“Necesito 10 mil dólares para vivir”, se despachó Domingo Cavallo en conferencia de prensa en 1992. “No todos pueden pretenden ganar lo mismo”, justificó el padre de la Convertibidad casi al mismo tiempo que los jubilados comenzaban con sus encuentros semanales en el Congreso para reclamar el descongelamiento de los haberes previsionales. El superministro de Economía expresaba su necesidad como un supuesto derecho de clase. “Muchos han dejado el sector privado, donde podrían tener remuneraciones más altas, para trabajar en la función pública”, decía con desparpajo. “Creen que donde yo vivo, en el corazón de Palermo, mando a mis hijos al colegio San Andrés, y con todas las reuniones que tengo que hacer en mi casa puedo vivir con menos de 10 mil dólares”, se enojó. Su política económica, en dos etapas con Carlos Menem y Fernando de la Rúa, terminaría catapultando la pobreza al 50 por ciento y el desempleo al 25.