliberal el rumbo está marcado por los recursos, ¿qué marca el rumbo de un Estado de Bienestar?

–El Estado de bienestar se asume como más protagonista que el Estado neoliberal. Intenta condicionar la conducta de quienes controlan los recursos y el aparato productivo para que los frutos del trabajo y la organización productiva recaigan en una mayor proporción en los sectores más humildes, pero no intenta modificar cómo se obtienen esos frutos. En realidad el Estado de bienestar busca corregir inequidades de la estructura productiva capitalista tradicional.

¿Eso es lo que determinó el rumbo durante el kirchnerismo?

–El kirchnerismo se debe calificar de Estado de bienestar porque no modificó esencialmente la estructura productiva argentina, sino que buscó modificar los efectos de esa estructura sobre la calidad de vida del conjunto de la población. Por eso aparecieron importantes beneficios para los más postergados y restricciones en el accionar de las corporaciones. 

¿Cuáles son las limitaciones del Estado de Bienestar?

–En un país periférico aparecen dos problemas principales: el primero es que la divisa es un elemento clave en el desarrollo. Argentina no genera divisas y tiene que comprarlas con el fruto de sus exportaciones. Durante la era kirchnerista, consiguió que los excedentes iniciales le permitieran tener un saldo de balanza de pagos positivos durante algunos años, pero claramente hacia el final de la gestión las divisas se volvieron a convertir en un problema porque nuestra estructura no nos permite considerarlas como un bien de liviana disponibilidad. El Gobierno debió haber tomado medidas fuertes sobre el manejo de las divisas por parte de los particulares no en 2011 sino en el 2004, cuando había mucho excedente de divisas. El segundo problema es la inflación, que en la Argentina tiene origen en la puja distributiva por las ventajas que toman las grandes corporaciones. Al no tener un control más riguroso sobre el balance de divisas y al no tener la posibilidad de modificar la conducta de los grandes formadores de precios, el Estado de bienestar se enfrenta a una pared y eso es lo que muestra sus limitaciones.

Usted propone como tesis principal cambiar las estructuras y plantea un sistema de organización diferente al que llama Estado transformador. ¿Cuáles son sus características?

–Al Estado transformador hay que definirlo y construir la estructura productiva alrededor de las ideas de la democracia económica. Un Estado transformador se diferenciaría del Estado de bienestar en que tomaría a la comunidad como actor productivo in totum. Entonces, debería pensar en soluciones de calidad basadas en organizar a las comunidades para que produzcan sus propios bienes en conjunto, lo cual no es una tarea sencilla. Sumergirse en el Conurbano y advertir la falta absoluta de infraestructura, y en lugar de traer una corporación de un pariente que se gane el 50 por ciento sobre el costo de la obra, construir una comunidad local que construya las veredas, el asfalto, el alumbrado público, la energía solar en los techos, y todo lo necesario para vivir dignamente es una tarea colectiva de mucha generación de trabajo que devuelve sistemáticamente el ingreso a la propia comunidad. El Estado transformador debería pensar la producción de alimentos, vestimenta, vivienda, educación y salud en esos términos. 

En su libro dice que para lograr un Estado transformador sustentado en una democracia económica se necesita de una ciudadanía activa en esos procesos. ¿Cómo se puede lograr?

–La iniciativa la tiene que tomar un Estado en transición hacia el Estado transformador. Tenemos un problema muy serio en el flanco externo. Al problema de divisas históricamente los ciudadanos lo agudizan porque ante cualquier temor sobre el futuro corren a comprar dólares y lo que se genera es más del mismo problema. Un Estado en transición al Estado transformador lo que tiene que hacer es construir caminos para que los ciudadanos que tienen margen de ahorro y temor hacia el futuro puedan mantener su valor sin comprar dólares. 

¿Por ejemplo?

–Cuando se tomó la mayor parte del capital de YPF yo sostuve hasta el cansancio que era una oportunidad interesante para invitar a los ciudadanos a comprar acciones de YPF garantizando el retorno de esa inversión más una parte de las ganancias de la empresa. Si los desarrollos energéticos se financiaran con una convocatoria masiva a los ciudadanos que les de absoluta garantía de que no van a perder el dinero invertido, estaríamos haciendo una transición por la cual sacamos a la gente de la idea de que el único recurso es guardar el dólar bajo el colchón y lo volcamos a proyectos que hagan crecer el país. La participación popular es la base de todo. Si los ciudadanos pensáramos todo en términos participativos, el problema estaría resuelto.

¿Y por qué no es así?

–Porque hay siempre un negocio detrás que hace que haya una estructura económica que rechaza esa organización y el Estado de bienestar ha sido lo suficientemente tímido y débil como para modificar esas restricciones.

¿Cree que se puede generar ese cambio en la forma de pensar?

–Hay que trabajar mucho en ese sentido. Si no cambiamos las estructuras, nunca vamos a mejorar. Hay que construir un futuro con nuevas ideas. Un futuro con las mismas estructuras, con la misma fuga de capitales a refugios offshore, con la misma presión mediática y con todo el chantaje sobre la conciencia de la gente, nunca será un futuro venturoso